Elecciones

Cataluña será el termómetro del pulso de la derecha en la legislatura

PP, Cs y Vox preparan sus estrategias para dar la puntilla a los competidores de su bloque.

Constitución de las Cortes de la XIV legislatura
El presidente del Partido Popular, Pablo Casado,d., y el líder de Vox, Santiago Abascal,iz., conversan durante la sesión constitutiva de la Cámara BajaBallesterosEFE

Moncloa airea estos días que sus sondeos auguran que Vox adelantará al PP en las próximas elecciones catalanas. Vox dice que en sus estudios llegan al empate en unos nueve escaños con el PP, y otros doce para los naranjas. Ciudadanos se tienta la ropa y no entra en discusiones de encuestas, sobre el mantra de que éstas, en general, siempre les han dado menos representación de la que luego han conseguido en las urnas. Hasta la última etapa de Albert Rivera.

Mientras que el PP sostiene que sus previsiones apuntan a que Vox obtendrá, como mucho, tres escaños por Barcelona. Entre 9 y 12, para ellos; y la debacle «total» de Ciudadanos, que puede caer por debajo de esos doce diputados, después de haber ganados las últimas elecciones autonómicas con 37 escaños.

Las próximas elecciones catalanas serán una pelea de fuerza dentro del constitucionalismo, en un apéndice más de su pugna nacional por el liderazgo y el voto útil. Cataluña la dan por pérdida y en lo que están las tres siglas es en recolocarse para ganar puntos en la batalla hacia las próximas elecciones generales.

Este juego de intoxicaciones en la sombra sobre el reparto de apoyos, en unas elecciones que todavía no se han convocado, es un síntoma de la relevancia a futuro de estos comicios porque abrirán un nuevo escenario para el centro derecha, o así lo piensan sus tres protagonistas.

El PP catalán quiere que se imponga su apuesta por una campaña autónoma, sin desembarco masivo de dirigentes nacionales, y que no siga el hilo a Vox. Ésta es la clave en la que se medirá, sin duda, la posición de Pablo Casado. De arranque, en Madrid suscriben que su mensaje no puede sostenerse en la competencia con el de los verdes, aunque tampoco vayan a hacer una campaña ni contra Ciudadanos ni contra el partido de Santiago Abascal. Lo mejor, «ni nombrarles», sobre la base de la confianza en que estas elecciones pueden derivar en el punto de arranque de una nueva etapa en la oposición de Casado porque «supongan la certificación del declive, sin marcha atrás, de Arrimadas».

Casado ha decidido convertir en una tradición sus desplazamientos de los viernes a Cataluña, si no todas las semanas, la mayoría. Es ya conocido en el partido, y por eso la semana pasada llamó la atención que el equipo de la Comunidad de Madrid y el equipo de Génova no se pusieran de acuerdo para que la rueda de prensa de la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, en Barcelona, fuera el jueves, jornada para la que se había organizado su visita, en lugar del viernes, a fin de evitar que se solapase o hiciese sombra a la del líder nacional. El equipo de Ayuso estaba avisado de que el viernes era el día de Casado. Desde el PP advierten de que la presencia de Ayuso no responde a su «liderazgo nacional», sino a su utilidad por su gestión del Gobierno madrileño, y circunscriben su mensaje a su ejemplo sobre la bajada de impuestos y el modelo de la educación concertada.

Los futuros desplazamientos a Cataluña de dirigentes autonómicos del partido los circunscriben también a un planteamiento sectorial, para que se reúnan con colectivos concretos, pero no como parte de una ofensiva por la que Madrid tome el control de la campaña y de la estrategia electoral. En las últimas autonómicas el PP bajó a los 4 escaños, la misma representación que tiene la CUP en la Cámara catalana.

Ahora, desde la organización regional catalana defienden ir a lo suyo, con un discurso integrador y de concordia que vaya mucho más allá del planteamiento reduccionista de Vox, cuyo único programa es «meter en la cárcel a todos los líderes independentistas».

Para su pulso con Ciudadanos, creen que les da ventaja su programa más liberal, «apoyo a la propiedad privada y dinamizador de la economía», ya que los de Arrimadas, enzarzados en una guerra de partido doméstica, tienen un perfil social-económico más de izquierdas en Cataluña.

La coincidencia en las líneas fundamentales sobre la cuestión territorial y el problema del independentismo hará que en público se disimule lo que en privado plantean como una batalla cruenta por recolocarse para la nueva etapa a nivel nacional que abre la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado (PGE). Hasta la siguiente cita electoral, autonómicas y municipales, se despeja un horizonte valle en el que los tres partidos de la derecha remarán por separado contra la consolidación de la coalición coaligada a PNV, ERC y Bildu.

De hecho, es más fácil que veamos coincidir en la búsqueda de acuerdos a Ciudadanos y al PSOE, al menos intentarlo, que una acción concertada del bloque del centro derecha en el Parlamento.

Si se cumplen los pronósticos de Génova, esa debacle de Cs, el PP dará por amortizado el futuro político de Inés Arrimadas, y con exquisitas maneras Casado hará el vacío a este partido, actuando como líder de sus votantes y de los votantes naranjas. Así ha gestionado su negativa al intento de coalición del partido naranja en Cataluña, calificado por el PP como «una maniobra para hacerles corresponsables de sus malos resultados electorales». Arrimadas echará el resto en Cataluña para salvar los muebles, ganar tiempo y desmentir a quienes pronostican para sus siglas un proceso de decadencia que lleva, irremediablemente, a la extinción, antes o después de las próximas elecciones generales.

Pero el tercer actor, Vox, puede ser el que altere todos los futuribles si los números dan la razón a las quinielas de Moncloa.