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El atentado que se preparó como una mudanza

Con la excusa de que querían «trasladar una nevera», los terroristas pidieron furgonetas a sus familiares para transportar bombonas y explosivos hasta el «campamento base» de Alcanar

Cipriano Pastrano
Cipriano Pastranolarazon

Con la excusa de que querían «trasladar una nevera», los terroristas pidieron furgonetas a sus familiares para transportar bombonas y explosivos hasta el «campamento base» de Alcanar.

«¿Furgonetas blancas de Telefurgo aparcadas por el pueblo? Mogollón, pero yo qué sé... Ahora os parece todo muy raro y sospechoso pero créeme que no lo era». Habla una vecina de Ripoll, el pueblo que aun sigue conmocionado por haber sido, sin saberlo, un nido de terroristas. Sus «chicos de toda la vida», el Moussa, el Houssa, el Omar... los marroquíes que pasaban las tardes enteras jugando al fútbol se habían ido radicalizando a lo largo del último año de la mano del imán del pueblo, Abdelbaki Es Satty, sin que nadie notara nada. Al parecer ésa es precisamente una de las claves del proceso en la que Es Satty hacía mayor hincapié: comportamientos normales, que no parezcan muy creyentes, que no se vean cambios drásticos para que no salte la liebre. Mataron a gente, sí. 15 inocentes que perfectamente podrían haber sido musulmanes caminando por La Rambla de Barcelona o Cambrils, pero todo quedó en una chapuza improvisada comparado con lo que tenían pensado. Su objetivo primordial, por tanto, fue un desastre, pero Es Satty sí logró con matrícula de honor que sus pupilos dieran el pego totalmente entre su círculo más cercano. ¿Quién iba a pensar que esos muchachos eran yihadistas? Nadie lo vio. Ahora, a toro pasado, muchos vecinos de Ripoll, empiezan a darle otro significado a ciertos comentarios. Uno de ellos tiene que ver con las famosas furgonetas de la muerte que los chavales alquilaron en distintas casas de arrendamiento de vehículos, aunque las del día del atentado salieron del Telefurgo de Santa Perpetua de la Mogoda. Un familiar de los Oukabir (Driss está en la prisión de Soto del Real desde el martes y Moussa murió por disparos de la Policía en Cambrils) recuerda la insistencia de Yousef Aalla (muerto en la explosión de Alcanar junto a su «maestro» Es Satty mientras manipulaban explosivos), en conseguir la furgoneta de su marido. Yousef era el mediano de los Aallaa, su hermano pequeño, Said, murió también en Cambrils y el mayor, Mohamed, fue puesto en libertad por ser sólo el propietario del Audi que los terroristas llevaron a Cambrils (el juez de la Audiencia Nacional, Fernando Andreu, no ha considerado que tuviera relación con los hechos). Este joven, al que muchos describen como el más «altivo» de los tres hermanos que vivían en el 25 de plaza Gran de Ripoll, y que solía tener discusiones con los vecinos, pidió hasta en dos ocasiones la misma semana (apenas 15 días antes de los atentados) la furgoneta al marido de una familiar. «Es que tengo que llevar una nevera a un piso nuevo», le dijo. El hombre, que prefiere no decir su nombre y aun en shock por todo lo que ha pasado, le contestó que no podía prestársela porque estaba averiada y apenas andaría unos kilómetros hasta llegar al taller, si es que llegaba. Pretendía llevarla a un mecánico de confianza en un pueblo cercano, pero éste estaba de vacaciones. «Era cierto, no es que no se la quisiera dejar», insiste. El chaval se fue algo enfurruñado, pero sin más. Apenas tres días después volvió a hacerse el encontradizo con él a las puertas de la casa de este matrimonio. «Ya has arreglado la furgo? ¿Me la puedes dejar?», le dijo Yousef. «Pues no porque no la he llevado aún. Están cerrados porque es agosto. No sé... pídesela a X o alquila una», le contestó. El chaval se fue preocupado, como si aquello fuera un verdadero problema. «Todo esto lo pienso ahora. Mi mujer sí que se dio cuenta de que era rara esa insistencia. “Este Yousef... algo trama”. Lo recuerdo ahora y se me pone el pelo de punta. Ni mucho menos ella se refería a algo así, aunque se quedó con la mosca detrás de la oreja», explica. Finalmente Yousef logró que un colega le dejara una. «Le dijo que la casa estaba a pocos kilómetros, cerca de Ripoll, pero no le dijo dónde. Luego me enteré que había habido enfado con él por el tema del dichoso préstamo. Parece ser que quedaron en que se la devolvía a tal hora y apareció casi a las dos de la madrugada. No le hizo ninguna gracia», recuerda. No es que a Yousef se le hubiera ido el santo al cielo o le echara morro y no tuviera prisa ninguna por devolver el vehículo prestado, es que en realidad la casa de la supuesta nevera no estaba cerca de Ripoll: tenía que irse muy lejos, a Alcanar, en Tarragona y a casi 300 kilómetros de este pueblo de Gerona. Y no. No era una nevera lo que necesitaba transportar, sino media docena de bombonas para almacenar en el campamento base del terror que la célula había instalado en aquella torre (chalé) okupada de la localidad tarraconense y donde perdería la vida pocos días después tras el bombazo que pegó aquello al manipular esos peligrosos productos de los que ya debían creerse expertos.

Por eso nadie vio raro las furgonetas alquiladas aparcadas por el pueblo. Dicen que hasta su madre, una mujer que sólo habla bereber y ni siquiera puede relacionarse con otras vecinas marroquíes del pueblo, creía que el mediano de sus hijos se estaba mudando.

También el propio Driss Oukabir, cuya imagen fue la primera que saltó a los medios y que dijo que su hermano le había robado la documentación, reconoció después haber alquilado los vehículos en persona (se contradijo con su primera declaración ante los Mossos cuando habló del robo de documentación), pero que eran para una mudanza. Un supuesto cambio de vivienda de uno de sus colegas del pueblo. «¿Cómo va a parecer raro que fueran todos en la furgo? Eso era precisamente lo normal, que le ayudaran sus amigos a subir los muebles».