ETA

Arma propagandística

La presencia de niños en actos de apoyo a ETA y a sus presos pone de manifiesto la continuidad generacional de la causa, fundamental para la banda

Cierran los dos colegios de Labastida (Álava) para evitar contagios
Aulas en el País VascoRAQUEL MANZANARESEFE

El uso de niños para fines propagandísticos es una de las facetas más siniestras y preocupantes de la izquierda abertzale. Desde 2016 Covite se ha volcado en documentar y denunciar públicamente el culto al etarra que se da en el País Vasco y en Navarra, y hemos detectado que los niños siempre tienen un papel activo, incluso protagonista, en todos los actos de apoyo a etarras. Hoy, desprovista ETA de capacidad de atentar, su arsenal se ha reducido radicalmente y ha pasado de ser físico, tangible, a ser inmaterial.

El principal poder de ETA después de ETA son sus ideas, de las que no se ha retractado, y la capacidad de su estructura sociopolítica para que esas ideas sigan calando en una parte de la sociedad vasca y navarra. La presencia de niños en actos de apoyo a ETA y a sus presos pone de manifiesto la continuidad generacional de la causa, lo cual es fundamental para lograr su objetivo de legitimar a ETA.

Pero esta utilización indecente de niños no se reduce exclusivamente a otorgarles un papel destacado en los «ongi etorris» o demás actos de apoyo a ETA. También los usan para pedir la excarcelación de los etarras presos. La estrategia que siguen para ello es aludir al derecho de los niños a estar con sus padres, a modo de excusa para exigir su excarcelación. Lo hacen, por supuesto, ocultando, las razones por las que esos padres están en prisión.

Quizá lo más preocupante de esta cuestión sea la desprotección de estos niños a la hora de ser utilizados como arma propagandística. En el ámbito privado y familiar es imposible evitar que los padres infecten a los niños con ideas falsas sobre lo que fue ETA. Pero en el educativo no debería serlo. Y, sin embargo, la inacción institucional en esta esfera ha sido total a lo largo de las últimas décadas. Cada cierto tiempo se hacen públicos datos estremecedores sobre el enorme desconocimiento que tienen las nuevas generaciones sobre el terrorismo de ETA. Muchos se escandalizan y se atreven a formular conclusiones sobre la supuesta desidia o indiferencia de los jóvenes ante esta realidad. Pero casi nadie se pregunta: ¿qué culpa tienen ellos? Son de una generación que ha tenido la suerte de no vivir bajo la amenaza del terrorismo etarra. Quienes han permitido esto han sido los políticos que han gobernado nuestro país, que jamás se han preocupado en serio por este asunto.

Hasta hace muy poco en los libros de texto educativos ha habido una clamorosa omisión de lo que ha sido la historia del terrorismo en nuestro país. Por fin se está trabajando para revertir esta situación gracias a la labor de algunas instituciones como el Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo o la Fundación Víctimas del Terrorismo, por poner algunos ejemplos. Pero hay un gran obstáculo en la ejecución de esta tarea: la educación que se imparte en muchas ikastolas y colegios del País Vasco y Navarra no se basa en los hechos históricos, sino en la propaganda abertzale. Un ejemplo ilustrativo de esta realidad fue el efusivo apoyo que el máximo dirigente de la asociación Ikastolen Elkartea, Koldo Tellitu, mostró a los homenajes a etarras a través de su cuenta de Twitter en julio de este año. Dijo sentir una «profunda emoción» con los «ongi etorris». Bajo su dirección hay nada menos que 110 centros educativos privados. ¿Cómo podría revertirse este adoctrinamiento en la cultura de la violencia? Tendría que ser una prioridad para las instituciones públicas, pero nunca lo ha sido y sigue sin serlo ahora. Por lo que mucho me temo seguiremos viendo cómo la izquierda abertzale utiliza a niños como arma arrojadiza para su propaganda.