Economía

Los otros grandes apagones en Europa

Destacan los de 2003, que afectó a toda Italia, y el de 2006 en Alemania, que dejó sin luz a 15 millones de personas

Un fallo en una línea de transmisión suiza desencadenó una reacción en cadena que dejó a oscuras a casi toda la Península Itálica en 2003
Un fallo en una línea de transmisión suiza desencadenó una reacción en cadena que dejó a oscuras a casi toda la Península Itálica en 2003Agencia AP

El apagón vivido en España, Portugal y Sur de Francia, ha puesto de manifiesto la fragilidad de los sistemas eléctricos, incluso en un mundo tecnológicamente avanzado.

Este corte de energía no es un hecho aislado, sino que se inscribe en una serie de apagones significativos a nivel global que demuestran la interconexión y la vulnerabilidad de las redes eléctricas.

El último gran apagón anterior en España se produjo en 2021 y afectó a media España y también a parte de Portugal, aunque de forma breve. Aproximadamente 1.200.000 de abonados repartidos por las comunidades de Madrid, Cataluña, Andalucía, Aragón, Navarra, País Vasco, Castilla y León, Extremadura y Murcia se quedaron sin suministro durante cerca de una hora. Estuvo provocado por una avería en una línea de muy alta tensión de 400.000 voltios de la Red Eléctrica.

En septiembre de 2019, la isla de Tenerife, con casi un millón de habitantes, perdió todo el suministro eléctrico durante 9 horas. Entre la una de la tarde y las diez de la noche los tinerfeños se quedaron sin fluido debido a un «fallo técnico» en la subestación de Granadilla de Abona, en el sur de la isla. Según dijo entonces Endesa, el sistema se desactivó de forma automática para evitar cortocircuitos y daños en la red que hubieran agravado el problema. En las primeras horas tras el apagón se recibieron 150 llamadas y se realizaron decenas de servicios de urgencia, la mayoría de personas que se habían quedado atrapadas en ascensores. Se produjeron más de 30 rescates de este tipo, fundamentalmente en la capital, Santa Cruz de Tenerife.

El 23 de julio de 2007, en torno a 350.000 hogares, empresas y comercios de Barcelona quedaron sin suministro eléctrico tras la caída de un cable de 110.000 kilovoltios en la estación eléctrica de Collblanc. Como consecuencia del siniestro, otras cuatro estaciones debieron ser cerradas y la situada en el paseo Maragall de Barcelona se incendió. Afectó a prácticamente la totalidad de los distritos de la ciudad, con el 70 % de los semáforos apagados. El suministro eléctrico no se restableció en su totalidad hasta pasados cuatro días.

Menor alcance tuvo el apagón ocurrido en la Ciudad Condal en 2001. Hasta 200.000 abonados se quedaron sin suministro en amplias zonas de la ciudad y en localidades cercanas como Calldetenes, Manresa, Vic, Terrassa y Vilassar de Mar.

A nivel europeo, otro de los apagones más sonados en Europa ocurrió en septiembre de 2003, cuando un fallo en una línea de transmisión suiza desencadenó una reacción en cadena que dejó a oscuras a casi toda la Península Itálica. Más de 56 millones de personas en Italia fueron afectadas por este corte que paralizó trenes, hospitales y servicios públicos, según informó BBC News. Este suceso dejó claro lo vulnerable que puede ser un sistema eléctrico interconectado a fallos técnicos o imprevistos.

Desde Albania hasta Croacia

Otro incidente de gran envergadura se produjo en noviembre de 2006, cuando una desconexión programada en Alemania salió mal, provocando un apagón que dejó sin electricidad a más de 15 millones de personas en varios países europeos. Alemania, Francia, Italia, Bélgica, España y Portugal fueron algunos de los países afectados por este corte, que evidenció cuán dependientes son de la interconexión de sus redes eléctricas.

En junio de 2024, el sudeste europeo también sufrió un apagón total que afectó a Albania, Montenegro, Bosnia y Croacia. Aunque el resto de Europa pudo evitar el colapso, el suceso demostró la fragilidad de algunas zonas del continente ante fallos imprevistos.

El apagón que ayer afectó a España y Portugal se suma a estos precedentes y pone de relieve una realidad innegable: nuestras redes eléctricas, a pesar de los avances en la tecnología, siguen siendo vulnerables a errores humanos, fallos técnicos y crisis energéticas.