Rumbo
Barones del PP creen que Ayuso ha devuelto a Casado a la carrera por Moncloa
Dirigentes nacionales y territoriales recelan del cambio de ciclo por Madrid y se mantiene el miedo a la pugna con Vox
El PP nacional nada en la euforia que alimentó el debate del miércoles por las elecciones a la Comunidad de Madrid y por cómo salió del rifirrafe a seis la presidenta madrileña y candidata, Isabel Díaz Ayuso.
Pero la euforia que funciona como cartel electoral, y que responde también a las buenas expectativas que manejan en el equipo de Ayuso, tiene correcciones a nivel nacional en el análisis que hacen en el partido sobre las consecuencias a futuro de los comicios del 4-M.
El debate electoral no ha despejado la principal incógnita que marca la campaña de los populares. En la dirección de campaña de Ayuso comentaban en la misma noche del miércoles que la posición del candidato de Ciudadanos (Cs), Edmundo Bal, les resultaba intrascendente. «Bal nos da igual», fue una de las escuetas valoraciones del candidato naranja en el cruce de mensajes que acompañaron al debate electoral.
Pero Vox sigue siendo el elefante en la habitación: por cómo entra en la Asamblea de Madrid y hasta dónde está dispuesto a llegar Santiago Abascal si consigue tener una posición que condicione el futuro Gobierno de Ayuso.
El debate de televisión ha alimentado incluso en algunos sectores del PP la expectativa en una mayoría absoluta, aunque siguen siendo más los que creen que Ayuso arrasará, pero que también necesitará a Vox. Y el temor a que, aunque ahora no lo digan, Vox sí exija entrar en el Gobierno madrileño está, por supuesto, en el análisis político del 5 de mayo.
En todo caso, la idea del «cambio de ciclo», que Génova ha convertido en un eslogan nacional con el que acompañar la campaña de Ayuso y beneficiarse de su tirón, tiene importantes matices en la lectura real que hacen en el PP del 4-M.
Dirigentes nacionales y territoriales coinciden, esta vez sí, en que el «efecto Ayuso» no lleva a Pablo Casado a La Moncloa, como se airea oficialmente, pero sí devuelve a Casado a la carrera por La Moncloa.
El desastre de las elecciones catalanas le dejó fuera, «le echó a la calle», y el «efecto Ayuso» lo que ha hecho es «volverle a poner de pie para seguir compitiendo». Pero de ahí a plantear la victoria de Ayuso como el seguro que lleva a Casado a La Moncloa hay una enorme distancia en la realidad que se mueve dentro del principal partido de la oposición.
Dirigentes nacionales y territoriales señalan que la victoria de Ayuso deja tres importantes hipotecas a Casado que tendrá que manejar en los próximos meses.
Salvo sorpresa, volverá «a unir al PP a Vox». En este punto, en el partido recuerdan el error de la estrategia de Casado, recién aterrizado en la Presidencia del PP, y que se construyó sobre la idea de que «el partido de Santiago Abascal es una escisión del PP y como tal hay que buscar la línea de atracción para recuperar esa parte que en el pasado fue nuestra».
En las baronías populares actualizan esta idea, vista la evolución de Vox y las consecuencias pasadas de intentar que los verdes volvieran a ser parte del PP, y concluyen que es equivocado pensar que es un fenómeno propio de España, que puede volver a sumarse a la «casa del PP».
«Vox es hoy extrema derecha, y responde a los mismos patrones que se están viendo en la mayoría de los países europeos. No tiene un programa electoral, sino que, simplemente, se alimenta de varios nichos de malestar social como el de la inseguridad, la inmigración o el segmento de población, fundamentalmente masculina, machista o que ha tenido malas experiencias en procesos de separación con sus mujeres. Estamos ante una línea política que es común en toda Europa y que es extrema derecha». La reflexión viene de un dirigente territorial con peso en el actual Comité de Dirección del PP.
La segunda hipoteca que el «efecto Ayuso» le deja a Casado es la que supone que vuelvan a reforzarse las dos almas del PP, que vienen existiendo desde hace años, aunque con momentos en los que han sido amortiguadas por las circunstancias internas y políticas. Con el nuevo Gobierno de Ayuso, de confirmarse el 4-M, Casado tendrá que gestionar el «alma» de la presidenta madrileña y la que tienen los barones que presiden Galicia, Andalucía y Castilla y León.
«Producto político»
Y la tercera hipoteca es el hiper liderazgo de la candidata madrileña. Nadie discute, ni siquiera dentro de Génova, que el «producto político» en el que se ha convertido Ayuso «se come» socialmente a Pablo Casado. «De la misma manera que Miguel Ángel Rodríguez (jefe de Gabinete de Ayuso) se come al equipo de comunicación de Génova», comentan en la dirección del PP.
A esta radiografía interna, y alejada de los eslóganes de campaña, hay que unir las previsiones sobre el futuro del Gobierno de coalición. Moncloa lo difunde con entusiasmo, y en Génova lo admiten en el terreno privado, pero las previsiones de una y otra parte coincide, en que el otoño le puede ir bien a Pedro Sánchez por la conjunción de tres factores: fondos, vacunación y Gobierno de coalición sin Iglesias.
El problema del paro y de los ajustes futuros que tendrá que hacer España para reconducir el desmadre de la deuda y del déficit en tiempos de pandemia lleva a que en el Gobierno fijen para finales de 2022 o principios de 2023 las elecciones generales. La intención de Sánchez es estirar todo lo posible el calendario mientras pueda vivir de noticias positivas, y en el PP también asumen que la Legislatura puede sostenerse hasta esos plazos. La baza de Casado es el derrumbe de la economía, que el Gobierno confía en que evite los fondos europeos, y que el PSOE no sea capaz de recoger el voto que se le va a Unidas Podemos.
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