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Bipartidismo: Mayor y mejor implantación

La Razón
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El repunte del bipartidismo se debe a que los partidos tradicionales tienen una mayor y mejor implantación territorial, mejores cuadros de medios y líderes locales, una mayor conciencia y tradición que los convierte en partidos de refugio en el caso de que el votante esté indeciso o se apele al miedo. Todo eso se suma a la debilidad de los nuevos: el viraje ideológico, estratégico e incoherente de Cs le pasa factura, además del fracaso de su estrategia de «sorpasso» y su necesidad forzada de volver al papel de partido bisagra; el fracaso del proyecto de Pablo Iglesias y la desintegración de Podemos, como muestra el caso Errejón; y la inconsistencia populista de Vox, la poca calidad de sus cuadros y su debilidad territorial, aumentada por la frustración generada por un exceso de perspectivas optimistas para el 28-A. El bipartidismo no es bueno o malo de por sí, sino que es un instrumento para la gobernabilidad y la estabilidad, incluso para la moderación de los discursos y comportamientos, porque los dos partidos tienden al centro. Ahora, un pequeño partido puede hacer un discurso extremista –como Podemos, Bildu, ERC y Vox– y tener el número de diputados suficiente como para determinar un gobierno. Se puede pasar de la dictadura de la mayoría que decía Tocqueville a la dictadura de la minoría debido a la cesión de un partido mayoritario para mantener al poder frente al otro partido mayoritario. Esa dependencia de un partido pequeño puede generar desafección en la mayoría de los votantes, que ven cómo su voz tiene menos peso que la de una parte muy pequeña de la sociedad. En conclusión, los dos partidos tradicionales recuperarán terreno, pero no volveremos al bipartidismo imperfecto que tuvimos hasta 2011; es decir, no volverán las mayorías absolutas en mucho tiempo.