Guerra en Siria
Debe haber un periodista para contarlo
El compromiso con la información que tiene un periodista le empuja, como la pasión de los amantes, a ir al encuentro de la noticia allí donde se produce. Esta sensación es cursi si se lee o valora fuera de contexto o si nunca se ha sentido la obligación profesional de cumplir con el deber de contar lo que pasa, sea donde sea. Los que nos hemos dedicado en nuestras distintas etapas profesionales a cubrir guerras y conflictos sabemos lo que significa la pasión que desencadena el estar ahí y contarlo. Hacemos tribu, pertenecemos a la tribu y no podemos perdernos uno u otro conflicto porque es como si nos amputaran algún miembro o como si después tuviéramos vergüenza de volver a hacer nuestro trabajo en otro lugar porque alguien nos echará en cara que faltamos a una cita. Es muy difícil explicar con palabras lo que siente un profesional que considera su trabajo normal la cobertura de lo que pasa en Siria, Irak, Libia o Yemen. Lo hago porque, seguro, que muchos se estarán preguntando ¿qué hacían en Alepo si sabían que les podían secuestrar? Simplemente, hacer su trabajo. Además, las condiciones de hoy de los llamados «freelance» o autónomos, entre los que me encuentro después de 30 años como asalariado, son penosas y vergonzantes. Atrás quedaron los días en que los grandes medios invertían en información, en contar lo que pasaba fuera en Irak, en los Balcanes, en los grandes conflictos. Pero llegó la crisis y los recortes afectaron a los presupuestos para coberturas de reportajes sobre el terreno buscando la calidad y la diferenciación en un mundo altamente competitivo y engañoso por las opciones de copiaypega que ofrece internet y para el envío de un profesional de la casa con todas las garantías, seguros, equipo y dinero para cualquier imprevisto. Ese campo lo fueron cubriendo los «freelance», jóvenes y no tan jóvenes que asumen todos los riesgos para cubrir un conflicto, ganan experiencia y criterio y necesitan ofrecer más calidad para poder vender sus crónicas, reportajes, fotos o videos. Desde hace años, los grandes medios occidentales, no sólo los españoles, utilizan a personal local, más o menos preparado y capacitado para ir por delante a recopilar el material que después ellos editarán en sus seguros y cómodos despachos y hoteles fuera de peligro. Sí, sí, incluidos los norteamericanos. Pero para saber lo que pasa siempre tiene que haber un periodista para contarlo, aunque el precio que se pague sea muy alto. Ahora sólo cabe el respeto y toda la discreción posible para que los negociadores los puedan traer a casa lo antes posible.
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