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Eric Burdon: «El rock ha sido el arma de fuego de las artes»

Eric Burdon: «El rock ha sido el arma de fuego de las artes»
Eric Burdon: «El rock ha sido el arma de fuego de las artes»larazon

Al frente de The Animals, Burdon se labró un nombre merecido en los sesenta, cuando ya poseía esa voz cascada que ahora, con 74 años, le sienta mejor. Como él dice, los tigres no pueden cambiar sus manchas, se quedan tigres. Ya es mediodía y le acabamos de despertar en su habitación de hotel de Barcelona, donde pasó una larga noche del miércoles antes de presentar mañana su nuevo disco en la Ciudad Condal, «Till your River Runs Dry» (Universal), que el lunes, dentro del ciclo Leyendas con Estrella, trae a Madrid. Queridísimo Eric Burdon, cantaban Burning:

–En el disco aborda temas serios, y relata sucesos como si estuviera escribiendo una crónica de su vida.

–Ahora puedo escribir de mis experiencias, porque, cuando eres joven, tomas las de otros hasta que aprendes cómo funcionan las cosas. Primero imitamos, copiamos, admiramos.

–Le dedica un tema a Nueva Orleans.

–He tenido extrañas experiencias con esa ciudad. Es como si fuera una amante secreta a la que visitas de vez en cuando. Pero sabes que tienes que marcharte corriendo antes de que el viejo marido llegue a casa (risas). El clima es tan pesado, tan duro..., incluso tóxico. Todo EE UU mira al sur como un vertedero de industrias nocivas y desagüe de productos químicos. Incluso el Mississipi es pesado. La gente que surge de ese ambiente tiene una actitud diferente a la del norte.

–¿En qué sentido?

–De donde yo vengo, de Inglaterra, se habla de si naciste antes o después de «la guerra», la Segunda Guerra Mundial. Pero si hablas en el sur, ellos todavía se refieren a la Guerra Civil Americana, ¡hace dos siglos! Su carácter se ha construido por trágicos conflictos ancestrales.

–Pero en ese tema («River is Rising») hay una metáfora sobre la gente cada vez más enfadada.

–Pues ellos ya no están enfadados, no es la actitud de la ciudad. Pasarlo bien es la esencia del lugar desde hace años. Han aprendido a crecer solos y Ésa es justo la raíz del blues.

–En «Old Habits Die Hard» también canta a la libertad.

-El título es una expresión que se refiere a la gente que tiene malos hábitos, o adicciones como el alcohol o la cocaína. Es la forma en la que luchas para cambiar algo. Pero un tigre no puede cambiar sus manchas. Muy raramente un hombre puede vencer su naturaleza. En ese caso estaba viendo lo que ocurre en Oriente Medio. Hemos sido testigos de lo cruel que es la situación, en parte por culpa de Occidente, que ha favorecido a los déspotas. Ves a los chicos en la calle luchando con palos y piedras frente a ejércitos bien pertrechados. Y sabes que es imposible que ganen. Nunca podrán. Ya lo víien París en 1968 y luego lo mismo en EE UU. Por eso los malos hábitos no terminan nunca.

–Vive en EEUU desde hace tres décadas. ¿Qué malos hábitos hay allí?

–Hay un debate fuerte sobre la posesión de armas. Fueron los primeros en escribir una ley para protegerse del propio Estado garantizando el derecho a tener armas. Pero cuando la Constitución fue escrita, estábamos hablando de mosquetes con bayonetas. Eso ha cambiado, hoy son rifles de asalto. Y el dolor llega.

–¿Defiende que haya más control?

–Es algo difícil de hacer cuando no confías en el Gobierno ni en la Policía. Si haces lo correcto y tiras tus armas al río, y la semana siguiente alguien entra en tu casa, sabes que la Policía tardará una hora en llegar. Y piensas: «Ojalá tuviera ese rifle».

–¿Qué puede hacer el rock?

–Creo que el rock ha sido el arma de fuego del mundo artístico. El rock hace mucho ruido, como las grandes armas, y lanza grandes balas de palabras. Hay verdadero poder ahí. No estoy de acuerdo con el hip hop o el rap, porque no hay melodía. Hay rabia, enfado, como era el punk. Yo lo odiaba, porque no era nada. Te decían: «Quítate de en medio, John Lennon está muerto». Prefiero el jazz o el blues, que lanzan su mensaje sin tener que destruir lo anterior.

–¿Y cómo se ve usted a sí mismo?

-Me veo en desarrollo, todavía. Me siento mejor que nunca conmigo mismo que hace 20 años, veo el juego más claramente, y lo sigo jugando sin renunciar a mis creencias. Cuando Einstein llegó a Nueva York, era la primera vez que un científico era admirado, y venía, por cierto, a desaconsejar la bomba atómica. Cuando se fue, le preguntaron qué pensaba de América. Y él dijo: «Será un gran país cuando lo terminen». Y eso sigue siendo así. Hay actitudes como en el Salvaje Oeste.