Editorial

Hay un voto socialista atónito y sin opción

La deriva radical que ha tomado la actual dirección del PSOE con decisiones, incluso, en las antípodas de lo que fue su programa electoral, deja sin la menor relevancia práctica a quienes reclaman otras posiciones más acordes con los principios socialdemócratas que conformaban el sustrato ideológico del partido

La Constitución establece que la estructura interna y el funcionamiento de los partidos políticos deberán ser democráticos y prohíbe el mandato imperativo sobre los diputados, por entender, en la vieja tradición del liberalismo, que al ser representantes de la soberanía nacional no pueden estar sometidos a cualquier otra voluntad que no sea la del conjunto del cuerpo electoral.

Sin embargo, nadie en su sano juicio puede afirmar que, en España, se cumplen estos preceptos constitucionales por cuanto los partidos políticos, merced al establecimiento de listas electorales cerradas, se han convertido en estructuras jerárquicas más o menos rígidas que olvidan su función primordial de cauce de la representación política en favor de su otra naturaleza, la que le confiere el derecho al gobierno interno de las instituciones privadas.

Por supuesto, no hablamos de un problema exclusivamente español, pero es preciso reconocer que nuestro sistema electoral, con sus listas cerradas, favorece la conformación de ese modelo que se ha dado en llamar «Estado de Partidos», aunque sea más empleado el término «partitocracia», que supone un innegable déficit democrático, desde el momento en que la estructura de mando de una formación puede ignorar el mandato de sus electores, comprometido en el programa político con el que concurrió a las urnas.

Viene a cuenta esta reflexión ante la deriva radical que ha tomado la actual dirección del PSOE con decisiones, incluso, en las antípodas de lo que fue su programa electoral, y sin que tengan la menor relevancia práctica quienes reclaman otras posiciones más acordes con los principios socialdemócratas que conformaban el sustrato ideológico del partido. Es más, la suspensión de militancia de referentes socialistas críticos, como Joaquín Leguina, o el desprecio público de quienes disienten de unos pactos con las formaciones nacionalistas que llevan al extremo el equilibrio constitucional, demuestra que no hay salida contra una estructura que se ha hecho con todos los mecanismos del poder.

Así las cosas, no es sólo que una parte de los antiguos votantes del PSOE declaren en las encuestas un cambio hacia otras opciones políticas, circunstancia ya experimentada en las elecciones autonómicas de Madrid y Andalucía, sino que hay un voto socialista atónito ante lo que está ocurriendo que no encuentra otra alternativa en las urnas que no sea la abstención. No en vano, algunos de los más determinantes socios del Gobierno, como ERC, aconsejan rebajar el tono de las demandas, una vez que han conseguido cumplir los principales objetivos de la presente legislatura, fundamentalmente, la impunidad penal de los actos delictivos del proceso separatista de octubre de 2017. Pero, sinceramente, no creemos que la opinión pública tenga tan poca memoria como piensan los estrategas de Moncloa.