Educación

Las empresas piden algo más que buenas notas

En los procesos de selección ya no solo se tiene en cuenta un expediente universitario inmaculado, también es importante saber desenvolverse socialemente

El desarrollo de competencias sociales y organizativas es clave en los programas de desarrollo personal
El desarrollo de competencias sociales y organizativas es clave en los programas de desarrollo personalDreamstimeDreamstime

No descubrimos el Mediterráneo al decir que las universidades han sido, desde siempre, un semillero perfecto para las empresas, que buscan entre los alumnos a sus futuros trabajadores, ya sea a través de prácticas profesionales o en las bolsas de trabajo. Todo este sistema se basa en una compleja red de alianzas entre los centros educativos y formativos y las empresas, que se traduce en un pacto institucional en el que todos ganan: empresas, universidades y otros centros y, por supuesto, los alumnos, que pasan a ser candidatos para aspirar a cientos de puestos de trabajo y acceder a ofertas laborales que, de otra manera, serían difícilmente alcanzables para una gran parte de estos candidatos.

Hoy las empresas buscan en los estudiantes unas cualidades innovadoras. Muchos de los puestos que ofertan aún no tienen una base académica clara. Es el caso del desarrollo y programación de plataformas digitales o desarrolladores del metaverso. Las universidades se afanan, de este modo, en modernizar sus currículos y preparar así a sus alumnos para un mañana aún por construir.

En este proceso, tal vez, sí que descubramos un nuevo aspecto en estas alianzas si hablamos de programas que, desde hace años, muchas universidades vienen desarrollando para ofrecer un nuevo enfoque a la hora de buscar la colocación laboral que tanto se ansía. Hablamos de programas de desarrollo humano personal.

Pioneros y novedosos

Estos programas de desarrollo están viviendo sus años dorados. Aunque sigue teniendo una posición de primer orden en los baremos de medición, ya no se quiere destacar únicamente en el plano académico, sino que se quiere dar más empaque a la propia persona, a sus cualidades y fortalezas, buscando así un equilibrio perfecto en los estudiantes que se adhieren a estos programas.

Muchas veces son programas que se desarrollan a lo largo de todo el grado. Otras, se compacta en un periodo más corto de tiempo, pero lo que todos tienen en común es que se pone a la persona en el centro. Así lo afirma en conversaciones con este periódico David Martín, director de competencias e innovación social de la institución educativa SEK: «El objetivo final de estos programas es garantizar el desarrollo de competencias tanto del alumno como del resto de la comunidad educativa que lo rodea». En concreto, como SEK abarca tanto colegios como universidades y otros centros formativos, la aplicación es real en los alumnos desde las etapas más incipientes del colegio (Educación Primaria y Secundaria), hasta los cursos más avanzados de los grados universitarios y de formación profesional.

Más que notas

Las empresas reconocen que, de un tiempo a esta parte, vienen dando más importancia que otros años a las capacidades y competencias sociales y humanas durante los procesos de selección de personal que únicamente al mejor o peor expediente académico. Obviamente, reconocen desde la bolsa de trabajo de la Universidad Camilo José Cela, el académico es un aspecto muy importante a la hora de aspirar a un puesto u otro, pero el desarrollo personal y social de competencias y capacidades que no se enseñan tradicionalmente en las aulas está haciéndose un hueco, cada vez más grande, en los procesos de selección.

Lamentablemente, los programas de desarrollo personal no tienen aún un hueco en los currículos oficiales de las universidades y entidades de formación, y es por eso que cada centro tiene el suyo propio. Es curioso, apunta David Martín, que sin ser algo obligatorio para cursar un grado, todas las universidades tengan bien planteado e implantado este tipo de programas de desarrollo de competencias.

El alumno como centro

En la institución educativa SEK existe un programa, «La colmena», a través de la cual se quiere garantizar el aprendizaje de competencias a través de cinco dimensiones: el aprendizaje para la transformación, la transformación personal, la competencia relacional y organizacional de equipos, la transformación para la sostenibilidad y la transformación para el conocimiento, que se basa en el cambio de paradigma sobre el cual quiere girar la investigación académica (por ejemplo, los doctorados).

Pero si hay algo en lo que coinciden todos los programas de desarrollo personal es que el alumno es el centro de todo. Los datos avalan esta tendencia, y es que la Universidad Camilo José Cela, según datos de U-ranking, obtiene unos resultados inmejorables de empleabilidad y colocación laboral de sus graduados desde que se aplica en sus grados este tipo de programas.

Las empresas, por su parte, se muestran confiadas, aunque moderadamente recelosas, con este nivel de aprendizaje. El reto de sus responsables es, como apunta David Martín, «demostrar este desarrollo mediante mediciones que no están estandarizadas y que, por tanto, no aportan un criterio objetivo y global para todos los programas». Sin embargo, los datos están ahí, y demuestran el alto valor para las empresas de este tipo de programas de desarrollo personal y social, por encima de universidades que no ofertan estos cursos.

El informe QS Graduate Employability Ranking 2022, que publica los resultados de empleabilidad de universidades de todo el mundo, destaca este año entre las 100 mejores del mundo a 15 universidades españolas. Curiosamente, todas ellas cuentan con programas de desarrollo personal entre su oferta, y son estas mismas las que obtienen mejores resultados, también en los rankings de universidades españolas. Entre las universidades españolas con mejores índices de empleabilidad y colocación laboral, destacan la Universitat de Barcelona, la Politécnica de Madrid y la Universidad de Navarra.

Estos centros españoles compiten a nivel mundial con otros de fama mundialmente conocida como el Massachussetts Institute of Technology (MIT), la Stanford University o la Universidad de California, en Los Angeles. Estas tres universidades estadounidenses lideran el ranking mundial de empleabilidad y, curiosamente, estos tres centros también cuentan con programas extracurriculares de desarrollo de competencias sociales, humanas y organizativas y, año tras año, cuelgan el cartel de «no hay vacantes» en sus cursos, a pesar de no ser obligatorios ni contar en el cómputo global de créditos cursados para la obtención de los diferentes grados y posgrados universitarios.

Con estos datos sobre la mesa, no es de extrañar que las empresas hayan empezado a cambiar sus criterios de selección de personal a la hora de acudir a las universidades en busca de talento y nuevos empleados. El mercado laboral ha cambiado y el viejo paradigma de un expediente «de 10» únicamente en lo académico está dejando paso a nuevos estándares de valoración, más humanos, más sociales, más colaborativos y, sobre todo, mejor posicionados para cambiar la sociedad y el mundo.