Editorial

La primera década de un Rey ejemplar

La abdicación de Don Juan Carlos en su hijo, el Príncipe de Asturias, fue entendida por los españoles como un acto de servicio y, al mismo tiempo, una oportunidad de renovación de la Institución, acorde con la evolución que había experimentado la propia sociedad española.

Aragón TV repasa los diez años de reinado de Felipe VI. CARTV 18/06/2024
Casa Real.- Aragón TV repasa los diez años de reinado de Felipe VICARTVEuropa Press

Don Felipe VI ha sido el Rey que necesitaba la Corona, y por lo tanto, España, para afrontar los desafíos de su época. Así lo entienden los españoles que, por abrumadora mayoría, consideran que Su Majestad es garantía de estabilidad democrática y de la unidad de la Nación, y que otorgan la mejor nota a su desempeño al frente de la Jefatura del Estado. Con ello, por supuesto, no queremos rebajar ni un ápice la extraordinaria labor que llevó a cabo su augusto padre, el rey Don Juan Carlos I, figura providencial en el complejo camino que nos condujo desde la dictadura a la plenitud democrática, ni vamos a caer en justificaciones y explicaciones que nunca convencerán a unos enemigos de la Monarquía parlamentaria, que anclan su rechazo en un imaginario puerilmente ideológico.

Dicho esto, la abdicación de Don Juan Carlos en su hijo, el Príncipe de Asturias, fue entendida por los españoles como un acto de servicio y, al mismo tiempo, una oportunidad de renovación de la Institución, acorde con la evolución que había experimentado la propia sociedad española. Todavía hace una década, los líderes de las dos principales formaciones nacionales, el PSOE y el Partido Popular, demostraron que podían acordar sin reticencias ni trastiendas las grandes políticas de Estado y la sucesión en la Corona se produjo de manera ejemplar, en el marco estricto de la Constitución.

Hace, pues, diez años, el nuevo Rey fue proclamado por las Cortes con la solemnidad debida al caso y con la confianza general de unos españoles que, a lo largo del tiempo, habían tenido suficientes muestras de la excelencia profesional del Heredero, de su cercanía y de su espíritu de servicio, tal y como hoy se percibe a la Princesa de Asturias, pese a su juventud. A esas cualidades de Don Felipe habríamos de añadir la cabal comprensión del alma de la Nación sobre la que iba a reinar y, también, de los desafíos que afrontaba la Corona, ya bien entrado en el nuevo milenio.

De ahí que su discurso de proclamación, ante la representación de la soberanía nacional, anunciara que su reinado sería el de una Monarquía renovada para un tiempo nuevo. Hermosas palabras que, por supuesto, Don Felipe estaba firmemente dispuesto a traducirlas en hechos. Desde la propia Casa Real, primero, y, luego, a través del normal desarrollo legislativo, el Rey estableció las nuevas pautas de gobierno de la Corona, fundamentadas en la ejemplaridad de ejercicio, la transparencia de las actuaciones y el doble control, externo e interno, del destino de las partidas presupuestarias destinadas al mantenimiento de la Jefatura del Estado.

Pero con ser estas medidas importantes, puesto que abrían a la opinión pública el funcionamiento de la Institución como nunca hasta entonces, Don Felipe quiso dar un paso más allá para profundizar en la legitimidad de ejercicio, indistinguible, a la postre, de la legitimidad de origen en cualquier institución que se repute democrática. Porque el Rey de España declaró que la Corona no podía entenderse sin la Constitución y que sólo desde la Constitución era posible cumplir sus funciones.

Esa convicción ha hecho de sus primeros diez años de reinado un éxito y un referente para los ciudadanos de los valores que comprenden la auténtica democracia. No han sido unos años, precisamente, fáciles para la Nación, sacudida por la intentona secesionista en Cataluña y por la pérdida de los consensos políticos que iluminaron la Transición. Pero Su Majestad ha estado siempre ahí, cumpliendo con sus deberes institucionales y con su figura, siempre amable, cercana y comprometida con el cuerpo social, como referencia de la libertad y la igualdad de los españoles, de la unidad de la Nación y de la vigencia de un modelo constitucional que ha sido lo mejor que le ha sucedido a España.