Editorial

Silencio cómplice de la izquierda con Errejón

Lo peor es que la propia líder de Sumar le entregara la dirección estratégica del partido tras las últimas elecciones generales.

MADRID, 24/10/2024.- Fotografía de archivo tomada el 22/10/2024 del portavoz de Sumar en el Congreso de los Diputados, Íñigo Errejón, que además fue uno de los fundadores de Podemos, y que ha anunciado este jueves que deja la política tras años de "desgaste" físico y mental y tras haber llegado "al límite de la contradicción entre el personaje y la persona". EFE/ ARCHIVO/Fernando Villar
Íñigo Errejón deja la política por su "desgaste" físico y mentalFERNANDO VILLARAgencia EFE

A medida que se suceden las denuncias sobre el comportamiento abusador y machista del ya ex diputado Íñigo Errejón se entiende menos cómo pudo mantenerse en la primera línea política –ha sido el último portavoz parlamentario de Sumar– un individuo del que, según se afirma ahora, sus malas inclinaciones hacia las mujeres eran conocidas y comentadas, al menos, en los ambientes donde desarrollaba su actividad.

Si son graves, aunque sin confirmar, las acusaciones de que una diputada de su grupo ejerció de «mediadora» con una víctima para evitar «un escarnio público», peor es que la propia líder de Sumar le entregara la dirección estratégica del partido tras las últimas elecciones generales. Se argüirá, y es cierto, que al ex diputado le asiste la presunción de inocencia, que, hasta el momento, todas las denuncias, salvo una, son anónimas y que, incluso, esta última tiene un relato de parte con algunas contradicciones, pero la propia carta de renuncia del acusado, más allá de las penosas justificaciones ideológico-sentimentales, es lo suficientemente explícita como para dar valor a las sospechas de un comportamiento de abuso de poder y de influencia para satisfacer una obsesión sexual.

Desde la izquierda más radical, la que ha hecho de un feminismo extremo exclusiva bandera propia, hasta el punto de haber expulsado de su ámbito a las mujeres que venían luchando desde hace décadas por la igualdad de derechos y la libertad plena del género femenino, se expresa dolorida sorpresa y decepción por lo ocurrido, pero, al mismo tiempo, se desempolvan las manidas acusaciones del heteropatriarcado y de la inherente condición de violadores en potencia de todos los varones cuando la realidad no puede ser más prosaica y gira alrededor de lo de siempre: la defensa del partido, de su imagen y de sus perspectivas electorales contra viento y marea, caiga quien caiga, aunque en este caso algunas fueran mujeres que se acercaban a un líder de la formación, ya fuera Podemos o Sumar, atraídas por la afinidad ideológica o la voluntad de aportar sus esfuerzos a la causa.

La responsabilidad es, pues, compartida y resultan igual de penosas que las explicaciones de Errejón las condolencias hacia Sumar de los miembros de un Gobierno al que, al fin y al cabo, también perjudica el escándalo público de uno de sus socios. Más aún, cuando la miserable peripecia compete a un partido que había proclamado la defensa de la mujer como su insignia distintiva y a un político que en la esfera pública se mostraba inflexible con los comportamientos ajenos y exigía las más duras sanciones. En definitiva, que Podemos y Sumar se han revelado como partícipes de esa vieja política en manos de la casta que venían a regenerar y que, hoy, se deshace entre pugnas internas, personalismos y silencios cómplices.