Terrorismo
La detención de Melilla demuestra que que los yihadistas se radicalizan en la cárcel
Mustafá Maya pasará a disposición judicial el próximo jueves
Mustafá Maya Amaya, detenido ayer en Melilla en una operación de la Comisaría General de Información de la Policía Nacional, es una prueba, una más, de que los yihadistas, tras entrar en prisión, lejos de abandonar sus proyectos terroristas, se radicalizan aún más. En este sentido, los planes puestos en marcha han demostrado su ineficacia ante el fanatismo de estos individuos. Ante esta realidad, las Fuerzas de seguridad, con supervisión judicial, realizan labores de control de los que salen de la cárcel, en el caso de Maya con libertad vigilada.
Todo parece indicar, a falta de que pase a disposición judicial el próximo jueves y se conozcan las imputaciones concretas que hay contra él, que había reincidido en su labor de proselitismo en las redes sociales, en las que se demostró, nada más fundarse el Estado Islámico, en 2014, como uno de los captadores de combatientes más efectivos hasta el punto de lograr enviar a Siria a casi una treintena de individuos.
Era la época de máximo esplendor del “califato” fundado por Bagdadi y miles de ciudadanos de distintos países, como Marruecos, Francia, Bélgica, Túnez, etcétera, así como muchas mujeres, entre ellas algunas españolas, intentaban llegar a territorio de combate a través de Turquía principalmente.
La labor de los captadores resultaba fundamental ya que presentaban al Estado Islámico como un movimiento que, con los años, poco menos que se iba a hacer el dueño del mundo. Cuando llegaban sobre el terreno, sobre todo para las mujeres, la realidad era muy distinta, pero ya era tarde. Y lo que prevalecía era la publicidad, a través de dichos captadores, que inundaba las redes sociales.
La primera operación en la que fue arrestado Mustafá Maya, nacido en Bélgica, de origen español, etnia gitana y converso al Islam, fue de las primeras y más importantes para desarticular la red “ShariaSpain” que buscaba combatientes por toda Europa.
Este individuo, paralítico, vivía en la Avenida Hidum, en La Cañada de Melilla, zona mayoritariamente musulmana, junto a una mezquita considerada como uno de las que impartía un Islam absolutamente radicalizado, con una interpretación sui generis del Corán. Se pasaba las horas delante del ordenador para desarrollar su labor de captación.
La alerta anti yihadista, lanzada después de los ataques de Hamas a Israel el pasado día 7, en los que utilizó tácticas propias del Estado Islámico, ha propiciado varias operaciones, entre ellas las desarrolladas recientemente en España y Marruecos. Es seguro que seguirán otras ya que en nuestro país se sigue la estrategia de actuar de forma preventiva, sobre todo después de los ataques del 11-M, y, a la mínima sospecha de que un individuo puede cometer un atentado, se procede a la detención. Lo mismo ocurre con los adoctrinadores.
El ataque de Hamas y los recientes atentados mortales de Francia y Bélgica hacen pensar en un cierto crecimiento de la ofensiva yihadista contra los intereses occidentales, por lo que cualquier precaución que se adopte es poca. La labor de las Fuerzas de Seguridad, a este respecto, resulta fundamental y las operaciones policiales de los últimos así lo demuestran.
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