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Agua de aguacate
El comedero
El aguacate protagoniza desde hace tiempo una encendida controversia por el consumo de agua y el impacto de su producción. Fruta tropical originaria de México y Guatemala, España lidera en Europa un cultivo que se concentra principalmente en Andalucía, más concretamente en la zona de la Axarquía, aunque su expansión se extiende a provincias como Cádiz, Huelva y Valencia. Los últimos datos del sector hablan de cerca de 24.000 hectáreas de cultivo, 21.625 de ellas de regadío, 2.128 de secano y 200, de invernadero.
La asociación de Ecologistas en Acción alertaba en un reciente informe de sus efectos en los recursos hídricos y en la degradación de los suelos, resultado del “modelo agrario hiperintensivo” y de un aumento del 30% en la superficie de cultivo desde 2018 en nuestro país. Si tenemos en cuenta que, como sostienen, para producir 350 gramos se necesitan 350 litros de agua de riego, esta producción resultaría particularmente lesiva en áreas donde el regadío se extiende a pesar de la sequía.
El sector, por contra, lleva tiempo tratando de zafarse de esta imagen y defendiendo sus beneficios. Con motivo el Congreso Global del Aguacate celebrado este mes en la feria Fruit Attraction se ha querido poner de manifiesto que este producto viene a consumir la misma cantidad de agua que otras frutas y verduras (sin especificar), entre 8 y 10 veces menos que la carne de vacuno, el chocolate y el café; que produce 25 veces menos gases de efecto invernadero que el sector cárnico (vacuno) y 10 veces menos que el queso.
En comparación con otros cultivos a gran escala como los plátanos, señalan, representan una pequeña actividad con “una huella ecológica positiva”. Con todo, se proponen reducir más la huella hídrica y de carbono con soluciones innovadoras que mejoren la sostenibilidad.
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