Coronavirus

Diario de una pandemia

Frente a la tontería y la charlatanería de los políticos, la calle se está portando de forma bastante sensata

A woman walks her dog around the Royal palace in downtown Madrid, Spain, Sunday, March 15, 2020. Spain awoke to its first day of a nationwide quarantine on Sunday after the government declared a two-week state of emergency. The government imposed the special measures including the confinement of people to their homes unless shopping for food and medicine, going to and from work, and to meet other basic needs. The vast majority of people recover from the new coronavirus. According to the World Health Organization, most people recover in about two to six weeks, depending on the severity of the illness. (AP Photo/Bernat Armangue)
A woman walks her dog around the Royal palace in downtown Madrid, Spain, Sunday, March 15, 2020. Spain awoke to its first day of a nationwide quarantine on Sunday after the government declared a two-week state of emergency. The government imposed the special measures including the confinement of people to their homes unless shopping for food and medicine, going to and from work, and to meet other basic needs. The vast majority of people recover from the new coronavirus. According to the World Health Organization, most people recover in about two to six weeks, depending on the severity of the illness. (AP Photo/Bernat Armangue)Bernat ArmangueAgencia AP

«En la egregia ciudad de Florencia, sobrevino una mortífera peste. Y no valían contra ella previsión ni providencia humana alguna, como limpiar la ciudad operarios nombrados al efecto y prohibirse que ningún enfermo entrase en la población, o darse muchos consejos para conservar la salud». Estas palabras, con las que empieza el «Decamerón» de Bocaccio, son las que estuve leyendo ayer en el aeropuerto de Gatwick, mientras intentaba volver de Londres con la incertidumbre de si iba a poder entrar en España por cierre de fronteras. Algunos aviones de British Airways ya habían recibido la orden de dar media vuelta y el Foreign Offi c e recomendaba cancelaciones. Las compañías españolas, sin embargo, todavía seguían cumpliendo sus compromisos. Se comentaba que los retrasos se debían a que muchos controladores aéreos españoles estaban inmovilizados en sus hogares por cuarentena. Después, con horas de retraso, desembarqué de madrugada en un aeropuerto de El Prat desierto. Muchos viajeros llevaban mascarilla y era chocante constatar que la proporción de enmascarados era mayor entre los jóvenes. Paradójicamente, ellos constituyen el colectivo menos vulnerable a los posibles perjuicios del virus. Está claro que, o hay una mayor concienciación entre la juventud, o un instinto suicida y fatigado entre los viejos. La primera sorpresa al repasar las noticias locales, nada más aterrizar, es que Quim Torra y Pere Aragonés todavía no se habían decidido si Dios o Darwin y su aportación a todo el tema estaba siendo, nada menos, que algo así como el «coronavirus territorial». Es la sugerencia inconsciente de que el pensamiento independentista te vacuna contra los virus. Por supuesto, a Torra el autoaislamiento es algo que no le ofrece problema, porque lo lleva practicando desde el principio de su legislatura con los miembros de su propio gobierno y con la realidad.

Su discurso ilustra sobre los peligros de tal soledad absoluta: te puede llevar a quedarte encerrado en casa, hablándole a las paredes y delirando, esperando por lo visto que estas te contesten. Dado su habitual fondo filosófico, todas sus propuestas tienen una atropellada e inevitable tendencia de aroma a «apartheid». Sigue asegurando que la Generalidad va a hacer esto y lo otro, cuando todos los catalanes sabemos perfectamente que, como siempre, no hará nada porque no sabe y porque no puede. Nadie olvida que ha sido un tipo incapaz de sacar adelante ninguna ley en todo lo que lleva de legislatura. ¿A qué tanta farsa y palabrería entonces? Es el momento de la unidad y no para politizar miserablemente el tema. Hay vidas de gente mayor en juego.Con ese panorama por delante, la población regional se contenta con que una epidemia sanitaria como esta no la gestionen las CUP. La situación empieza a recordar al chiste de cuántos polacos se necesitan para enroscar una bombilla: uno para darle vueltas y siete para criticar, para no hacer nada, y para dar versiones vagamente imaginativas de cómo debería hacerse. Afortunadamente, frente a la irresponsabilidad, la tontería y la charlatanería de los políticos, la gente de la calle se está portando muy sensatamente. El taxista nocturno que me recogió en El Prat había adaptado su vehículo para poder hacer su trabajo con la mayor protección posible: un expendedor de gel desinfectante para las manos tal como subían los clientes y guantes de látex desechables para los intercambios de monedas y tarjetas.

El miedo que flota entre todos los autónomos es la regresión general del comercio que va a provocar el abandono de la vía pública por las gentes. En muchos casos, dos o tres meses malos son sufi cientes para echar abajo algunos negocios cuando están arrancando, pasando una época de readaptación o sufriendo un momento apurado. El chiste de última hora de Torra, nuestro cómico local, fue hablar otra vez de «paro de país». Hombre, querer aprovecharse de que se está dando un confinamiento general, por causa de una epidemia, para intentar convencernos de que eso es una huelga general de motivos políticos se me antoja una de las más hilarantes y desorbitadas demencias de virtualidad aumentada que haya visto en política en mi vida. Todas estas ocurrencias e incertidumbres merecen levantamiento de acta. Escribamos, pues, un diario de hechos reales, vagamente basado en todos los cuentos imaginarios y «fake news» que van a diseminarse locamente por nuestra península estos días. Será esa la ocupación a la que podemos dedicar estas próximas jornadas de aislamiento. Porque, bien mirado, estamos ante uno de esos momentos decisivos en los que la gente votante, el contribuyente, va a poder ver quién es quién. Ante circunstancias extraordinarias que requieren medidas inusuales, de poco sirve limitarte a andar criticándolo todo. Lo principal es remar todos en la misma dirección. En este mismo momento, un domingo por la tarde, una multitud de pequeños autónomos estarán frenéticamente haciendo números con sus previsiones para saber cuánto pueden aguantar sin comerse sus beneficios.