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Sánchez se queda solo con los sindicatos

La falta de información y su improvisación alejan el apoyo de los principales actores políticos y económicos

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante la videoconferencia con los presidentes autonómicos desde la Moncloa para tratar la crisis del coronavirus, en Madrid, (España), a 15 de marzo de 2020
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante la videoconferencia con los presidentes autonómicos desde la Moncloa para tratar la crisis del coronavirus, en MadridlarazonMONCLOA

«Nadie quiere contaminarse del desgaste de la gestión de esta crisis sanitaria». Esta afirmación, que nace desde dentro del Gobierno, tiene mucha razón de ser. Nadie quiere «quemarse» con Pedro Sánchez en esta tragedia nacional en la que se ha convertido la lucha para frenar la expansión del Covid-19 en España.

Pero tan cierta es esta justificación como el hecho de que el Gobierno de Sánchez está cometiendo el mismo error que han cometido otros Ejecutivos ante situaciones de crisis parecidas. Ha optado por su «bunkerización» para tapar sus debilidades, en vez de escenificar la implicación de todos los actores políticos y sociales en una acción nacional.

Bien saben en el PSOE pre-Sánchez que el primer error que cometió José María Aznar con los atentados del 11-M fue no implicar desde el primer minuto a José Luis Rodríguez Zapatero en la respuesta a aquella tragedia con una foto inmediata, juntos, en La Moncloa. No hubo foto y sí una estrategia que acabó siendo derrumbada por la verdad.

Sánchez está también cometiendo el error de no dar contenido a los llamamientos a la «unidad». Hace lo contrario de lo que dice, cuando lo dice, porque en general no está hablando con nadie. Los únicos que tienen algo de información son los sindicatos, y por su fuerza en la sociedad actual no son los agentes más representativos ni con más capacidad de influencia. El presidente del Gobierno no ha sido capaz de mantener abiertos puentes sólidos de comunicación con los empresarios. Tampoco con los autónomos. Tampoco con las comunidades autónomas, aunque haya activado el sistema de una videoconferencia semanal.

A la videoconferencia llegan con las decisiones ya tomadas, sin información previa. La tensión territorial ha ido en aumento por la improvisación del Gobierno y la asfixia sanitaria creciente en muchos Gobiernos autonómicos. Sánchez no concierta con las demás partes afectadas por esta crisis nacional.

Está metido hacia dentro y la imagen que da al exterior es la de un presidente desbordado por una situación que realmente es excepcional.

«Sánchez no se fía de nadie». Esta afirmación también sale desde dentro del Gobierno y también puede tener mucha razón de ser. Sus socios son socios coyunturales, que le apoyan, o le apoyaron, pensando más en sus intereses que en el interés común.

Y la relación con el principal partido de la oposición se rompió en la moción de censura que se llevó por delante a Mariano Rajoy y nunca se ha vuelto a recuperar. El jefe del Ejecutivo tiene razón cuando piensa que el líder de la oposición está esperando su momento para aprovechar esta situación a su favor, pero se lo ha puesto muy fácil para dar ese salto. Las conversaciones que han tenido desde que estalló la crisis han sido solo dos, la última vez el lunes de la semana pasada. Y por lo que cuentan parecen conversaciones más de trámite que dirigidas a buscar esa acción conjunta por la que clama Sánchez en público.

El llamamiento a la unidad debe tener contenido para que sea un eslogan a tu favor en lugar de que acabe remando a favor de tu adversario. Sánchez no se fía de Casado. Y Casado tampoco se fía de Sánchez. No están juntos en esta batalla porque las consideraciones de partido han pesado más que las políticas de Estado. Y porque la gestión de Sánchez no ha podido ser más desastrosa. Pero si el jefe del Ejecutivo hubiera convocado a Casado a La Moncloa, hubiera abierto un canal de información permanente, le hubiera consultado su decisión de imponer el cierre total de la actividad económica o le hubiera intentado implicar en las decisiones sobre la compra de material sanitario, al líder popular le habría quedado muy poco espacio para hacer oposición. Sin embargo, no ha sido así. Y ahora el líder del PP, cuando todavía estamos esperando que llegue el pico de la pandemia, se siente legitimado para acusar a Sánchez hasta de mentir porque no le dijo que iba a decretar ese cierre total de la actividad económica, sino lo contrario, que no iba a hacerlo. Posiblemente porque cuando se lo dijo es lo que Sánchez pensaba, hasta que este fin de semana, ante el precipicio del colapso sanitario, tuvo que rectificarse a sí mismo.

El presidente del Gobierno ha roto también los canales de comunicación con los partidos pequeños, los socios de investidura. Dicen en Moncloa que está centrado en la gestión de la crisis, y que los canales de comunicación siguen funcionando en segundos niveles y en niveles técnicos de la Administración. Pero éste no es el camino si se quiere armar una gran acción nacional para ganar la batalla a la pandemia. Y más cuando uno de los principales problemas del Gobierno es la debilidad que le genera que una parte del Consejo de Ministros no tenga experiencia de gestión y piense más en las cuestiones ideológicas que en dar solución a los problemas.

El escudo social es necesario, pero de igual manera es necesario que este Ejecutivo sea capaz de ganarse complicidades entre los agentes económicos, y de todos ellos se escucha la misma queja contra las decisiones unilaterales y sin hoja de ruta.

Sánchez quiere confiar en que el escudo social servirá para borrar parte del desgaste, pero el escudo social es un préstamo con intereses y cuando termine la crisis sanitaria seguirá el duelo social durante mucho tiempo y se agravarán las consecuencias económicas.

«Había que haber creado una gran mesa de acción nacional, con sindicatos, empresarios y oposición. E implicar a todos en la gestión de esta crisis. Fallaron los reflejos, como siempre fallan ante situaciones de este tipo porque en España ya no hay cultura de política de Estado». La reflexión es de un ex ministro, socialista.