Rebeca Argudo
El artículo de Rebeca Argudo: Una mujer de palabra
Los extremeños votaron cambio y tienen otra vez al PSOE en la Asamblea. La única manera de alcanzar un acuerdo es ceder un poquito cada uno
María Guardiola ha cometido un error estratégico y veremos cómo de caro le sale a Extremadura. No a la permeable, signifique eso lo que signifique, ni a la del amor que no admite matices que dice María Guardiola (Yolanda Díaz, sal de ese cuerpo, el poder de Cristo lo ordena); sino a la Extremadura que ha votado cambio y tiene a los socialistas otra vez en la presidencia de la Asamblea y, en el aire, unas nuevas elecciones. Es de primero, no ya de política sino de la vida, que negociar es el proceso por el cual dos partes tratan de alcanzar un acuerdo, porque a ambas les interesa. Y la única manera de alcanzar ese acuerdo es mediante el tradicional método de ceder un poquito cada uno. La otra opción es que no necesites apoyo de nadie y te la sople ese acuerdo porque te bastas y te sobras. Pero en Extremadura no era el caso. Así que no sé cual era la definición de «negociación» que tenía en mente Guardiola para poder alcanzar la presidencia que por sí misma y sin ayuda no puede.
Dice, con un par, que es Vox quien obliga a ir a elecciones y quien quiere que nada cambie. Eso le entristece enormemente (Yolanda Díaz, te expulso de ese cuerpo, es Jesucristo quien lo ordena) porque lo que hay que demostrar es altura de miras. Pero se ve que quien lo tiene que demostrar es siempre el otro y nunca uno mismo, y eso pasa por claudicar a cambio de nada. Por eso Guardiola les ofrecía un pacto, uno claramente desigual (y que aceptaban o nada) y a punto ha estado de exigirles altura política y sus votos a cambio de nada con pimentón de la Vera.
El caso es que María Guardiola achaca a Vox la falta de acuerdo, con un par, y aprovecha además para llamarse a sí misma «una mujer de palabra», asegurando que no puede gobernar con los que niegan la violencia machista. Pero sí estaba dispuesta a aceptar su apoyo apenas 24 horas antes de afirmar eso sin sonrojo, cuando escribía un explícito «espero que lo acepten» en su perfil de Twitter, en el que colgaba el acuerdo que ofrecía. Es decir, que ayer estaba dispuesta a dejar a un lado las diferencias ideológicas pero hoy no. Y eso es ser una mujer de palabra.
A ver, María, que venimos de hacer un máster en retórica vacua y en mirenlabolitología gracias a Sánchez. Que ya nos conocemos estos rollos del nunca pactaremos con los que luego se pacta sin sonrojo y los no dormir bien si dejasen entrar en el gobierno a los que luego tienen llave, cepillo de dientes en el baño y pijama bajo la almohada. Aquí lo cierto es que estaba en tu mano el cambio, María, pero tú no estabas dispuesta a negociar con quien podía facilitarlo. No nos lo vistas de domingo ni le pongas lazos: si te hubiesen dicho que sí a tu pretensión de votos a cambio de la friolera de cero consejerías estarías ahora haciéndote la foto con un Ángel Pelayo Gordillo presidente de la Asamblea. Y diciendo que tú eres una mujer de palabra porque prometiste cambio y traes cambio. Y nos parecería bien, porque de eso trata la democracia. Así que no, no bloquea Vox el cambio. Lo bloqueas tú negándote a renegociar lo que pretendes imponer.
Eres tú quien pone por delante su ansia de poder en solitario, el sillón como tú dices, a la voluntad de Extremadura. Y nos lo disfrazas ahora de responsabilidad y de pseudofeminismo casi podemita. Supongo que habrá detrás un cálculo electoral, pero ya veremos cómo te sale. Cómo le sale a Extremadura.
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