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Terrorismo

¿Cuáles son los "objetivos blandos" de los yihadistas contra los que previene Interior?

Los terroristas buscan altas concentraciones de personas para perpetrar sus acciones criminales

El atentado contra la discoteca Bataclan en París es un ejemplo de "objetivo blando" larazon

Que los yihadistas llamen “objetivos blandos” a los que son atentados con los que se pretenden grandes matanzas no deja de ser un sarcasmo. Es el sueño de cualquier terrorista dentro de la estrategia de aniquilamiento de los “infieles cruzados” (cristianos) a los que hay que convencer, en este caso por las malas, de que la única religión posible es el Islam, en su interpretación más rigorista, la sharia.

El Ministerio del Interior, en la alerta que ha lanzado una alerta para reforzar el nivel 4 antiterrorista, de la que informó ayer LA RAZÓN, advierte de que los yihadistas pueden atacar grandes concentraciones de personas durante la Semana Santa. Este tipo de atentados, que pueden ser cometidos por células organizadas o por los actores (lobos) solitarios, buscan sembrar el terror y la inseguridad entre la población que vive, normalmente, aajena al creciente y real peligro del yihadismo.

Como ocurre durante las Navidades, la Semana Santa, por su profundo enraizamiento en la religión católica, constituyen objetivos prioritarios para los yihadistas. Ocurrió ya en 2019, cuando gracias la colaboración de Marruecos, se evitó que un yihadista atentara contra la semana Santa en Sevilla. Días antes, el Estado Islámico había lanzado, a través de una de sus redes sociales, un llamamiento para que se perpetraran este tipo de acciones criminales en España.

Cualquier concentración con gran presencia humana es considerada un objetivo blando: celebraciones deportivas, centros comerciales y sus calles adyacentes, procesiones, festivales musicales, aeropuertos, estaciones, edificios emblemáticos que son visitados, etcétera.

El problema, según los expertos, es que este tipo de “ataques oportunistas” durante las temporadas festivas pretenden alcanzar objetivos que pueden tener medidas de seguridad leves o inexistentes, por lo que la colaboración de todos los elementos, incluidos los de la seguridad privada, es fundamental.

Detectar a un posible actor solitario que, con armas blancas o con un cinturón explosivo, se lanza contra una multitud, resulta complicado. Sin embargo, estos individuos, como se demostró en el reciente atentado de Algeciras, suelen experimentar cambios de conducta en las semanas o meses previos a pasar a la acción, por lo que la colaboración ciudadana, ante cualquier sospecha es esencial para comunicárselo a las Fuerzas de Seguridad. Los agentes han acreditado que la acción preventiva ha evitado muchos males, pero no es suficiente.

En el caso de células organizadas, dichos agentes han demostrado su eficacia al desarticular en los últimos años algunas que están en periodo de formación o que habían decidido pasar a la acción. Con todo, como ocurrió en Cataluña en 2017 y, antes en Madrid, en 2004, los yihadistas pueden eludir esas vigilancias.

El Estado Islámico, que es el que ha protagonizado las últimas acciones terroristas de este tipo en Europa, está encontrando en el Sahel africano la “zona de confort” que necesitaba tras la pérdida de su “califato” en Siria en 2019 y se sabe que cuenta con campamentos para el adiestramiento de los grupos organizados que podrían operar en Europa en un futuro cercano.

Confiar, como erróneamente se está haciendo, la seguridad de esa zona a Rusia y los mercenarios de Wagner, es “darles la llave” para, según sus conveniencias, apretar o aflojar la presión sobre los yihadistas, con las previsibles consecuencias.