Opinión

Hundir España, salvar a Sánchez

“O le da exactamente igual lo que ocurra con su país más adelante, cuando ya él no tenga que rendir cuentas o la aspiración es electoralista”

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez
El presidente del Gobierno, Pedro SánchezAlberto R. RoldánLa Razón

Toda esperanza de Pedro Sánchez para la recuperación económica de nuestro país pasa, ahora mismo, por Europa. Pasa por el reparto escrupulosamente acertado de los fondos europeos y pasa también por las reglas fiscales que, ya le advierten, es necesario reimponer de nuevo tras la suspensión pandémica.

En cuanto a los fondos y su reparto, a Sánchez, que monta un circo y le crecen los enanos, no le dan tregua. A los anuncios por parte de varias comunidades con gobiernos del PP, incluído el Madrid de Díaz Ayuso, de recursos ante la justicia por las dudas y sospechas en cuanto a los criterios aplicados para efectuar ese reparto, se suman también, por ejemplo, las críticas del sector hostelero. Si los primeros acusan al Gobierno de repartir arbitrariamente los fondos y no piensan quedarse de brazos cruzados (Casado avisa ya de su intención de denunciar el atropello ante Europa si es necesario), los segundos se muestran profundamente decepcionados con la asignación llevada a cabo hasta ahora. Acusan al Gobierno de aplicar criterios territorialistas y de no escuchar al tejido empresarial, desaprovechando así una muy buena oportunidad de transformar la economía española y que es lo que, consideran, podía suponer la llegada y a una acertada gestión de los fondos.

Pese a que desde el gobierno se insiste en que Europa confía en España y que los deberes están hechos con nota, lo cierto es que Sánchez es consciente, no puede no serlo, de que la sostenibilidad de las finanzas públicas dependerían ahora mismo de que las reglas fiscales, en lugar de reimponerse como piden desde Bruselas, se relajasen lo máximo posible. Pero no parece que la exigencia sea, precisamente, por ser los más listos ni los más guapos de la clase. Más bien al contrario. Se sitúa España a la cabeza de los países europeos con mayores dificultades para recuperarse económicamente, aunque el tono triunfalista y autocomplaciente de este Gobierno (en su línea, tampoco nos engañemos) sugiera que las campanas tañen a boda en lugar de a muerto.

Pero abusa Sánchez de su confianza en la benevolencia europea. Se comporta como un niño pequeño y malcriado que lo quiere todo: quiere el dinero, quiere gastarlo a su antojo sin control ninguno y quiere, además, hacerlo en las condiciones que solo a él le beneficien, sin dar nada a cambio. Pero si pensaba que con Olaf Scholz lo tendría fácil, hermandad socialista mediante, ha pinchado en hueso: el canciller alemán defendió abiertamente esa recuperación de las reglas fiscales cuyo fin es el de controlar el déficit, en contra de la postura de nuestro presidente que aboga por ampliar la suspensión para estimular la economía gracias a la mayor flexibilidad que otorgaría esa laxitud, incluida la mayor capacidad para endeudarse. Y es que el pensamiento de Sánchez es tan cortoplacista que a uno le cuesta poco imaginar que esté convencido de que tras él no hay nada. Que España es él y con él se acaba.

O es eso, o le da exactamente igual lo que ocurra con su país más adelante, cuando ya él no tenga que rendir cuentas. Y es que no parece la mejor de las ideas incrementar gasto y deuda, sin preocuparse lo más mínimo de que también lo haga, desaforadamente, la presión fiscal. No lo parece, insisto, si de lo que se trata es de conseguir la tan necesaria y ansiada recuperación económica del país. Otra cosa es que lo importante aquí para Sánchez sea salvar su Ejecutivo, que la aspiración sea electoralista. Entonces ya sí. Yo ahí, me quito el sombrero: el plan es perfecto para hundir un país a la larga mientras se salva hoy su culo.