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Extremo centro

Una caricatura hecha realidad

La actual política, antes que después, acabará metida en la sala de algún museo

Inmigrantes ilegales de origen magrebí y subsahariano llegados a las costas canarias en días pasados Adriel PerdomoEFE

Esta semana hemos estado en el Guggenheim. Primera sala. Segunda sala. Tercera sala… Salvo las históricas, y un par de ellas, la mayoría de las recientes son obras más propias de chavales de instituto con tropos básicos que reflejan la misma matraca de la diversidad, los ODS, el cambio climático y demás rollos progresistas. Pasear por aquellos pasillos era ver una caricatura hacerse realidad.

El jefe de gabinete de Sánchez, Diego Rubio, afirmó hace unos días que, además de que no se pueden detener los flujos migratorios, no es deseable. Explicó su ambiciosa visión sobre el tema de manera transparente: desde el Gobierno de España están dejando entrar dos millones de inmigrantes irregulares para generar «crecimiento» (con lo que eso supone para los salarios de los trabajadores españoles, los entornos urbanos vulnerables, el acceso a la vivienda de los jóvenes y la seguridad de las mujeres). Sostiene que debemos mantener como prioridad el deber moral hacia los inmigrantes. Es mejor para las sociedades occidentales mantener fronteras blandas. La actitud hacia la inmigración es una oportunidad que dividirá a los países entre abiertos y cerrados y debemos mantener la confianza en las instituciones multinivel. La tesis de Rubio es una enmienda total al actual sentido común del votante europeo y español, que de manera mayoritaria quiere menos inmigración, o ninguna en absoluto.

Por novedoso, entre los eructos de Puente y las ruedas de prensa presidenciales con las preguntas pactadas, es agradable escuchar a alguien estructurado plantear mediante argumentos e ideas sus posturas políticas. También es de agradecer el breve parpadeo de sinceridad que permite vincular la llegada masiva de irregulares con los intereses electorales por el crecimiento económico del actual Ejecutivo. Es paradójico que nos llegue más verdad en esta cuestión a través de un cortesano que se precia de haber escrito una tesis que justifica la mentira y el engaño como herramientas necesarias para gobernar con eficacia.

España ha «importado» durante seis años flujos de inmigración irregular incrementales. Al superar la capacidad de procesamiento de la economía española, estos flujos de millones de personas llegan para ser cronificados en la pobreza y sin posibilidad de inserción laboral. El mejor ejemplo de ese descontrol es observar la evolución exponencial del Ingreso Mínimo Vital, la partida de gasto social de mayor crecimiento en la historia de nuestro país. Y, sin lugar a duda, estamos viendo un fenómeno que afectará a la composición sociológica y de voto de las principales provincias de este país. Creo que a Rubio se le olvidó explicar que regularizar inmigrantes, vincularlos al estado del bienestar y alienarlos contra la derecha es también una manera de captar posibles votantes para la izquierda.

Entiendo que la inmigración puede ser un buen negocio para quienes gozan de suficientes recursos como para evitar los costes de la diversidad. Es por eso que mi discrepancia con la tesis de Rubio es total. Considero que la primera responsabilidad de un gobierno es proteger a los más vulnerables de nuestra propia comunidad nacional. Porque son aquellos más frágiles de entre nosotros los que sufren más debido al deterioro de los entornos urbanos, la criminalidad y la falta de oportunidades. Por tanto, es para proteger a aquellos que no pueden hacerlo por sí mismos, que el estado debe tomar medidas que garantizan seguridad y justicia para todos, no solo para los sectores más privilegiados.

Tanto el empleo como la seguridad forman parte de la justicia social ya que los vulnerables necesitan ser protegidos no solo de su propia pobreza, sino también de la delincuencia y de la falta de oportunidades de sus entornos. Hubiera disfrutado una referencia de Rubio a lo que está sucediendo en nuestro país alrededor de los «mcharmlin», el narcotráfico, el crimen organizado y el islam. O alguna reflexión sobre el crecimiento en la percepción de inseguridad de las mujeres españolas o el aumento exponencial de los delitos sexuales con penetración en nuestras ciudades en los últimos siete años. Porque cuando Sánchez les explica a esos jóvenes del otro lado del Mediterráneo que tienen el sueño europeo a la distancia de la mano, en realidad los está condenando a una alta exposición a la violencia, las drogas y la pobreza.

Es deseable que los políticos asuman desde los gobiernos las posturas más sensatas y de sentido común que, en último término, son las mayoritarias en lo social: paremos los flujos de inmigración, mejoremos la seguridad de nuestros barrios, garanticemos que nuestros jóvenes puedan acceder a la propiedad de su primera vivienda.

Aseguremos que los inmigrantes que ya están entre nosotros se integren correctamente y que se respete la ley en todo barrio de nuestro país.

Si la política democrática sigue jugando a la caricatura con estas posturas, desoyendo su sensatez y normalidad. Si el actual sistema de partidos se demuestra incapaz de garantizar el orden y la seguridad que desean los votantes españoles, entonces la actual política, antes que después, acabará metida en la sala de algún museo.