Editorial
El silencio culpable de la izquierda exquisita
La opinión pública española lleva casi una década aguantando la moralina sobreactuada de esa izquierda, tan hábil en el uso del doble rasero, como torpe a la hora de gestionar.
Cualquier ciudadano medianamente avispado sabe que no le será factible a los «bomberos» de La Moncloa perimetrar el incendio de la corrupción socialista fuera de la acción del Gobierno, aunque sólo sea porque en el origen de las mordidas que, supuestamente, pagaban las empresas constructoras está la decisión discrecional de los responsables del Ministerio de Transportes y sus empresas públicas dependientes a la hora de conceder los contratos de obra y servicio.
Hablamos del principal departamento inversor del Gabinete, que tuvo como ministro a José Luis Ábalos y como secretaria de Estado a una persona que figura desfavorablemente en los «audios» intervenidos a la trama del «caso Koldo» y que se ha visto también salpicada por los contratos irregulares de las «sobrinas» del exministro. Con independencia de que las investigaciones de la Guardia Civil y la instrucción judicial del Supremo amplíen las pesquisas a otros organismos ministeriales, todo indica que sin las complicidades internas de los mandos políticos hubiera sido imposible montar una estructura de corrupción de tales dimensiones y tan larga duración en el tiempo.
Dicho de otra forma, existe una responsabilidad colegiada entre quienes se sientan en el Consejo de Ministros que, en este caso, no puede encubrirse con las manidas excusas del «lawfare» o la conspiración de los poderosos, la ultraderecha y los jueces para derribar al autodenominado mejor gobierno de la historia de España. De ahí, que sea especialmente atronador el silencio y la circunspección de la izquierda exquisita de Sumar, que detenta cinco carteras en el Ejecutivo, además de una vicepresidencia, ante el espectáculo inaudito de corrupción, con ribetes de bochorno público con el reparto de prostitutas, que afecta a sus socios de Gabinete. Especialmente, cuando la opinión pública española lleva casi una década aguantando la moralina sobreactuada de esa izquierda, tan hábil en el uso del doble rasero, como torpe a la hora de gestionar.
Ahí está la hemeroteca para calibrar hasta qué punto puede reinar la incoherencia cuando los principios se asientan en el puro sectarismo. Por supuesto, no se trata de pedir a los honrados y dignos camaradas de Sumar que apoyen una moción de censura que entregue el Gobierno a la derecha, no somos tan ingenuos, pero sí exigirles que cumplan con lo que predican y colaboren decisivamente a la hora de procurar la única salida posible a esta situación como es el adelanto electoral. A Sumar y a Podemos se les sobreentiende su vocación de servicio al conjunto del pueblo español –no como a los socios nacionalistas de investidura, que seguirán yendo a sus propios intereses– y el mejor servicio en este momento es devolver la palabra a los electores. Arriesgan poltronas y cargos, pero «ellos» no eran de la casta. O eso nos decían.