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Editorial
Enmienda desoladora a la España del cohete
El Gobierno de coalición, más atento a su supervivencia, chapotea en la incompetencia y busca soluciones, como las trabas al mercado libre del alquiler, mil veces fracasadas

Detrás del relato triunfalista del Gobierno que preside Pedro Sánchez, detrás de las estadísticas maquilladas del mercado laboral y detrás de los encajes de bolillos con los que antiguos y respetables organismos públicos como el CIS o el INE tratan de adecuar el discurso gubernamental a unos datos cada vez más incómodos, está la realidad, ciertamente desoladora, que describe el informe de Cáritas y que nos habla de una sociedad, la española, en la que se debaten en su día a día 4,3 millones de personas en exclusión social severa, mientras que otros 11 millones de trabajadores se encuentran atrapados en diversas modalidades de inseguridad laboral. Y este panorama, bajo un Gobierno que presume de ser el más progresista y social de la historia, pero que no ha sido capaz de llevar a cabo una reforma laboral digna de ese nombre ni, por supuesto, ha conseguido, siquiera, paliar el problema de la vivienda, cuya escasez es uno de los factores más determinantes en la situación de precariedad económica, de pobreza, que denuncia el estudio de Cáritas. Un informe, dicho sea en atención de las terminales de la propaganda gubernamental, llevado a cabo por un equipo de 140 investigadores procedentes de 51 universidades, centros de investigación, fundaciones y entidades del Tercer Sector. Una radiografía, en suma, de la realidad que cualquier ciudadano sin orejeras puede observar a poco que se relacione fuera del privilegiado círculo del sanchismo. España sufre un proceso inédito de fragmentación social, con fuerte erosión de la clase media, mientras el Gobierno de coalición, más atento a su supervivencia, chapotea en la incompetencia y busca soluciones, como las trabas al mercado libre del alquiler, mil veces fracasadas. Se aferra a una ideología negativa hacia la iniciativa individual y pretende alterar por la vía del decreto ley las reglas del mercado mientras, aunque sea duro el término, parasita la economía productiva desde una imposición fiscal desmesurada, que asfixia a empresarios y trabajadores. Errores de bulto, como la subida del salario mínimo en un ecosistema productivo de baja productividad y que sólo compite en precio, y ceguera ideológica populista que llena de burocracia y limitaciones a sectores fundamentales en cualquier economía desarrollada, como la producción de electricidad, la industria del automóvil o la construcción, son el marco en el que se desarrolla el informe de Cáritas. Pero qué se puede esperar de un Gobierno «de progreso» que, por un lado, lanza las campanas al vuelo con las subidas del Ibex y, por otro, se felicita con el incremento constante de los perceptores del Ingreso Mínimo Vital. Por último, pero no menos importante, recalcar lo que se señala en el estudio de Cáritas. Que la pobreza no afecta a gentes «pasivas», pues tres de cada cuatro hogares en situación de exclusión severa activan estrategias de inclusión, es decir, buscan empleo, se forman, activan redes de apoyo y ajustan gastos. No son unos vagos, por si a algún ministro tuitero le da por ahí.
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