40 años de la Constitución
El despiste cósmico de la izquierda, por José Sacristán
Parece que estamos en un momento en el que se ha convertido en deseable echar una ojeada a la Constitución para hacer las reformas que sean precisas. Eso sí, siempre con el acontecimiento que supuso su firma en el 78 en la base del proyecto. Como testigo, no me queda duda de que fue una conquista formidable. Aclarado esto, todo es susceptible de ser mejorado siempre que no se caiga en algo que me revuelve el estomago: el miserabilismo de algunos muchachitos de la nueva izquierda por el que tachan aquel evento de «pactista» o «cobarde». Había que estar allí. Los que vivimos 40 años de franquismo vemos que no tiene ni idea quien dice algo así. Por ello, sucesos como los de las elecciones andaluzas, en los que entra con fuerza un partido como Vox, son un hecho ante el que la izquierda tiene que tomar nota. Ya. Qué está pasando con una izquierda que parece irse a hacer puñetas. ¿Qué pasa? Todo está desbocado: Brasil, Italia, en todas partes... y, salvando las distancias, el independentismo catalán, donde también se nota ese tufo nacionalista. Me dan igual banderas e himnos, al final, se juntan todos. Hablan de la «patria» como los otros. «La reconquista», se dijo durante la noche electoral. Unos términos que no entiendo o que no me gusta escuchar. Es lo que debe hacer reflexionar a la izquierda y obligarla a bajarse ya de ese mesianismo en el que se encuentra instalada para tomar contacto con la realidad. Tengo la confianza de que ante este evento de Andalucía exista un movimiento capaz de neutralizarlo. Y no solo desde la izquierda: tiene que haber gente en C’s y en el PP a los que les resulte incómodo pactar. Por eso también conviene ver qué le pasa a la derecha, que celebra la pérdida de siete escaños. Aunque a mí, como hombre de izquierdas, me duele profundamente el despiste cósmico de la izquierda. Oír a Pablo Iglesias invitar a la gente a salir a la calle no es la medida. Lo que hay que hacer es ganar las elecciones. Pero, de vuelta a la Carta Magna no me atrevería a señalar un cambio concreto. Son un hecho las reclamaciones desde distintas latitudes usando la flexibilidad con la que hemos de relacionarnos las comunidades de este país, del que, pese a todo, me considero tan español como se sentía don Antonio Machado, Miguel Delibes o José Luis Sampedro. Pero eso no debe cegarnos la posibilidad de que todo es revisable. No voy a restarle un ápice a la emoción que me produjo este acontecimiento y sí tacho de miserables a los que echan la culpa al texto y a los que lo armaron, la gente que se lo curró, nos lo curramos. Por supuesto que hay que cambiarla, pero con respeto, y la primera en agradecerlo será la propia Constitución.
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