Nueva negociación bilateral

Sánchez quiere posponer la mesa de diálogo con Cataluña a octubre

El objetivo es que sea después del Congreso que tiene previsto celebrar el PSOE

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, recibe al presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, en el Palacio de la Moncloa
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, recibe al presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, en el Palacio de la MoncloaJuan Carlos HidalgoAgencia EFE

Si de Moncloa depende, y consiguen contener las posibles presiones de ERC, la reunión pendiente de la «mesa» de diálogo con Cataluña recibirá otra patada hacia adelante y no se convocará hasta después del Congreso Federal del PSOE, previsto para los días 15, 16 y 17 de octubre, en Valencia. Para la parte socialista del Gobierno no hay prisa en abrir de nuevo ese «melón», del que, en un análisis pragmático y realista, temen que sobre todo salga «ruido» que haga sombra a la campaña de movilización, de un electorado que da síntomas de apatía, sobre el mantra de la recuperación económica.

En el entorno socialista aclaran ahora que Sánchez quiere, «como es lógico», que el con Cataluña sea «tranquilo», «sin demasiado ruido tras los indultos». «Un tiempo de sosiego», precisan, a modo de explicación, cuando se pregunta por la sensación de enmienda que dan las formas y el fondo del discurso de este arranque del nuevo curso político por parte del jefe del Ejecutivo.

La aprobación, el pasado mes de junio, de los indultos a los nueve líderes independentistas, condenados por sedición y malversación en el «procés», se presentó envuelta en una intensa campaña, alentada no sólo desde el independentismo sino también desde los entonces satélites activos de La Moncloa. El objetivo era ligar esta decisión con una gran operación de Estado que permitiría -según contaban- abrir una nueva etapa y un nuevo encaje de Cataluña en España para terminar con el «conflicto», en asimilación del discurso secesionista.

Tan altas eran las pretensiones que en el lado gubernamental hablaban de poder conseguir que la negociación bilateral con la Generalitat sirviese para encauzar un acuerdo, en el que vía, por ejemplo, de una nueva reforma estatutaria se hallara un sucedáneo de votación que enterrase el referéndum de autodeterminación.

Es verdad que ERC siempre ha negado en público que fuera a sentarse en la «mesa» con disposición a conformarse con la marca blanca de su consulta. Pero también el discurso de los republicanos forma parte de una puesta en escena que mira por el retrovisor al ex presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, a la CUP y demás agentes movilizadores del secesionismo.

Las dos partes, Gobierno y Generalitat, saben que la negociación bilateral no llevará, en ningún caso, al referéndum de autodeterminación, pero sí confían en que pueda ser la función de la que salga un diálogo que permita, sobre todo, ganar tiempo para que ERC se recoloque en el pulso con Junts y el PSOE rentabilice en Cataluña los indultos y su voluntad de diálogo.

Con la drástica remodelación en su equipo el presidente del Gobierno ha aprovechado también para hacer limpia en la plantilla de interlocutores con el independentismo. En un tema tan sensible, de ser cierta la trascendencia, prácticamente histórica, de la que hablaba el gurú presidencial, Iván Redondo, hace unos meses, lo más lógico hubiera sido que Sánchez salvara de la quema a los «contactos» ya establecidos con ERC para dar estabilidad al proceso. Pero cayó Redondo. Fue rebajado de grado Miguel Iceta, aunque tuviera el «premio» de consolación del Ministerio de Política Territorial y Función Pública. Y ha salido la portavoz parlamentaria, Adriana Lastra, que presumía de su buena relación con el portavoz de ERC, Gabriel Rufián. En medios socialistas apuntan que la recomposición es «general» porque afecta a «la esencia y las prioridades» de Sánchez ante el nuevo curso político. La dirección de orquesta ha pasado al ministro de Presidencia, Félix Bolaños, que toma el mando en el diálogo con todos los socios de investidura.

Fuentes socialistas puntualizan, en la línea más oficial, que los cambios en esa interlocución responden al deseo de impulsar un «relevo generacional», y que los nombramientos de los cargos parlamentarios van en esa línea. Además de atender a «la necesidad» de terminar con la dicotomía entre Ferraz y Moncloa. «El objetivo es doble, un Gobierno más político y cohesionado, y una nueva Ejecutiva potente para relanzar al partido», añaden las citadas fuentes.

Como explicación oficial tiene su encaje, pero los movimientos de Sánchez están acompañados de otras derivadas que afectan a su también necesidad de reinventarse con un nuevo liderazgo y unas nuevas prioridades para corregir el distanciamiento con su electorado. Dos años son mucho tiempo en una Legislatura, pero la realidad es que hoy las encuestas coinciden en apuntar a una posible mayoría de la derecha, con acuerdo entre PP y Vox.

La pata más débil de esta nueva estrategia de reinvención del «sanchismo» está en la hipoteca con sus socios y con ERC. La precariedad parlamentaria del PSOE sigue siendo la misma, y, por tanto, continúa estando en manos del partido de Oriol Junqueras y de la voluntad de colaboración de los independentistas con su política de tomar oxígeno. La «llave» que Moncloa cree que le facilitará apaciguar al independentismo son los fondos europeos, el dinero que repartirá en los próximos meses a cuenta de Bruselas, y en una buena parte de la deuda de España, ya muy por encima de la media europea.