Ignacio Ellacuría
“Me han dado la orden de proceder a eliminar a Ellacuría”
Un ex teniente salvadoreño inculpa al ex coronel Montano, único acusado que se sienta en el banquillo, en el asesinato de cinco jesuitas españoles en 1989
El ex teniente salvadoreno Yusshy René Mendoza ha relatado en la Audiencia Nacional los pormenores del asesinato de Ignacio Ellacuría y otros cuatro jesuitas españoles en El Salvador en 1989. Mendoza, que comenzó el juicio como acusado -y a quien el tribunal apartó del proceso al haber prescrito los hechos que se le imputaban- ha declarado como testigo, por videoconferencia, que el entonces coronel Guillermo Alfredo Benavides -quien ordenó asesinar a los jesuitas, a quienes el Ejército vinculaba con la guerrilla del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN)- le dijo “varias veces” mientras estaban en la cárcel que el único acusado que se sienta en el banquillo, el ex coronel Inocente Montano, formaba parte del grupo de militares que dio la orden. Para Montano, que se encuentra en prisión provisional desde que fue extraditado por EE UU en 2017, la Fiscalía pide una condena de 150 años de prisión.
Según ha explicado Mendoza a preguntas de la fiscal Teresa Sandoval, Benavides -actualmente en prisión en El Salvador- reunió a todos los oficiales de la Escuela Militar y -en un clima de hostilidad hacia los jesuitas españoles- les trasladó la orden que había recibido: “Me han dado la orden de proceder a eliminar a Ellacuría”. Según ha matizado, el coronel les expresó que la misma procedía del Estado Mayor, del que formaba parte Montano como viceministro de Seguridad Pública.
“El dijo que su orden de responsabilidad estaba Ellacuría y que le habían dado la orden de eliminarlo y que para ese fin iba a utilizar el batallón Atlacatl”, añadió. “Fue una operación totalmente autorizada, todo el mundo lo supo. Eso tenía que estar aprobado por el Alto Mando”, ha recalcado Mendoza, que formó parte del operativo que se desplazó al campus de la universidad Centro Americana (UCA), donde se alojaban los sacerdotes. “Según la orden del coronel Benavides si no hubo contraorden fue porque el presidente (Cristiani) debió aprobarlo”, ha asegurado.
Benavides, ha contado el testigo en el juicio que se celebra en la Audiencia Nacional, encargó la operación al segundo de la Escuela Militar, el también coronel Camilo Hernández Barahona, pero le insta a no utilizar “las armas de equipo” del batallón. Es entonces cuando el propio Barahona, que pone al frente de esa operación al teniente José Ricardo Espinosa, facilitó un fusil AK-47 (de hecho, con posterioridad a los crímenes se cambiaron los cañones a las armas utilizadas) y le insta a que “no deje testigos” y la da instrucciones para que “hagan parecer como si fuese la guerrilla la que hubiese cometido los asesinatos”.
Respecto a Montano, ha dicho que “lo conocía profesionalmente, pero nunca coincidimos en una unidad”. Asimismo, ha relatado que cuando él estaba encarcelado por lo sucedido, su mujer fue a ver a Montano y le espetó, tras conocer lo sucedido por boca de su marido: “¿Como se les ocurrió ir a matar a los jesuitas?”. “Montano la tomó del brazo y la hizo entrar a su oficina -ha contado-, puso los pies sobre la mesa y le dijo: “Por favor no vuelvas a repetir lo que acabas de decir porque estamos en tiempos de guerra y a cualquiera le puede pasar algo, incluso a ti”.
Según su versión, al campus de la UCA se desplazaron unos 40 soldados, que entraron por un portón que estaba abierto. "Yo me quedé al final porque no conocía el campus. Cuando las columnas comenzaron a entrar y se dispersaron por diferentes sectores, una de las columnas se dirigió a un complejo habitacional (la residencia de los jesuitas) protegido por unas mallas". Un civil les abrió la puerta y los soldados empezaron a entrar.
“Se empezaron a escuchar ruidos fuertes, como si rompiesen puertas”, ha recordado. “Yo entro en una de esas habitaciones y se escucharon disparos en el exterior. Mi primera impresión fue que habían sido sorprendidos por guerrilleros, porque teníamos la información de que dentro había guerrilleros escondidos, y había comenzado un enfrentamiento”.
“Salí hacia el corredor, subí uno o dos escalones y vi los cuerpos de cuatro o cinco personas tendidos en el suelo boca abajo, después de los disparos, aparentemente muertas porque estaban inmóviles”, ha explicado antes de matizar que “no disparé ni vi que dispararan a nadie”. “No había luz eléctrica, no se podía apreciar bien”.
Sobre el suelo yacían los cuerpos de Ellacuría y de los sacerdotes españoles Ignacio Martín Baró, Segundo Montes, Amando López Quintana y Juan Ramón Moreno. En la matanza también fueron asesinados un sacerdote salvadoreño, Joaquín López, y la empleada de hogar de la residencia jesuita, Julia Elba, y su hija Celina. A la mujer y su hija, ha contado, la vio al salir abrazadas en una habitación, pero no habló con ellas.
Terminada la matanza, escuchó decir a Espinosa: “Ya está, vámonos, dé la señal de retirada”. Entonces se lanzó una bengala “y comenzaron a disparar por todos lados. Hubo también explosiones”. Se trataba, ha revelado, de “simular que había un enfrentamiento, pero procedían de ellos mismos”.
Al regresar a la Escuela Militar, ha continuado su relato, Espinosa le dijo a Benavides que estaba “cumplida la misión”. “¿Estaba Ellacuría?”, le preguntó el coronel. “Sí, estaba”. “¿Estás seguro?”, insistió el director de la Escuela Militar. “Sí, estaba ahí, y otros también”. Benavides le tranquilizó: “Está bien, vete a descansar. No te preocupes que todo está bien”.
Según ha recordado, Espinosa llevaba consigo dos maletas y le dijo al coronel que eran "pruebas que habían sacado de la UCA". "No lo vi, pero comentaron que la más pequeña contenía dólares".
Con posterioridad, ha confirmado que el libro de entrada y salida de la Escuela Militar "se tuvo que destruir porque un cadete anotó la salida del batallón Atlacatl y el coronel Benavides -con quien después coincidiría año y medio en prisión- dio la orden para que no hubiera evidencias sobre eso". El propio coronel la ordenó después "que guardara silencio". No lo hizo, y decidió colaborar con la comisión de la verdad, constituida tras la cruenta guerra civil en El Salvador, en el esclarecimiento de los hechos. "Me aconsejaron salir del país porque We podían matar".
El pasado 10 de junio, Montano negó cualquier participación en el asesinato de los jesuitas españoles y dijo que ni estuvo en la reunión en la que, supuestamente, el responsable de la Escuela Militar dio el 15 de noviembre de 1989 la orden directa de asesinar a Ellacuría ni intentó después encubrir los crímenes.En su declaración, mantuvo que tanto el Gobierno como el Ejército eran conscientes de que Ellacuría se reunía “con la cúpula de FMLN”, pero subrayó que “nunca hubo pretensión de hacerle ningún daño”.
Sin embargo, la Fiscalía mantiene que Montano participó en la “decisión, diseño o ejecución” de los asesinatos de los sacerdotes, a quienes consideraban “líderes intelectuales” de la guerrilla.
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