Eutanasia

Sin pulso

Derecho a vivir protesta contra la ley de eutanasia frente al Congreso de los Diputados
Vista de la protesta organizada por la plataforma Derecho a vivir, bajo el lema "#StopEutanasia", este martes frente al Congreso de los Diputados. EFE/ Luca PiergiovanniLuca PiergiovanniEFE

Corría el año 1898 y España se hallaba sumida en un estado de depresión colectiva: unos días después del armisticio firmado con los EE UU, que puso fin a la guerra de Cuba por la que perdimos «la joya de La Corona», y estando en puertas del Tratado de París –por el que se formalizaría la pérdida del resto de nuestras posesiones ultramarinas: Puerto Rico, Filipinas, y Guam–, Francisco Silvela público un artículo que causó gran impacto en España bajo el título «Sin pulso».

«Las turbulencias se encauzan; las rebeldías se reprimen; hasta las locuras se encauzan a la razón... pero el corazón que cesa de latir y va dejando frías e insensibles todas las regiones del cuerpo, anuncia la muerte y la descomposición…». Este escrito influiría de forma decisiva en el pensamiento de la conocida como «Generación del 98» que, en su pesimismo, forjó una «Idea de España» cerrada a la hasta entonces América española, y que debía mirar solo hacia Europa.

Silvela era el líder indiscutible del partido conservador –tras el asesinato de Cánovas el año anterior– y lo fue todo en la política española de la Restauración. Hombre de talento y erudición, asumió la Presidencia del Gobierno en dos ocasiones, así como diversas carteras de Estado.

Vista con la distancia de 120 años de aquel momento histórico, España se encuentra otra vez sin pulso, pero ahora empujada al suicidio eutanásico por quienes tienen el supremo deber de defenderla.