Elecciones andaluzas

Susana Díaz, una candidata en busca de una campaña de perfil bajo

La candidata del PSOE se sabe caballo ganador y la premisa es que nada «agite» la campaña para no poner en peligro la probable victoria.

La presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz. EFE/ Jose Manuel Pedrosa
La presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz. EFE/ Jose Manuel Pedrosalarazon

La candidata del PSOE se sabe caballo ganador y la premisa es que nada «agite» la campaña para no poner en peligro la probable victoria.

Susana Díaz se presenta a estas elecciones andaluzas en busca de una mayoría absoluta que le permita gobernar sin ataduras como le ha venido ocurriendo al PSOE en las últimas legislaturas, en las que ha dependido de los apoys de Izquierda Unida primero y Ciudadanos después. No lo tendrá fácil, pero si algo caracteriza a Díaz es su capacidad de resistencia y su tenacidad.

La Esperanza de Triana inspira a Susana y nunca le ha fallado. Es la frase de un cercano colaborador de esta mujer cuya trayectoria viene totalmente marcada por la política. Hija mayor de un fontanero del Ayuntamiento de Sevilla, José Díaz, y una costurera en el barrio de Triana, la presidenta andaluza siempre fue ambiciosa y mandona.

Trianera de toda la vida, aún vive en el barrio de León, una zona de casas bajas y calles con naranjos en las aceras. En su casa de tres alturas se mantiene una discreta vigilancia de seguridad por su cargo de presidenta de la Junta, y es frecuente ver a su marido, José María Moriche, «El Mori», paseando a su único hijo. A su marido, un día ella le hizo famoso en una intervención en el Parlamento andaluz: «Me casé con un tieso», le espetó a una diputada de Podemos que pretendía implicarle en un curso de formación. El consorte trabajó en la UGT de Sevilla, regenta una librería y comparte con su esposa la pasión por el Betis y la Hermandad del Cristo de las Tres Caídas de Triana, dónde se casaron en la Capilla de los Marineros.

Desde niña, sus padres la llevaban al Estadio Benito Villamarín para ver jugar al Betis y la inscribieron en la Hermandad trianera para impartir catequesis a sus hermanas. Empezó estudios de Derecho en la Universidad hispalense y tardó diez años en graduarse por trabajar en la venta de cosméticos a domicilio que exigía la economía familiar. Pero Susana Díaz es una auténtica «apparatachik» de la política. Con diecisiete años ingresó en las Juventudes Socialistas y en las elecciones de 1999 fue elegida concejala de Sevilla de la mano del entonces Alcalde Alfredo Sánchez Monteseirín.

Delegada del distrito Triana-Los Remedios logró que el maestro Curro Romero se disfrazara de Baltasar en la Cabalgata de los Reyes Magos y comenzó una fulgurante carrera a la sombra de Manuel Chaves y José Antonio Griñán. Diputada autonómica, Consejera de Presidencia y máxima lideresa andaluza, sus adversarios la llamaron «Madame killer», por aquello de borrar al enemigo y salir siempre vencedora. Lo cierto es que jamás ha perdido una batalla política y ahora se juega un reto definitivo. Enraizada en su barrio de Triana, los amigos de la pareja Díaz-Moriche aseguran que en su vida privada son «sencillos y jaraneros». Se conocieron en la catequesis de la Esperanza trianera y ella dejó a su antiguo novio, Francisco Javier López Franco, actual miembro de la Ejecutiva del PSOE sevillano. La familia Moriche es también muy devota de la Virgen del Rocío y el Cristo de los Faroles en Córdoba, donde acuden a menudo y por lo que muchos paisanos la llaman «la sultana».

Les gusta salir de tapas y, según sus amigos, José María es muy de caracoles y cerveza, mientras Susana prefiere un jerez. En su equipo político, Susana ha tejido una férrea red de fieles.

Cofrade de la Esperanza de Triana, cristiana de base y socialista creyente sin complejos como su marido José María Moriche, se le cae la baba con su niño chico. Bética futbolera hasta la médula, taurófila y admiradora de Morante de La Puebla, se ha tragado en silencio los ataques del «pedrismo».

De cara a estas elecciones, el equipo de asesores de la presidenta de la Junta de Andalucía ha diseñado una campaña de perfil bajo. Las encuestas otorgan a Susana Díaz una clara ventaja de cara a los comicios del 2 de diciembre y la premisa es que nada «agite» la campaña para no poner en peligro la probable victoria.

En el equipo de Susana Díaz aún duele la derrota ante Pedro Sánchez en las primarias del PSOE. Una derrota que achacan, entre otras cosas, en que se movilizó el voto «anti-Susana» entre los militantes. Con esa premisa, el principal temor es que se despierte ese fantasma. No ven un proyecto alternativo y sí un voto de «castigo» por lo que los esfuerzos pasan por presentar una imagen de la presidenta al «margen» del ruido mediático.

Al margen de la corrupción, en su campaña de «perfil bajo» hay un asunto que sí preocupa a Díaz: el tema catalán. La presidenta ha elegido situarse al lado del Gobierno y pasar de puntillas cada vez que se le pregunta por este tema. Es consciente de que no puede aparecer como un elemento de «oposición» a Pedro Sánchez en este asunto pero tampoco que se le vea cercana a los partidos nacionalistas catalanes. En Andalucía esto le resta votos y Díaz opta por defender la autonomía en la toma de decisiones del Ejecutivo de Sánchez y restarle trascendencia a las negociaciones con los independentistas. De nuevo, se auto impone que el «ruido» no se eleve más de lo necesario.