Opinión

Le toca el turno a la Sanidad

La política dominante de “quitar grasa” al Estado favoreció el debilitamiento de uno de los pilares del estado de bienestar

Las movilizaciones sanitarias son la punta del iceberg de un problema que viene fraguándose desde hace años, aunque han empezado hace unos meses en Madrid, y se han ido extendiendo a lo largo y ancho de todo el país. De momento, están convocados paros en Andalucía, Aragón, Cataluña y Extremadura y la huelga de médicos madrileña puede secundarse en Cantabria.

El debate clásico sobre la sostenibilidad económica del sistema sanitario se vio roto con la crisis de 2008. El austericidio que asumieron los estados miembros de la UE tuvo como consecuencia el recorte de gasto en prestaciones públicas y, en algunos casos, desinversiones.

La situación en España alcanzó el clímax con el famoso RD 16/2012, que supuso un retroceso importante tanto en la concepción del sistema como en su cobertura.

Recortes en la cartera de prestaciones, en la cobertura poblacional y el impulso a los copagos fueron los elementos más destacados del ajuste presupuestario en materia sanitaria que hizo, en ese momento, el gobierno de Rajoy. En definitiva, un cambio en el paradigma.

Se redujo el gasto en donde era fácil hacerlo y no en donde hubiese tenido menos consecuencias. Rescisión de contratos de prestación de servicios y contrataciones de personal más precarias e insuficientes ganaron la partida frente a una mejor ordenación de infraestructuras y recursos que era deseable.

En definitiva, la política dominante de “quitar grasa” al Estado favoreció el debilitamiento de uno de los pilares del estado de bienestar. Cuando llegó la tibia recuperación económica de 2019, la preocupación fundamental de las políticas públicas era restablecer los niveles de deuda precrisis y lograr crecimiento económico a toda costa y gastar seguía demonizado.

Cuando sobrevino la pandemia Covid-19, pero el sistema sanitario ya estaba tocado. La elevada presión asistencial fue el centro del debate, pero el tratamiento y seguimiento de enfermedades crónicas, el diagnóstico precoz y determinados cuidados paliativos empeoraron. No había recursos suficientes para todo.

Las movilizaciones de los médicos pueden tener éxito porque la sociedad está concienciada de lo que ha venido pasando. Ayuda la beatificación que han experimentado los sanitarios durante la pandemia y que estemos en año electoral.

Pero la solución al problema no son unos parches aquí y allá o un aumento salarial de los médicos. De la misma manera que se empieza a abordar en serio la cuestión de la sostenibilidad de las pensiones, le toca el turno a la sanidad.