Editorial
El compromiso del Rey con los españoles
Los ciudadanos vuelven la vista a la Corona, como factor de normalidad y lugar de encuentro en el que absolutamente nadie puede sentirse excluido.
La Zarzuela, con gran acierto a nuestro juicio, ha querido compartir el protagonismo de la fecha, el 10º Aniversario de la proclamación como Rey de Su Majestad Don Felipe VI, con aquellos españoles del común que, este año, han sido merecedores de la Orden del Mérito Civil, una de las condecoraciones más señaladas que otorga el Reino de España a quienes, como señaló ayer Don Felipe, «sin importar su origen, condición o profesión», son tantas veces actores del bien común, que tejen «la fibra social con esfuerzo, ética y humanidad, ayudando a construir un país mejor».
En realidad, si algo ha conseguido Don Felipe en sus primeros diez años de reinado, nada fáciles, por cierto, ha sido la estrecha vinculación de la Corona con un cuerpo social, que se ha visto sometido en demasiadas ocasiones a las tensiones partidistas, las políticas de enfrentamiento promovidas desde las propias instituciones y a las maniobras divisivas, que ni siquiera se han detenido ante los órganos del Estado llamados a garantizar los equilibrios del sistema democrático. Frente a ello, la sociedad ha encontrado en la Jefatura del Estado serenidad frente los ataques a la estabilidad de la Nación, integración en el proyecto común de los ciudadanos, por encima de las diferencias legítimas, y, sobre todo, el referente a la aspiración de progreso en libertad, paz y unidad de la inmensa mayoría de los españoles.
Cuando se habla de «un rey cercano», se describe a una Institución imbricada con el pueblo, precisamente, porque es al pueblo a quien debe su servicio. Podrá el frente republicano agitar los viejos fantasmas y recurrir a la propaganda anti monárquica destilada de siglos, pero en estos tiempos de populismo creciente, de nacionalismo excluyente y de vuelta a la demagogia primaria, que no sólo afecta a España, los ciudadanos vuelven la vista a la Corona, como factor de normalidad y lugar de encuentro en el que absolutamente nadie puede sentirse excluido.
Así, la apelación a acabar con la estridencia de la época actual estuvo implícita, como no podía ser de otra forma, tanto en el discurso de Su Majestad como en la organización de los actos conmemorativos, especialmente en la reivindicación de la importancia de ser coherente con los compromisos asumidos, que, como expresó Su Majestad «es la base de la integridad e implica ser fieles a nuestros principios y valores en todas nuestras decisiones y actos; implica esforzarse en escuchar, en discernir lo que es correcto de lo que no lo es y en actuar de forma responsable con ese discernimiento, asumiendo incluso el coste personal que ello pueda conllevar». Palabras que retratan a nuestro Rey, que ha hecho del servicio, el compromiso y el deber para con los españoles, desde el fiel cumplimiento y defensa de la Constitución, la guía de vida para un, esperemos, largo reinado.
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