Adelanto electoral

Alarma en el PP por el perjuicio electoral de la crisis con Ayuso

El PP cierra el curso sin perspectivas de «paz» en Madrid. Preocupa que la crisis afecte a las citas electorales de 2022. El partido visualiza las «desautorizaciones» y los «guiones distintos»

El líder del PP, Pablo Casado y la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, a su llegada al acto institucional celebrado con motivo de 43 aniversario de la Constitución
El líder del PP, Pablo Casado y la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, a su llegada al acto institucional celebrado con motivo de 43 aniversario de la ConstituciónChema MoyaEFE

El próximo jueves se vota en la Asamblea de Madrid la Ley de Igualdad de Vox, que recoge la derogación de las leyes LGTBI de la Comunidad de Madrid, en concreto la Ley Trans y la Ley de Protección Integral contra la LGTBifobia. Una semana después se votará el Presupuesto de Isabel Díaz Ayuso, que podrá sacar adelante gracias al pacto con Vox.

El sentido del voto del Grupo Popular madrileño, que se debate entre la abstención y el «sí», lo marcará la presidenta madrileña en el ejercicio de sus funciones y sin consultar a Génova. Pero el alcance de esa decisión, como tantas otras que se adoptan en la política madrileña, tiene recorrido a nivel nacional. Como también lo tiene el estado de las relaciones entre Génova y Ayuso.

El PP encara un año electoral decisivo, por los comicios en Andalucía y la perspectiva de que también haya urnas en Castilla y León, donde el partido localista Por Ávila amenaza ahora con no aprobar los Presupuestos del Gobierno de Alfonso Fernández Mañueco.

Cuando los «líos» de los partidos se resuelven, los daños se minimizan, cuando se hacen permanentes, afectan siempre a la marca a nivel nacional, más en unas comunidades que en otras. Madrid tiene mucha influencia en buena parte del territorio y la cronificación del choque entre Génova y la Puerta del Sol perjudica al conjunto.

De hecho, en la dirección nacional crece por días la preocupación por el coste de esta crisis y miran a Andalucía y a Castilla y León con la esperanza puesta en un milagro que haga que dos mayorías suficientes y holgadas en estos feudos sirvan para girar el foco y llevar a un segundo plano el «efecto Ayuso».

Pero por más que estos días haya quien ha ido esparciendo el rumor de un intento de acercamiento entre Casado y Ayuso, la realidad es justo la opuesta y si se pone la lupa sobre los dos dirigentes se observa que son notas discordantes entre las que casi pesa más la ruptura personal que la política. El baile en las fotos y las puestas en escena en el territorio público no dejan de ser poses que no tapan la realidad dentro del partido.

Dicen en el PP que Casado debe arrancar el nuevo curso demostrando que «está por encima de esta crisis», que «se tiene que elevar», pero el líder popular llega al descanso de las Navidades bajo la presión de saber que en su partido perciben que está desarmado frente a los «tanques» de Ayuso (nada menos que el Presupuesto de la Comunidad de Madrid).

Así, en el PP toman nota de cómo el mismo día que él insiste en la necesidad de una ley de pandemias, la presidenta comenta en un corrillo con periodistas, en off, que ella no necesita esa legislación y que prefiere seguir adoptando sus propias decisiones (que, por cierto, fueron arriesgadas, pero le salieron bien) antes que ponerse en manos del Gobierno de Sánchez. En el PP tampoco pasan por alto que Ayuso, que está en racha, nadie se lo niega, ha multiplicado su asistencia a copas de Navidad, y puede participar hasta en tres en el mismo día, dentro de su campaña hacia el congreso, mientras que la dirección nacional desaconseja que se realicen este tipo de eventos por la pandemia. En Sol se quejan de que la dirección del PP de Madrid no arrope a la presidenta en sus actos, y en Génova protestan porque los de Ayuso no dejen hablar a su representante, Carlos Izquierdo, en esos actos. Las dos son versiones de parte.

Casado y Ayuso «están rotos». En lo político y en lo personal, porque donde había una amistad que venía de tiempo atrás, ahora en el entorno del líder popular dicen que lo que hay es «decepción», que se siente «defraudado y engañado». La desconfianza llega hasta al nivel de que trasciendan las sospechas que dice tener la dirección nacional sobre que Ayuso, supuestamente, utiliza su «tanque» para orquestar campañas contra Casado. Hasta creen ver su mano detrás de las encuestas que dan a la baja a Casado, al tiempo que no encuentran el camino para recomponer la figura frente a un Gobierno al que se le multiplican los problemas.

De momento, Ayuso tiene ganada la batalla de la comunicación y la de la opinión pública porque las reglas sobre las que se mide la lealtad y la disciplina orgánica dentro de un partido no contabilizan en la calle.

Tiene también a su favor la decisión estratégica de Vox de no bloquearle el camino porque los de Santiago Abascal creen que cuanto más crezca ella, más débil puede estar Casado en clave de próximas citas electorales. Así, sus Presupuestos son los únicos que han recibido el aval de Vox, objetivo que no han permitido cumplir ni al equipo de José Luis Martínez Almeida ni tampoco al PP andaluz. Y no será porque el presidente andaluz, Juan Manuel Moreno, y Almeida no hayan puesto esfuerzos en la tarea de garantizarse la estabilidad con la actualización presupuestaria.

En la derecha, en su conjunto, se frotan las manos haciendo cálculos del coste que puede tener para Pedro Sánchez el error de Pablo Iglesias de haber designado a Yolanda Díaz como su sucesora. Valoran que la vicepresidenta ya ha conseguido un éxito que no logró nunca Iglesias, el de no provocar rechazo ni miedo, lo que la hace más peligrosa para el PSOE. Pero, en otra parte de la derecha, también echan números sobre la ventaja que les puede dar el fracaso de Casado a la hora de tapar su choque con Ayuso. Y esto sí que no se veía venir, a diferencia de lo que dejaba ver desde el principio el movimiento de Iglesias.