Política
Cuestión de prioridades
La política nacional viene dominada por la sensación de interinidad, desgobierno y desencanto como consecuencia de la parálisis en la que el Sr. Sánchez, sin excusar a los demás actores políticos, nos ha colocado. Por si fuera poco, en Cataluña el panorama político resulta entre patético y desolador. Más allá del bloqueo, nos hemos instalado en el surrealismo, con un expresidente prófugo de la justicia y que dirige desde Waterloo el agitprop de un independentismo menguante, sirviéndose de una suerte de valido suyo. Si el tedio –más aún, el hastío– nos domina ante este panorama general, imaginemos por un momento lo que nos espera hasta el 10 de noviembre. Esto no ha hecho más que empezar. El nivel del debate político es preocupante. Lejos de pretender por mi parte que «cualquier tiempo pasado sea mejor», la «nueva política» resulta como el agua con sifón: incolora, inodora e insípida. Tengamos cuidado porque la desafección y desprestigio de la política es un riesgo grande y grave.
Entre tanto, hay cuestiones de gran calado que debemos abordar sin más demora como la sostenibilidad del sistema público de pensiones, muy vinculado a que estemos a nivel mundial a la cola de la tasa de natalidad, y a la cabeza de la de longevidad. De seguir así, en breve no podremos garantizar nuestro propio recambio generacional, la subsistencia de nuestra sociedad. Y ya vemos las prioridades del gobierno: la eutanasia a debate.
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