8-M

Los expertos alertan del “cóctel explosivo” de contagios

El delegado del Gobierno en Madrid autoriza manifestaciones de hasta 500 personas

Mientras Sanidad recomienda prudencia a las comunidades autónomas al abordar la relajación de medidas, se cancelan todo tipo de celebraciones de Semana Santa, los hosteleros van levantando sus trapas tímidamente y con escepticismo y los especialistas no quieren ni oír hablar de la palabra «desescalada», la ministra de Igualdad y la Comisión del 8-M, avisan de que el feminismo «volverá a tomar las calles» este 2021. Y, al mismo tiempo, en Madrid, el delegado del Gobierno, José Manuel Franco, ha abierto la puerta a que también este año puedan celebrarse concentraciones para celebrar esta jornada. En ningún caso serán manifestaciones multitudinarias como las de los años precedentes. Tendrán un límite de aforo: 500 personas. De hecho, a la Delegación del Gobierno de Madrid han comenzado a llegar en los últimos días peticiones para celebrar por distintos puntos de la región convocatorias feministas y todas ellas han recibido el aval de Franco ya que cumplen con el requisito de tener una previsión de asistencia por debajo del medio millar de personas. A ello se une el hecho de que esas peticiones también incluyen el compromiso por parte de las organizadoras de que se cumplirán con medidas de seguridad como el mantenimiento de la distancia social y el uso de mascarillas durante el recorrido.

Fuentes de la Delegación del Gobierno de Madrid señalan que desde hace meses se están prohibiendo las manifestaciones que plantean en la convocatoria una asistencia que supere las 500 personas. Añaden desde el departamento de Franco que, para fijar este umbral, se basan en los criterios fijados a tal efecto por la Consejería de Sanidad. La polémica autorización de estas marchas provocó ayer el rechazo del alcalde de la capital, José Luis Martínez-Almeida. Por contra, el vicepresidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio Aguado, se mostró a favor.

La cuestión que subyace es hasta qué punto se puede garantizar la seguridad en este tipo de convocatorias, teniendo en cuenta que, aunque se desarrollen al aire libre, suponen una multiplicación de los contactos y ponen en riego a muchas más personas que las que se unen para manifestarse. También, si es necesario que tengan lugar en un momento en que España aún está tratando de salir de la tercera ola. En concreto, Madrid, que sin duda será el epicentro de las concentraciones, es la comunidad que peores cifras ha tenido durante estos últimos meses, tanto en número de casos como en fallecidos.

A esto se suma el fatídico recuerdo de la manifestación del 8 de marzo de 2020, que, según informes independientes realizados por distintas asociaciones, fue la causante al menos de 1.500 contagios. La decisión de autorizar manifestaciones, independientemente del número de personas que las integren, resulta «perversa» para algunos especialistas. «Da igual el número de personas que se reúnan, si 100, 200 o 1000. ¿Menos de 500 es seguro?, ¿quién lo dice? No hay ninguna evidencia científica detrás de esa cifra, cualquier evento en el que reúnan un número elevado de personas supone un riesgo, por lo que me parece una decisión que va más allá de la imprudencia: es irreverente. Supone una ofensa a todas las vidas que se perdieron a causa de la manifestación del año pasado, que fue un evento de supercontagio en toda regla», señala Antonio Burgueño, médico internista y exdirector general de Hospitales de la Comunidad de Madrid.

En la misma línea se expresa Joan Carles March, profesor de la Escuela Andaluza de Salud Pública. «No estamos para manifestaciones, ni de 500, ni de 100. Cuantos más contactos, más contagios, esa es la única realidad que sanemos, y en una manifestación el contacto está asegurado. No entiendo porque nos empeñamos en tropezar tantas veces con las mismas piedras. Aunque estamos en una situación de bajada de casos, el ritmo ha disminuido, hasta estancarse. En Cataluña, por ejemplo, el riesgo de contagio ha subido a 0,99, que es muchísimo. Madrid es una de las comunidades que peores cifras ha mantenido en esta tercera ola. Además, estamos en una época de incertidumbre por las nuevas variantes, llevamos dos meses de mortalidad elevadísima y de mucha saturación en las Ucis. No sé cómo se puede pensar en frivolidades», señala.

Y es que, si bien no hay pruebas de que en concentraciones de este tipo pueda garantizarse el respeto escrupuloso de la distancia interpersonal de 2 metros y el uso de mascarilla, lo que la ciencia sí ha demostrado es que las manifestaciones son eventos de supercontagio, en las que elevar la voz, cantar o entonar proclamas, multiplica el riesgo. Un cóctel explosivo que se esconde detrás de ese 8-M «descafeinado» que el Gobierno ha anunciado. «No podemos jugar con fuego, ni es el momento de poner en riesgo más vidas. Ha muerto demasiada gente como para seguir permitiendo este tipo de cosas», concluye Jesús Sánchez Martos, catedrático de Educación para la Salud de la Universidad Complutense de Madrid.