Patrimonio
Cuando el castillo de Magalia era escuela de la Sección Femenina de Falange
El enclave abulense, cuya remodelación inauguró Franco y fue sede de cenáculos socialistas con Felipe González, echa el cierre
El Castillo Palacio de Magalia de Las Navas del Marqués (Ávila) vivió sus peores días en 1936. Durante varios meses, la zona estuvo en manos de la República, y la localidad, fronteriza con Madrid, fue objetivo directo de los sublevados, junto con su vecino Navalperal de Pinares. La aviación respetó la mole construida en 1540 por los marqueses de Las Navas, destinada a protagonizar tiempos de gloria, hasta los inciertos días de hoy.
Tras una rehabilitación por los desperfectos de la guerra, Francisco Franco inauguró sus instalaciones –el 12 junio de 1951– para Escuela de Instructoras de Juventudes y Escuela de Magisterio, regida por la Sección Femenina de Falange, a cuyo frente estaba Pilar Primo de Rivera. Aquella jornada –que culminó con una comida en la cercana Ciudad Ducal– le acompañó la hermana del «ausente» José Antonio, cuyos restos tardaron aún ocho años en ser trasladados al Valle de los Caídos, de donde saldrán en breve rumbo a un cementerio católico, toda vez que el complejo va a ser «resignificado».
Desaparecida la Secretaría General del Movimiento, el edificio, de predominante estilo renacentista y cuya construcción se asienta en roca virgen, fue transferido al Ministerio de Cultura en 1976. Se convirtió en centro de reuniones, congresos de alto nivel –nacionales e internacionales– y cenáculo de citas políticas. Entre sus muros instó el llamado «Grupo de Las Navas» a Felipe González a atajar los escándalos que en 1993 cercaban al PSOE.
Cultura, Historia y política reúne un castillo –Monumento Histórico Artístico desde 1931–, que acaba de echar el cierre y cuyo futuro plantea muchas incógnitas en una localidad donde sus once trabajadores se han quedado fuera. El alcalde de Las Navas, Javier Sastre (Ciudadanos), señala que «unos van a estar en Ávila, otros en Madrid e incluso alguno cerca de la jubilación se ha acogido a una indemnización pactada».
El destino del enclave se selló el pasado día 2 en una reunión del alcalde navero con el director, Joan Francesc Marco, y el entonces (fue cesado la semana pasada) secretario general del Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música (INAEM), José María Castillo López. Este organismo, dependiente de Cultura, gestiona el castillo desde 1985, pero un estudio de viabilidad determinó el pasado otoño que «no es sostenible para la Administración central tal y como se está gestionando», aunque «sí puede resultar rentable para la iniciativa privada». «Los gastos anuales que supone [se habla de medio millón de euros] no los puede asumir Las Navas. Ni siquiera nos lo han llegado a plantear», explica el alcalde.
En aquella cita se acordó que el municipio recibirá el pliego de prescripciones de la licitación para «publicarlo tras un mutuo acuerdo», y el Ayuntamiento creará con el INAEM una comisión de seguimiento para que, durante los diez años que dure la cesión de explotación, se «garantice que la empresa adjudicataria cumpla las prescripciones del pliego y todos los acuerdos de colaboración» con el Consistorio.
UGT denunció haber «tenido conocimiento» de que una empresa privada ofertaba [en la web Bodas.net] el Palacio de Magalia «como espacio para celebración de bodas y demás festejos durante la temporada 2023-2024, sin que hubiese previamente la licitación pública correspondiente para la explotación, por lo que se vulnera la ley de contratos públicos y se puede incurrir en un delito penal por parte de los responsables del INAEM». Estos desmintieron a Sastre los «rumores» sobre «una falsa adjudicación de urgencia» y el anuncio desapareció, pero al regidor le «consta que [el recinto] se ha enseñado y se ha ofrecido para bodas, sin que haya ninguna adjudicación por ahora».
Otro motivo de preocupación es el posible deterioro que acarrearía el cierre, extremo que no teme Javier Sastre. «Si se hace bien y se lo queda una empresa solvente, puede ser revitalizador. Estaba funcionando a medio gas, llevaba mucho tiempo aletargado. Lo lamento mucho por los trabajadores, pero puede ser motivo de esperanza, un motor económico que genere empleo y gasto en beneficio de los proveedores de la zona. Aparte del respeto al bien patrimonial».
En 2018, el anterior alcalde, Gerardo Pérez (PP), estuvo negociando con Cultura para convertir el castillo en un establecimiento hostelero. La idea era la cesión durante 50 años para la explotación como hotel y restaurante de lujo. «Era un poco humo, no tenía realmente apoyo detrás y por eso se paró», dice Sastre. Sin embargo, la portavoz municipal del PP, María del Mar Díaz Sastre, asegura que el proyecto que manejaban hace cinco años «era tan cierto como que el convenio íbamos a firmarlo y estábamos cerrando los flecos con Cultura el mismo día que le pusieron la moción de censura a Mariano Rajoy. Y ahí se acabó todo, no nos volvieron a comunicar nada más». Díaz critica al regidor –«no se ha movido nada para evitar lo que está pasando»– y lamenta el cierre. «Es un edificio que se mantiene vivo porque está abierto, y había cursos para este año, pero se retiraron para que entrara una empresa de catering». Su apuesta es por la continuidad. «Estamos en la oposición y no tenemos mucho margen, yo pelearía para que el castillo se mantuviera como hasta ahora», afirma. Por su parte, Javier Sastre cree que «el tema hotelero puede encajar, pero acompañado de algo más; convenciones, por ejemplo, o un concierto después del que te pudieras alojar allí», y confirma que los dos convenios para visitas guiadas y un festival internacional de música anual «siguen en vigor».
¿Un Parador?
Lugar de recreo de la élite madrileña, tanto Las Navas del Marqués como la aledaña urbanización Ciudad Ducal han tenido veraneantes ilustres de la talla de los Premio Nobel Vicente Aleixandre y Camilo José Cela o José García Nieto, ganador del Premio Cervantes, todos testigos ocasionales del privilegiado enclave que domina el castillo. Un complejo que bien podría haber entrado a formar parte de la red nacional de Paradores, posibilidad descartada pese a las características de un edificio que dispone de 42 habitaciones con capacidad para 89 huéspedes –incluida una lujosa suite, que ocupa la primera planta del torreón oriental–, salas de reuniones completamente equipadas, salón de actos para 200 personas, restaurante, cafetería, biblioteca, gimnasio y piscina climatizada. Y que alberga además cinco pinturas del Museo del Prado. Por cierto, con la promesa, hasta ahora incumplida, de una subsede de la pinacoteca madrileña en la cercana capital abulense.
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