Pablo Iglesias
10-N: La clave del desbloqueo es el tercero
Los ultimos sondeos de los partidos confirman un Congreso muy dividido y con pactos más difíciles. Socialistas asumen caer por debajo de los 123 escaños y el PP teme a un Vox que crezca exponencialmente.
Los ultimos sondeos de los partidos confirman un Congreso muy dividido y con pactos más difíciles. Socialistas asumen caer por debajo de los 123 escaños y el PP teme a un Vox que crezca exponencialmente.
No habrá terceras elecciones. Pero sí habrá una Legislatura de pactos imposibles en el Congreso, sobre todo si Vox se dispara exponencialmente, y una más que posible sequía total de reformas por la falta de mayorías. Ésta es la sensación que preside la jornada de reflexión en la sede de los principales partidos. Comparten dudas y desconcierto porque los trackings de última hora no despejan el horizonte, sino que lo complican. La sorpresa del domingo sería, precisamente, que las elecciones hubieran servido para reconducir la fragmentación y para abrir una etapa de más estabilidad. Éste era el objetivo de la nueva convocatoria, pero no es el ambiente con el que los partidos echaron ayer el cierre a sus actos de campaña.
A todos les ha sobrado mítines, y eso que ha sido la campaña más corta de la historia. No ha tenido contenido. Y las dos grandes preguntas que la marcaban se han quedado sin respuesta. Ni los candidatos han aclarado sus soluciones para romper con el bloqueo ni tampoco han planteado propuestas sólidas, más allá del ruido de la batalla electoral, para responder a la crisis catalana en lo que se supone que debería ser una acción concertada de todas las fuerzas constitucionalistas frente a un problema de Estado que el 11-N seguirá estando ahí.
Ha sido también una campaña fría, acorde con la falta de entusiasmo de la ciudadanía ante la imposición de una nueva cita con las urnas. Y cada partido carga con sus temores. En el PSOE, diga lo que diga la línea oficial respecto a la mejoría constatada en los últimos días, la realidad es que hoy son más los socialistas que empiezan a asumir que puede ser que el resultado de la estrategia de Moncloa sea recoger menos escaños de los que tuvieron en abril. Una catástrofe para Sánchez porque le dejaría en manos de Pablo Iglesias, aquel al que ninguneó tras las elecciones de abril hasta vetarle en el Gobierno. Y si no manda Iglesias, mandaría entonces Pablo Casado. Las urnas pueden dar la vuelta a los trackings de última hora y desmontar el miedo socialista a perder ganando. Puede ser, si bien la realidad es que ese miedo lo tienen en el cuerpo y la campaña sólo ha servido para agravarlo. Tanto que ya hay muchos conla espada enfilada hacia la cabeza de Iván Redondo, el estratega de cabecera del líder del PSOE.
El PP también tiene miedo a Vox. Exactamente igual que le ocurrió en las anteriores elecciones, aunque ahora haya optado por el camino contrario para combatirlo: el de no moverse de la moderación, salvo salidas de tono puntuales, más personales, por ejemplo por parte de algunos dirigentes como Cayetana Álvarez de Toledo, que vinculadas a una estrategia concertada. Para Casado también sería una catástrofe que se cumplieran los vaticinios que sitúan a Vox tocando el cielo de los 50 escaños.
Ese escenario le ataría de manos en su tarea de oposición y hasta condicionaría la solución al bloqueo político, en el caso de que tuviera que pasar por una abstención de los populares. Con un Vox fuerte en el Congreso de los Diputados, Casado volvería a la casilla de salida de abril. Sería un líder cuestionado y con un partido que otra vez se abriría en canal por el debate estratégico. Si competir con Vox o ignorar a la formación de Abascal, pero con esta última tendiendóle en el día a día de la Cámara Baja trampas parecidas a la de la propuesta para la ilegalización de los partidos independentistas que ejecutaron el jueves en la Asamblea de Madrid.
Para Sánchez y Casado el paso del infierno al cielo es un puñado de escaños. Que Podemos no resista, en el caso del socialista, como había diseñado Moncloa en su estrategia de convocatoria de unas nuevas elecciones. Y, para el popular, depende de que mañana el enfado y el malestar no se traduzca en un voto de apoyo a Vox. Territorialmente han pulsado que ese voto del malestar con la situación política puede llevar incluso a que votantes de centro, o hasta de izquierdas, cabreados con la incapacidad de todos los partidos para llegar a un acuerdo, acaben votando a Abascal, por sorprendente que parezca. La tentación está ahí, y lo que queda es ese margen de error que ninguna encuesta puede detectar y que afecta a cuántos de los que han anticipado estos días un voto de protesta a favor de la formación verde acaben imponiendo la razón al corazón en el momento de dejar su papeleta en la urna.
Los sondeos que manejan todos los partidos en el cierre de campaña anticipan un Congreso más dividido y con pactos más complicados casi que después de las elecciones de abril.
Los escenarios son tres, con Ciudadanos fuera de juego. Que Sánchez tenga que formar gobierno con Podemos y los partidos independentistas, como pudo hacer en abril, bien desde una posición más fuerte, con más escaños, o, por el contrario, debilitado, si queda por debajo de los 123 diputados.Que Sánchez gobierne en solitario, después de negociar una abstención con PP y Ciudadanos. Pero esto último invalidaría a posteriori los acuerdos del PSOE con la izquierda. A nadie se le pasa por la cabeza que PP y Cs puedan abstenerse sin más, para dejar manos libres después a Sánchez para gobernar con el partido que representa a su electorado natural. O bien que Sánchez consiga aquello por lo que planificó estas nuevas elecciones. Una mayoría tan sólida, y un derrumbe de Iglesias, que le permitan someter a Podemos a sus intereses. Las encuestas de las últimas semanas coinciden en negar esta vía.
Si Casado hubiera conseguido convencer al electorado del centro derecha de que haga un voto útil al PP, habría entonces una mayoría alternativa al Gobierno de Sánchez. Pero ninguna encuesta ha confirmado hasta ahora ese escenario.
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