Opinión

Y el cuento continúa

El cacareado escudo social, suponiendo que en realidad lo fuere, se empieza a resquebrajar por la vía de los hechos

 Rueda de prensa de Pedro Sánchez tras el último consejo de ministros de 2023@Gonzalo Pérez Mata
Rueda de prensa de Pedro Sánchez tras el último consejo de ministros de 2023@Gonzalo Pérez Mata Gonzalo Pérez Mata PHOTOGRAPHERS

Calviño se va no solo porque en el Banco Europeo de Inversiones (BEI) vaya a ganar cinco veces más, sino porque sabe perfectamente la que se viene encima. El final de la fiesta empieza el próximo 1 de enero y se llama subir un cinco por ciento el IVA de la electricidad y el gas. Dijo ayer el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, con su soberbia habitual, que la subida será gradual durante seis meses, pero no especificó la gradualidad. Tal vez, porque no es tal o porque sencillamente es imposible tapar que a partir de ya vamos a tener que pagar bastante más en los recibos de la energía. Algo que es generalizado, para todo el mundo, incluidos los más necesitados, no solamente para los ricos, como le gusta argumentar al presidente.

De modo que el cacareado escudo social, suponiendo que en realidad lo fuere, se empieza a resquebrajar por la vía de los hechos. Europa ha dicho que ya está bien de fiesta y que hay que volver a la senda del ajuste: un tres de porcentaje de déficit y el 106 por ciento de deuda sobre el PIB. Luego, primero la luz y el gas, y pronto lo demás. Que se llama fundamentalmente subida de impuestos. No precisamente para sustentar el citado «escudo social», que no es más que pura palabrería, sino para así pagar los débitos contraídos con los socios comunistas, bilduetarras y separatas. O sea, para el gasto político.

Tampoco es que nos vayan a cobrar más a todos para repartirlo entre los ciudadanos que menos tienen, como falsamente argumentan, sino que se trata de que paguemos más para redimir de esa manera la deuda de la manirrota Generalitat secesionista de Cataluña, la seguridad social transferida al PNV, los Rodalies, las subvenciones a los sindicatos, los ciento y un mil pesebres y chiringuitos montados a mayor gloria de los que nos gobiernan.

De modo que el cuento continúa. La rueda de prensa de balance de ayer de nuestro timonel consistió, como de costumbre, en soltarnos milongas. La primera, que su Presidencia habla con todo el mundo. Es verdad, con Vox no para de hablar y con el PP, también. Claro, quería decir hablar mal, pues para hablar bien ya tiene a los proetarras. No solo para hablar. Se empieza hablando y se acaba dándole a Bildu la Alcaldía de Pamplona. Eso sí, dice Sánchez que es como consecuencia de la mala gestión municipal de UPN. Le da reparo al hombre reconocer que, en realidad, todo forma parte del acuerdo contraído con el exterrorista Arnaldo Otegi para poder ser investido presidente. Piensa que es que fue elegido para el cargo por la mayoría absoluta de los españoles. Y de tanto pensarlo se acaba uno tragando las propias trolas. De manera que, en realidad, no va a dar nada ni a EH Bildu ni al PNV ni a Carles Puigdemont.

Míriam Nogueras, representante principal del puigdemonismo en Madrid, ya dijo ayer que Junts va a votar en contra de la convalidación de uno de los tres reales decretos que aprobará el Gobierno de coalición. Habrá que ver que es lo que finalmente hacen, porque estos ladran mucho y muerden nada. Pero al menos le recuerdan al mega-presidente que no está en el cargo por su cara bonita, sino porque ha prometido cuanto se le ha pedido. Y ahora toca cumplir. De lo contrario, cualquier iniciativa parlamentaria que tenga el voto en contra de Junts, no sale. De Junts o del PNV, Esquerra, Bildu, Podemos o Sumar. Hay que contentar al personal.

Y como unos son de izquierda pero otros de derechas, a veces no hay manera de cuadrar la ecuación. Por ejemplo: Yolanda Díaz está molesta por la leve cesión al PNV en el tratamiento a las energéticas, tildando de «regalo fiscal» la modificación del impuesto para que puedan deducirse las inversiones estratégicas. Pero no solo ella está enfadada. Solo hay que oír a Unai Sordo, el secretario general de Comisiones Obreras. Desmiente a Sánchez al quejarse de que a él no le consulta nadie. Para que diga que habla con todos.