España

No fue un discurso sanchista

El Rey Felipe VI no está para proponer «la mochila austriaca»

Es sabido que el Gobierno conoce el discurso del Rey antes de ser grabado. Esto no supone que tenga el derecho a reescribirlo, añadir frases o quitar expresiones. Tan solo puede sugerir cambios porque el Rey es libre en la composición de sus alocuciones. El análisis de sus palabras de este año demuestra la independencia de la institución frente a los cambios de Gobierno. El espíritu es el mismo. Por tanto, no fue un discurso sanchista.

El error está en buscar en el Rey lo que no es. No se trata de un analista político ni de un jefe de partido. Tampoco es un particular ni un youtuber. No se puede buscar en S.M. una opinión para todo a gusto de cada uno. A Felipe VI hay que exigirle que cumpla su papel institucional, ser neutral en la defensa de la legalidad vigente, y representar a todos. Esto es lo que hace. Ni más ni menos.

Rasgarse las vestiduras porque no ajusta cuentas con un partido político puede ser rentable para el analista crítico, pero no para la Corona. La política con mayúsculas no se hace así. El Rey tiene que mostrar en un discurso televisado que no llega a diez minutos los valores permanentes y las preocupaciones generales. Así es la monarquía en un sistema democrático. Si el discurso hubiera sido sanchista no habría hablado de nación española para el futuro, sino de Estado plurinacional. Tampoco habría defendido con ahínco la Transición y la Constitución, así como los últimos cuarenta años, incluidos los quince de gobierno del PP. De ser sanchista habría dicho que el «régimen del 78» ha traído cosas buenas pero muchas decepciones, que está anticuado y precisa una actualización. El alegato a favor de la Constitución, la «viga maestra» según sus palabras, no está en el decálogo sanchista aunque el 6 de diciembre el Presidente dijera que hay que cumplirla de «pe a pa». Si así fuera no tendría como socios a los que quieren desgarrarla, le faltan al respeto y son desleales. La defensa de las últimas cuatro décadas y del inicio de este periodo democrático contuvo una referencia implícita e institucional a su padre, Don Juan Carlos. Sin continuidad, coherencia y legalidad no hay monarquía posible en una democracia. Pero esto es válido para cualquier institución, y por eso el Rey hizo referencia, cómo no, a lo que necesita un sistema democrático con tensiones: el consenso y la responsabilidad.

La mención al consenso no es sanchista. Todo lo contrario. Quizá sea necesario recordar que este Gobierno ha abusado del decreto-ley más que ningún otro en nuestra historia, y que ha aprobado los PGE sin escuchar siquiera a la oposición. Nada de eso se hizo con consenso. Si hubiera sido sanchista habría pedido al PP que se avenga a aceptar sin rechistar la voluntad nacional expresada por el Gobierno. No obstante, la soberanía reside en las Cortes, no en el Ejecutivo, por lo que la referencia del Rey, una vez más, se ajusta a la pureza constitucional.

Las alusiones al medio ambiente, la igualdad entre hombres y mujeres, y la inclusión social no son sanchistas, sino los lemas de la Unión Europea desde hace años. Lo mismo puede decirse de su referencia al Estado del Bienestar, modelo que de alguna u otra forma se sigue en todo el continente. Felipe VI no está para proponer «la mochila austriaca» o aplaudir más impuestos para mantener «la caja de las pensiones». Tampoco para valorar leyes de partido sobre la eutanasia o el aborto. Su labor es felicitarse si todo se hace por consenso político porque ese, y no otro, es su papel. Último desengaño para los críticos: un Rey debe ser líder en un único sentido, en el de transmitir respeto a la legalidad e inocular esperanza. Cuando los tiempos son complicados, es preciso que el Jefe del Estado sea la voz positiva. Eso hizo.