Isidre y Dolors Orrit Pires, desaparecidos hace 33 años

La trágica historia de los Orrit Pires, los hermanos que nadie buscó

Desaparecieron de un hospital de Manresa con solo 5 y 17 años. A punto de cumplirse los 33 años del suceso, la familia pide amparo en Naciones Unidas

Eran 15 hermanos, el padre había fallecido hacía pocos meses y a los más mayores, aunque no hubieran cumplido siquiera los 18, les tocó asumir roles que quizás no les correspondían por la edad. Pero la necesidad obliga. Los Orrit Pires eran una familia muy humilde de Manresa (Barcelona) a quienes sacudió la tragedia hace casi 33 años. Es cierto que en los años 80 las cosas funcionaban de otra forma en general pero hoy parece que duele ver cómo una adolescente de 17 años debía hacer noches en un hospital para estar al cuidado de su hermano, de solo 5 años. Fue precisamente una de esas noches cuando, como por arte de magia, desaparecieron sin dejar rastro. Ocurrió la madrugada del 5 de septiembre de 1988 en el Hospital de Manresa, cuando el pequeño Isidre fue ingresado tras una reacción adversa a la penicilina que le habían recetado para tratar las anginas. Era la segunda noche que pasaba en el hospital y le tocó quedarse al cuidado a su hermana Dolors, de 17 años y con un pequeño retraso mental. La última vez que les vieron eran sobre las 23:00 horas y a la mañana siguiente, a eso de las 6:00 horas se percataron de que los niños no estaban. Cuando la Policía se presentó en la vivienda familiar para comunicar a la madre de los niños la situación, la mujer no daba crédito. Su hermana Mari Carmen, que entonces tenía 19 años y ya vivía fuera de casa, recuerda que justo llamó por teléfono a casa y su madre le comunicó la noticia. «Busqué a alguien que me bajara al pueblo y fui a buscarla para irnos corriendo al hospital». Allí no las recibió nadie. «Salió al rato una enfermera con el recado del médico: que se iba de vacaciones a Turquía y que no iba a perder el tiempo por la “trastada” de unos niños». Nadie les dijo más: los niños habían desaparecido y nadie había visto ni escuchado nada extraño.

Unas gafas que no eran de Dolors

«No es como ahora que hay cámaras de seguridad y nadie deja a dos menores sin vigilar; entonces la seguridad en los hospitales era mínima», explica la criminóloga y abogada Icíar Iriondo, que cogió el caso en octubre de 2019 y desde entonces no ha dejado de examinar los cabos sueltos de una investigación, a todas luces, insuficiente. El objetivo no es otro que tratar de hacer justicia con estos menores que hoy tendrían 47 y 35 años y cuya familia sigue buscando. Su hermana Mari Carmen, hoy de 52 años, solo pide que su madre no muera sin saber que pasó con los niños. «Cosas raras hubo muchas, como que a Isidre justo le cambiaran ese día de una habitación compartida a una individual o que me devolvieran las gafas que mi hermana había dejado en la mesita de la habitación y resulta que no son las suyas”.

Una condena por agresión sexual

En su día se investigó al personal del hospital y tomaron declaración a varios empleados pero a la criminóloga Iriondo le chirría un dato: el director del hospital (en aquellos años se trataba de un centro religioso), era un hermano de la orden San Juan de Dios que en diciembre del 84, cuatro años antes de la desaparición de los hermanos Orrit Pires, fue condenado por la Audiencia Provincial de Barcelona a seis meses de prisión por inducción al aborto de una menor de 17 años con quien había mantenido relaciones sexuales, una noticia que está en la hemeroteca.

El primer varapalo judicial de la familia llegó en el 89, cuando decretaron el sobreseimiento provisional de la causa al no encontrar motivos suficientes para imputar los hechos a nadie, según la jueza.

Cinco años después, en 1994, la causa se reabrió al aportar un detective privado (que la familia no sabe quién contrató) una serie de informes al juzgado que apuntaban a la familia paterna como responsables de la desaparición de los menores. También en este sentido se manifestó una camarera del Hospital, que al parecer había escuchado a la familia del padre comentar que querían llevárselos con ellos porque no estaban bien atendidos.

Una libreta roja

Sin embargo, la actuación del detective no está del todo clara para la familia y dudan de la veracidad de sus conclusiones. Hace pocos años Mari Carmen encontró una libreta de su madre, hoy una mujer de 80 años, donde ella hacía anotaciones personales de todo lo que iba hablando con el detective y, al parecer, no concuerda con los informes del profesional. Ese cuaderno, no obstante, nunca fue aportado a la causa y es una de las pruebas en las que se basa la criminóloga Iriondo.

A pesar de esos informes del detective la causa volvió a quedar sobreseída en julio del 94 pero la Fiscalía recurrió recordando la gravedad de los hechos. Se solicitó entonces la colaboración de la Interpol para que realizara indagaciones en Francia y Portugal, donde los niños podrían estar viviendo con esta familia paterna. Tras realizar diferentes comprobaciones en centros escolares y de salud de algunas localidades las pesquisas no dieron resultado y en septiembre del 97 quedó cerrada de nuevo la causa.

Delitos prescritos

Aunque el detective volvió a pedir una nueva diligencia al juzgado nueve años más tarde (una supuesta llamada desde Portugal que alertaba de la adopción de unos niños) podría tratarse de una pista falsa y en noviembre de ese mismo año, en 2016, el juzgado dictaminó la prescripción del delito. El juzgado de Instrucción determinó, sin tener prácticamente ningún dato y agarrándose al antiguo Código Penal del 73 (vigente cuando sucedieron los hechos), que habría existido un delito de rapto en el caso de Isidre y otro de inducción al abandono de hogar, cuya víctima sería Dolors. Aunque desde el principio se vieron indicios de criminalidad en la desaparición de los niños (se investigó incluso el tema de tráfico de órganos) el caso quedó cerrado y nadie buscó más a esos niños, a pesar de que durante la instrucción se tomaron algunas declaraciones que fueron realmente extrañas.

Como la de una enfermera que dijo que aquella noche no había dado la medicación a Isidre porque «ya estaba dormido» cuando entró a la habitación. Sin embargo, hay quien piensa que en realidad los niños ya no estaban y nadie dio la voz de alarma. Pero la declaración más impactante fue la que hizo un supuesto testigo que se puso en contacto con el programa «Viva la Vida» de Telecinco, tras un reportaje del caso. También era menor de edad cuando ocurrieron los hechos y aseguró que cuando estaba aquella noche en el hospital cuidando de su hermano, vio cómo un médico se los llevó al sótano del centro hospitalario y allí les inyectaron algo mientras los niños gritaban tumbados en una camilla. Él se quedó rezagado mirando el cuarto, donde había otros dos médicos más. La abogada Iriondo lo puso en conocimiento de los Mossos de Esquadra pero este testimonio no ha podido ser escuchado en sede policial ya que aseguran que no pueden hacer nada sin orden judicial.

Parte de los hermanos y sobrinos de la familia Orriot Pires en Manresa
Parte de los hermanos y sobrinos de la familia Orriot Pires en ManresaLa Razón.

“Tenemos derecho a seguir buscando”

También se puso en conocimiento del Juzgado, respondiendo lo mismo: agarrándose a la prescripción del delito. Y en esa «lucha» se encuentran ahora Iriondo y la familia de Isidre y Dolors, que decidieron acudir al Constitucional. La respuesta le llegó hace menos de un mes: no aceptaban el recurso de amparo porque no quedaba clara la existencia la «trascendencia constitucional» del caso. Ahora ha pedido apoyo al Alto Comisionado de las ONU, amparándose en que su Comité de Desapariciones Forzosas afirmó en noviembre de 2013 que la prescripción del delito de desaparición forzosa sólo se produce cuando «la persona aparece con vida, se encuentran sus restos o se restituye su identidad». Para Mari Carmen todo es «muy frustrante»: «Aunque prescriban los delitos, tenemos derecho a seguir buscando y saber qué pasó con mis hermanos. No voy a parar hasta averiguarlo».