El Euroblog

Europa 2014

Europa 2014
Europa 2014larazon

Ante la desafección ciudadana hacia el proyecto europeo, la UE dispondrá en 2014 de la oportunidad de recuperar el terreno perdido tras cinco años de crisis económica y financiera. Y es que en mayo próximo, los 500 millones de europeos serán llamados a las urnas para renovar el Parlamento Europeo (PE). La participación, que no ha dejado de descender desde que en 1979 la Eurocámara comenzó a ser elegida por sufragio universal, podría alcanzar otra cifra récord y caer por debajo del 30%, lo que, unido al auge de los partidos euroescépticos y ultraderechistas, podría dar lugar a un Parlamento ingobernable. Paradójicamente, cuando el PE dispone del mayor poder legislativo de su historia tras la entrada en vigor del Tratado de Lisboa en 2009, puede pasar a ser lo que algunos funcionarios denominan "un mono con un revólver en la mano".

Tal vez por este temor de ser el blanco del malestar de la población en sus Gobiernos nacionales, Bruselas ha animado a los partidos políticos europeos a que presenten un candidato para presidir la Comisión, que concluye su mandato en otoño de 2014. Dicha recomendación se inspira en el artículo 17.7 del Tratado de la UE, que vincula los resultados de las elecciones europeas con la designación del candidato a presidir la Comisión. De esta forma, por primera los electoras determinarán con su voto al presidente del Ejecutivo comunitario, que será investido por el Europarlamento. De la misma manera que los alemanes, los españoles o los suecos eligen a su primer ministro entre los partidos que se presentan a las elecciones nacionales, podrán hacer lo mismo entre los candidatos a la Comisión Europea, que confrontarán sus programas políticos en debates electorales.

Este paso de gigante servirá para paliar ese déficit democrático que se se suele achacar a las instituciones europeas. A partir de 2014, el presidente del Colegio de Comisarios ya no será aquel candidato de consenso que eligen en secreto los líderes europeos en el Consejo Europeo, sino que será el resultado de la voluntad expresada por los europeos en las urnas. En consecuencia, podría darse el caso de que el elegido no pertenezca a la familia política que en ese momento domine el Consejo. Es decir, podría haber un presidente de la Comisión Europea socialista frente a una mayoría de jefes de Gobierno conservadores.

Aunque aún es pronto para saber quiénes serán los candidatos, las quinielas han empezado hace meses. En el Partido Socialista Europeo (PSE), el socialdemócrata alemán y actual presidente del PE, Martin Schulz, no oculta su interés por el puesto de José Manuel Durao Barroso. También la primera ministra danesa, Helle Thorning-Schmidt, suena como candidata tras su alabada Presidencia de la UE en 2012.

En cambio, en el Partido Popular Europeo (PPE), la designación parece mucho más abierta. El primer ministro finlandés, Jyrki Katainen, es bien visto por Alemania y el resto de países del norte. Tampoco es descartable que el portugués Barroso, que en los últimos tiempos trata de distanciarse de la política europea de Berlín, aspire a un tercer mandato. Lo que sí se da por sobreentendido es que los aspirantes deben ser políticos con experiencia de gobierno presente o pasada.

Pero la novedad puede no ser suficiente para acabar con la acostumbrada indiferencia general hacia unas elecciones consideradas de segunda porque no sirvan para poner o quitar gobiernos, como ocurre en las legislativas o las presidenciales que se celebran en los Estados miembros. Hasta ahora, estos comicios no dejan de ser una excusa para que los políticos hablen de todo menos que de lo que realmente se dirime. Es decir, el modelo europeo que tiene cada partido. Y esta desidia se ha visualizado especialmente en España, donde el consenso de los grandes partidos en relación a la política europea ha derivado en que el PSOE y el PP dediquen la campaña a tirarse los trastos por polémicas nacionales. En 2004, el plan soberanista de Ibarretxe centró la campaña y en 2009 lo fue la crisis económica que el Gobierno de Zapatero negaba y el PP dramatizaba.

La futura elección del presidente del Ejecutivo comunitario también está reavivando el debate sobre si su cargo y el del presidente permanente del Consejo Europeo deberían fusionarse en uno solo. Precisamente, el mandato del belga Herman Van Rompuy concluye a finales de 2014. De hacerlo, se contribuiría a reducir la cacofonía europea que salta a la vista en las reuniones internacionales como las del G-8.

Con la esperanza de que el año que viene Europa consiga ver la luz al final del túnel y llegue la ansiada recuperación económica, 2014 podría simbólicamente cerrar el ciclo histórico comenzado cien años antes con el estallido de la Primera Guerra Mundial, y los ciudadanos europeos decidirán con su voto qué Europa quieren.

pgarcia@larazon.es