28-M

Amargas victorias, dulces derrotas

Estamos en un escenario en el que de la gloria al fracaso apenas hay unos puñados de votos

Desayuno informativo de Fórum Europa con Isabel Díaz Ayuso, presentada por el líder del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo
Desayuno informativo de Fórum Europa con Isabel Díaz Ayuso, presentada por el líder del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo David JarLa Razón

La ansiedad es un mecanismo de defensa del organismo frente a estímulos que son percibidos como amenazantes o peligrosos. Advierte del peligro inminente. En la política española la ansiedad, tras el parón de Semana Santa, avista dos peligros inminentes a la vista: las elecciones municipales y autonómicas del próximo 28 de mayo y las previstas para diciembre. Esto ha disparado esta percepción en todos los partidos que se afanan por superar los imputs negativos de lo más peligroso y tenebroso en estos momentos: las encuestas. O sea, se ha disparado el estrés.

Unos ganan pero les atenaza el sentimiento de amarga victoria. Los números no dan para gobernar en unas generales y los números, demasiado entusiastas y con expectativas desmedidas, empiezan a enseñar su cara oculta. Esa que dice que puedes ganar pero que la victoria se parecerá mucho a Pirro frente a Roma. Vamos, que los costes superarán a los éxitos, lo que augurará movimientos de sillas en la sede de Génova y más si Isabel Díaz Ayuso se impone con solvencia en Madrid.

Otros pierden pero se aferran a la esperanza. A la dulce derrota como dijo Felipe González. Los números se quedan escasos en unas generales, pero la coalición sigue siendo válida. En las autonómicas, la fortaleza de los barones socialistas es un revulsivo, porque son elecciones autonómicas no generales y entran en juego otros baremos. Javier Lambán, presidente de Aragón, lo expresó así en una entrevista con Carlos Herrera: «Aragón quiere tener voz propia y rechaza el ruido de Madrid».

Tiene razón. El Partido Popular se equivoca si plantea el 28-M como un adelanto de las generales o un plebiscito sobre la figura de Alberto Núñez Feijóo.

Sin embargo, el PSOE ve como pierde electores a diestra y siniestra. Un 10% al PP y 200.000 al espacio morado. Su electorado no está en tensión, lo que se traduce en números escuálidos para las elecciones de diciembre. Lo fían todo a la resistencia en las municipales –ganar Barcelona y mantener Sevilla– y en las autonómicas conservando la mayor parte del poder. Ciertamente si el PSOE resiste el escenario cambiará, pero debe retener la sangría de voto sabiendo que el presidente del Gobierno no es un valor añadido. Ni en mayo, ni en diciembre. Por suerte, la alternativa Alberto Núñez Feijóo no acaba de rematar, hace agua y comete errores de libro que pueden castigarlo como aspirante.

Las permanentes pugnas en el Gobierno no ayudan a la movilización y la incertidumbre en el espacio morado desata todas las alarmas. Si Yolanda Díaz y Podemos se enfrentan en las urnas, la izquierda puede ver como se aleja la posibilidad de hacer un gobierno continuista. Y si van juntas el PSOE puede resentirse en voto. También Vox. Si la izquierda va unida la ultraderecha será sobrepasada en las 26 provincias que eligen menos de 7 diputados, y si Vox queda como cuarta fuerza perderá diputados y el PP no se mudará al Palacio de La Moncloa. La prueba del algodón fueron las andaluzas y ahora serán las madrileñas. Si Podemos se queda fuera de la Asamblea es posible la mayoría absoluta del PP. Si entra, no pone en cuestión la mayoría de Ayuso. Ambas no son buenas noticias en la calle Génova.

Estamos en un escenario en el que de la gloria al fracaso apenas hay unos puñados de votos. Quién se ponga nervioso y se le note lo pagará en las urnas. Ahora toca fijar los mensajes y el relato. Mensajes y relato que deben atraer el voto necesario para vencer en autonómicas y municipales. Quién quiera correr de más y solo pensar en las generales cometerá un sonoro error. El elector equidistante y dudoso no votará el 28-M en clave nacional. Votará en clave local. Ese camino solo lo elegirá el votante más cafetero y convencido y este colectivo ahora no es el electorado clave. Algunos no lo han visto y se abocan a amargas victorias. Otros sí, pero cuidado con las dulces derrotas. No hay que confiarse. En conclusión, ansiedad desbocada porque el peligro está ahí.