Editorial

Sin margen de acción ante una nueva crisis

Tanto la vicepresidenta Yolanda Díaz como la parte socialista del equipo económico del Gobierno están muy cómodos en la negación de los hechos que perciben en la calle los ciudadanos.

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Pedro Sánchez Europa Press

Detrás del triunfalismo económico del Gobierno, apoyado en unos datos estadísticos manifiestamente mejorables, persisten los problemas estructurales que lastran nuestro desarrollo productivo hasta el punto de que, según el gabinete de estudios de la fundación FEDEA, difícilmente podríamos afrontar con una mínima garantía una nueva crisis financiera o comercial. No sólo el crecimiento del PIB –cantado por la propaganda de La Moncloa con tonos ditirámbicos– no es suficiente para recuperar lo perdido a consecuencia de la pandemia, sino que algunos de los factores que han contribuido al mejor comportamiento económico, como el Turismo, los Fondos de Recuperación de la UE y el incremento de la población por una nutrida inmigración, que han operado como auténticos «vientos de cola» de la economía española, forman parte de lo «extraordinario» y no de lo «normal».

Siendo claros, lo que nos dicen los analistas de FEDEA es que el Ejecutivo no ha hecho nada más que seguir la corriente, aunque, eso sí, aprovechando esos vientos favorables para llevar a cabo una dura política fiscal que, pese a conseguir ingresos históricos de dinero público, no ha conseguido enjugar el gasto, que sigue disparado. Hay otros elementos preocupantes en el análisis como, por ejemplo, la situación real del desempleo en España, con las mayores tasas de la UE, al que las estadísticas del Ministerio de Trabajo escamotean una cifra cercana al medio millón más de parados, personas en situación de desempleo, como los fijos discontinuos, los que siguen cursos de formación o los que se declaran en disponibilidad laboral limitada, que no figuran por una simple decisión arbitraria en las listas del SEPE. No es, desde luego, una cifra menor y, con toda seguridad, distorsiona la realidad de un mercado de trabajo en el que crece la parcialidad de las jornadas laborales y la precariedad de los contratos en paralelo con el incremento de la presión fiscal sobre las cotizaciones de empresas y trabajadores y de los aumentos sucesivos del SMI.

Pero tanto la vicepresidenta Yolanda Díaz como la parte socialista del equipo económico del Gobierno están muy cómodos en la negación de los hechos que perciben en la calle los ciudadanos. Esta fuga de la realidad puede terminar bruscamente a poco que se enrarezca el ambiente económico y financiero internacional, ya sea por la confrontación arancelaria desatada por un imprevisible Donald Trump, ya por una complicación de las crisis bélicas en Ucrania, Oriente Medio o Extremo Oriente. Baste con imaginar una afección a la industria turística española, aunque no sea tan grave como la que produjo la pandemia, una caída de las exportaciones a Estados Unidos o una reconversión de la industria del automóvil para comprender que las cuentas de este Gobierno están prendidas con alfileres.