Entrevista

«Ser una buena magistrada o una buena abogada es difícil. Hay que poner el alma»

Jueza en excedencia, Alejandra Fontana afronta ahora la asesoría jurídica con «espíritu de servicio». “Siempre se me ha dado muy bien escuchar y aconsejar”, afirma

Alejandra Fontana, abogada y magistrada en excedencia, en la entrevista con LA RAZÓN
Alejandra Fontana, abogada y magistrada en excedencia, en la entrevista con LA RAZÓNJesœs G. FeriaLa Razon

Tras casi dos décadas como magistrada, Alejandra Fontana ha afrontado el reto de ejercer la abogacía. Su nombre adquirió notoriedad cuando en 2018 ordenó el secuestro cautelar del libro «Fariña» y aún le cuesta no hablar de los jueces en primera persona del plural, pero su vida ya ha dado un giro. Tiene tiempo para escuchar. «Esa labor humana siempre me ha gustado», señala sobre su estrenada labor de orientación jurídica.

¿Qué le ha resultado más complicado en ese giro profesional?

Al dejar la judicatura sales de tu zona de confort y del ámbito público. Es un trabajo precioso, pero estamos siempre sobrecargados. Ejerces tu trabajo a trancas y barrancas y a veces te sientes como una expendedora de sentencias. Es algo que llevaba meditando unos años porque necesitaba probar otra cosa, pero me daba miedo. Estás acostumbrada a un ritmo de vida muy fuerte y de repente es como ¿y ahora qué hago?

Su experiencia en los tribunales, ¿ayuda a ser mejor abogada?

Yo creo que sí. Al final eres un operador jurídico más, aunque tienes otra función. Y sabes mucho de los abogados, porque estás leyendo continuamente sus escritos.

Ahora, viendo la administración de justicia desde el otro lado, ¿qué cambiaría de su etapa como magistrada en la forma de relacionarse con los letrados?

Yo intento ser muy respetuosa con todo el mundo, lo mismo con el ciudadano que llega al juzgado que con los abogados. Por ese tema he tenido a veces algún conflicto con compañeros que son unos déspotas en sala. Eso para mí no se puede consentir. Se han perdido mucho las formas y la educación a todos los niveles. Yo también me he encontrado con abogados maleducados, y los he puesto en su sitio. Tengo la conciencia muy tranquila.

¿Qué espera ofrecer al ciudadano en esta nueva etapa?

He montado un servicio que está fuera del ejercicio de la abogacía en los tribunales. Simplemente de orientación y con la finalidad de frenar tanta acción judicial. En España somos muy guerreros y a la mínima vamos a poner una demanda y así se colapsan los tribunales. Y a lo mejor no hace falta, porque no es la vía para resolver tu conflicto. Muchas veces, como magistrada, he pensado: «¿Pero esto qué hace aquí?» Hay un perfil de personas que no saben cuáles son sus derechos y se encuentran bloqueadas por problemas familiares o de otro tipo. Se trata de explicarles todas las acciones que tienen a su favor.

Su nombre acaparó titulares cuando ordenó el secuestro cautelar del libro «Fariña». ¿Qué recuerda de esa experiencia?

Qué horror fue eso. Yo soy una apasionada de los libros, pero tenía que decidir sobre una petición urgente de medidas cautelares. El informe del Ministerio Fiscal pedía el secuestro del libro y la paralización de la serie de televisión. No pensé en la trascendencia que podía tener el asunto, lo abordé como un asunto importante más. Acepté el secuestro del libro, pero no la paralización de la serie. Y se montó todo el follón. Fue una decisión ajustada a Derecho, aunque a veces siendo juez tienes una información limitada y te puedes equivocar. Yo resolví en conciencia, como he hecho en toda mi carrera.

Es especialista en Derecho Civil, Penal y de Familia. ¿Qué ámbito le resulta más gratificante?

Lo que más me gusta es el Penal, porque es más dinámico, aunque asumes mucha más responsabilidad. Pero es verdad que cuando me fui de Manacor a Palma y me quité el Penal me noté mucho más relajada. Ya no tienes tanta responsabilidad. Y los asuntos de familia son menos jurídicos. Estás decidiendo con una información muy limitada sobre la vida familiar de la gente. Por supuesto emocionalmente estás más implicado.

¿Cuál es su diagnóstico de la situación que vive la Justicia?

Está sobrecargada. Hay poquísimos jueces para toda la conflictividad que existe. Cuando dices a la gente que eres juez, piensan en el Consejo General del Poder Judicial y en que está todo politizado, que es lo que se percibe en los medios. Por lo que yo conozco no es verdad que la justicia esté politizada. Los jueces son independientes. Sí es verdad que el CGPJ deberíamos elegirlo nosotros y se despolitizaría bastante. Porque esa imagen redunda en perjuicio de los propios jueces.

¿Cómo cree que ven los ciudadanos a los jueces?

Tienen cierto respeto, aunque en general el respeto a la autoridad ha caído bastante. A mí me ha venido gente a la sala mascando chicle. Esa falta de respeto se nota también en los tribunales.

El ICAM celebra el próximo 20 de diciembre elecciones a decano. ¿Cree que la institución representa al conjunto de la abogacía? ¿A qué se debe el desapego hacia el Colegio de los propios abogados a la vista de los escasos índices de participación?

Es que no hay voto electrónico en el siglo XXI en Madrid capital. ¿Cómo puede ser eso? Claro, no va nadie a votar porque además ponen las urnas en un hotel a las afueras... No he conocido a los demás candidatos pero sí a Beatriz Saura, porque me invitaron a un acto, y me ha encantado. Tiene unas ideas que me gustaron mucho. Tiene un equipo de gente, la mayoría mujeres, muy guerreras. La impresión que me dio fue buenísima.

La abogacía exige mucha dedicación ¿su conciliación familiar es ahora mejor o peor que antes?

Todavía no he despegado, pero va a ser mucho mejor. Una orientación jurídica no tiene nada que ver con un juicio. Yo te oriento, pero eres tú el que decides. Cuento con experiencia y lo mejor es que tengo tiempo escuchar y para orientar a la gente. Cuando vienen y me preguntan si pueden contarme su historia, estoy feliz de escucharlas, porque son las historias reales, no las que me encontraba en el juzgado, que estaban ya mediatizadas. Para esa labor humana, que es la que siempre me ha gustado, en el juzgado tienes muy poco tiempo.

Por su experiencia en el despacho, ¿cómo se acerca el ciudadano a la justicia?

Despistado, con desconocimiento... La gente viene con miedo, desorientada. Tiene un problema y no sabe bien por dónde tirar ni cómo se resuelve ni si tiene posibilidades de éxito ni a dónde acudir. Yo lo que intento es darles paz y confianza. Porque siempre se me ha dado muy bien escuchar y aconsejar. Creo que tengo la visión de lo que le hace falta a una persona y de lo que quiere. A menudo la gente no es consciente de las consecuencias que pueden tener sus decisiones, porque cuando están tan afectados emocionalmente no tienen claridad mental y se suelen obcecar.

¿Es más difícil ser una buena magistrada o una buena abogada?

Las dos igual. Ser un buen profesional es difícil. Hay que poner el alma. A veces te equivocas pero suele salir bien. Y sobre todo hay que tener espíritu de servicio, especialmente en el ámbito público. Yo soy cristiana y lo tengo hasta la médula. Para mí eso es fundamental.