Editorial

El equilibrio imposible de la «candidata» Díaz

Desde Unidas Podemos se quiere llevar el conflicto con el PSOE hasta el final.

La vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz
La vicepresidenta segunda, Yolanda DíazCarlos LujánEuropa Press

A medida que las dos facciones del Gobierno profundizan en su desencuentro sobre la contrarreforma de la «ley del sí es sí» se hace más evidente el trasfondo político e ideológico de un conflicto que los portavoces de La Moncloa han pretendido reducir a una mera cuestión de técnica jurídica, pero que desde Unidas Podemos se quiere llevar hasta el final.

Sin entrar en el fondo de la discrepancia, que gira, nada menos, en torno al principio probatorio de los delitos, de acuerdo al Derecho positivo, es lógico que desde diversos sectores socialistas se advierta al presidente del Ejecutivo, Pedro Sánchez, de la probabilidad de una ruptura de la coalición forzada por alguna exigencia inaceptable por parte de Unidas Podemos –como sería la cabeza de la ministra de Justicia, Pilar Llop, magistrada de larga trayectoria en cuestiones de violencia de género, y artífice de la rectificación gubernamental–, lo que llevaría a un adelanto electoral o, en caso impensable de cesión, a un mayor deterioro de las expectativas electorales del PSOE.

Por supuesto, el engendro jurídico del «sí es sí» no es el único motivo de discrepancia entre los socios, puesto que ahí están en el inmediato horizonte la ley de bienestar animal, la de vivienda y la de seguridad ciudadana, pero es ahora cuando el partido morado cuenta con el apoyo del resto de los socios de investidura y está en posición de ejercer mayor presión, lo que nos lleva al siguiente episodio de este sainete político, que la mayoría de opinión pública contempla entre atónita y divertida, y que tiene como protagonista a la vicepresidenta segunda del Gobierno y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, que, hoy por hoy, representa la única opción de reeditar una candidatura de izquierda radical con alguna garantía de éxito.

Hasta el momento, Díaz ha conseguido sobrevolar los conflictos abiertos entre los dos socios, adoptando el papel de adalid de la sensatez y el acuerdo de mínimos, pero no parece que el sector duro de Unidas Podemos, el que representa el tándem Montero/Belarra –dado que el fundador, Pablo Iglesias, ya no tiene función orgánica alguna en la formación– vaya a aceptar esta situación. Díaz, que no solo no acaba de articular su plataforma política, sino que se arriesga a tener que disputar unas primarias para confirmar su candidatura, se quedaría en una posición muy precaria, porque es seguro que el núcleo de poder podemita preferiría competir en solitario en las urnas, antes de acabar de segundones en una nueva coalición, tal y como les sucedió en las autonómicas de Andalucía, donde ya no pintan nada. Así la cosas, se antoja imposible que Yolanda Díaz pueda mantener su actual equilibrio y que se vea obligada a tomar una posición nítida a favor de la coalición de izquierdas y de una ley ideologizada y radical. Demasiado para conservar su cuidada imagen de moderación.