Armada
Un polizón a la Antártida (Crónicas desde el Hespérides): Veintisiete singladuras
En el día de hoy se cumple la vigesimoséptima singladura, es decir, día en la mar, de las 33 previstas en esta primera gran estancia ininterrumpida en la Antártida de la presente campaña.
A lo largo de este mes en la mar hemos tenido dos períodos de apoyo logístico a las bases antárticas, lo que supone una actividad muy intensa para el barco y la dotación, uno de ellos al principio cuando transportamos desde Ushuaia 30 toneladas de material, principalmente víveres, y la otra ayer mismo cuando las bases nos entregaban unas 10 toneladas de residuos, escombros y demás desechos para que nosotros los llevemos a puerto.
El resto del mes ha transcurrido de manera tranquila, sin prisa pero sin pausa, enfocados principalmente en el proyecto científico de la campaña TASMANDRAKE-POWELL 2020 del que hablábamos la semana pasada. Finalizamos el proyecto el pasado lunes a medianoche, poco antes de llegar a isla Decepción para comenzar ese apoyo logístico que comentábamos antes. En tiempo récord, unas 8 horas, atravesamos los Fuelles de Neptuno, la impresionante puerta de entrada a la isla, fondeamos, recogimos todo el material y volvíamos a salir con proa a isla Livingston, donde finalizamos nuestro apoyo en apenas 5 horas.
Para “sobrevivir” a tanto tiempo en la mar, los diferentes miembros de la dotación buscan entretenimiento siempre que el trabajo lo permite. Los hay que se saben ya de memoria el catálogo de películas y series que ofrecemos en un servidor montado a bordo que poco tiene que envidiar a Netflix, mientras que otros queman los minutos y las calorías en el gimnasio que incluso tiene sauna. El buque también se adapta a las nuevas generaciones y hasta tiene una red informática (“gamer”) para que todo el que quiera pueda jugar a diversos videojuegos. Aburrirse es difícil.
Sin embargo, hay que reconocer que este mes de enero no hemos podido disfrutar de unas vistas tan espectaculares como sí hicimos en diciembre, debido principalmente a que la bruma y la lluvia nos ha acompañado casi a diario. En cambio, sí que tuvimos una experiencia única cuando nos metimos en una barrera de hielo lo cual dio pie a imágenes impresionantes en las que todo el mar alrededor del buque era blanco. Pero no solo hemos visto hielo, también hemos podido observar diferentes especies de focas y lobos marinos que se dejaban arrastrar por la corriente boca arriba mientras se acicalaban, recordándonos a algún animal fluvial como las nutrias más que a una especie de esa envergadura. Además, una gran cantidad de cetáceos se acercaban al buque, curiosos por ver de cerca a ese intruso, naranja y metálico, que paseaba por sus aguas haciendo tanto ruido.
En este artículo acabamos fondeados frente a la isla del Rey Jorge, donde esperamos pacientemente a que la meteorología antártica de un respiro y permita que se reanuden los vuelos. Eso nos permitirá desembarcar a diversos pasajeros que llevamos a bordo, ya que han finalizado sus respectivos trabajos en el continente helado y se dirigen a casa. Unos regresan, y otros (veinticinco concretamente) esperan en Punta Arenas a que un avión pueda despegar con garantías suficientes para tomar en el aeródromo de Rey Jorge. La temporada antártica sigue. Enero acaba, y aún queda mucho por hacer y contar por la proa.
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