Editorial
La verdad que duele a los socios del gobierno
Críticas de la izquierda al mensaje de Navidad del Rey en defensa de la democracia
Los ecos del discurso de Nochebuena del Rey han reflejado con nitidez la oportunidad y la razón de sus palabras en tiempos particularmente complejos y delicados para España y el mundo. Un periodo anómalo en el que los registros habituales de cualquier democracia consolidada se han visto alterados y en el que los cánones consolidados se nos presentan desgastados, como si los principios que han alumbrado el orden político y social de estas últimas décadas fueran hoy un vestigio anacrónico que algunos desde el poder dan por superado. Don Felipe VI refleja en la tradicional alocución de la Nochebuena su posición oficial sobre el estado de la Nación y son sus palabras la única referencia que los ciudadanos deben de tener en cuenta. En la noche más familiar y especial del año, se pudo palpar, sin medias tintas, la preocupación que embarga al Jefe del Estado por la actual situación que atraviesa nuestro país, pero, también, su confianza en que la sociedad española sabrá salir adelante. El desafío no es menor. El Rey advirtió de que las democracias occidentales están inmersas en una crisis de particular intensidad y que España es una de ellas. Persisten algunas de las consecuencias económicas, políticas y sociales de la pandemia, agravadas por la guerra de Ucrania, frente a la que la Unión Europea no tiene otro camino que el de apoyar a los ucranianos porque es irrenunciable la defensa de los principios de «soberanía, integridad territorial e independencia de los Estados», atacados por Rusia. La distorsión en la economía, con sus graves efectos en los precios de la energía y de los alimentos, castiga a muchas familias, que deben ser acompañadas por los poderes públicos. Pero Su Majestad se centró en las otras consecuencias de la inestabilidad, que no se pueden obviar. Señaló la división, el deterioro de la convivencia y la erosión de las instituciones como elementos de incertidumbre y preocupación sobre los que hay que actuar. Y, aquí, insistió, como en otros discursos pronunciados en momentos de zozobra de la Nación, en que es el respeto a la Constitución, surgida del éxito de la Transición democrática iniciada hace ya más de cuatro décadas, la vía que nos llevará a la superación de los actuales problemas. En palabras del Rey, que no admiten demasiadas interpretaciones, «la voluntad de integrar, frente al deseo de excluir». Un país dividido, alertó el Rey, enfrentado, no solo no avanza ni genera confianza, sino que hace más frágiles a las democracias. Es la convivencia plena, enraizada en los principios constitucionales, en su respeto, lo que garantiza las libertades de las que disfrutamos. Y Su Majestad reclamó el refuerzo de las instituciones para que respondan al interés general, desde el respeto a las leyes y a la Carta Magna. Porque no podemos dar por hecho, por seguro, todo lo que hemos construido en estos 45 años. Por ello, y pese a que el Rey admitió que «en este tiempo han cambiado, y seguirán cambiando, muchas cosas», el valor de los principios constitucionales ni puede debilitarse ni caer en el olvido, porque es ahí donde los españoles nos reconocemos y nos aceptamos. Sí, en esa demanda de la voluntad de integrar, frente al deseo de excluir, podemos situar la clave de bóveda del discurso navideño de Su Majestad, que, como era de esperar, provocó airadas reacciones en los sectores políticos de siempre, los que laboran incansablemente por la exclusión y la división. Es lógico que los enemigos de la Constitución, aquellos que quieren acabar con el tiempo de bienestar, prosperidad y libertad que supone el extraordinario legado de la transición, que conspiran contra la convivencia y la concordia de los españoles, ataquen a Don Felipe y demonicen su extraordinario discurso. Lo anómalo, lo inaudito, es que estos mismos compartan la dirección del Estado. Pero la opinión pública está con el Rey y, como él, es consciente de que la democracia atraviesa riesgos graves a los que habrá que hacer frente.
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