Podemos

El golpe de mano de Iglesias desata el miedo a una purga de disidentes

Temen que la destitución de Pascual sea el primer paso para depurar más voces críticas.

Íñigo Errejón y Pablo Iglesias preparan sus intervenciones del martes en el Congreso. Iglesias había comunicado su cese a Pascual minutos antes.
Íñigo Errejón y Pablo Iglesias preparan sus intervenciones del martes en el Congreso. Iglesias había comunicado su cese a Pascual minutos antes.larazon

Temen que la destitución de Pascual sea el primer paso para depurar más voces críticas.

El puñetazo en la mesa que Pablo Iglesias escenificó con la destitución del que hasta ayer era el número tres de Podemos, Sergio Pascual, ha tenido un efecto secundario con el que seguramente el secretario general contaba: el temor existente entre diputados y cargos medios a que el cese de Pascual sea «el primer paso» en una purga interna más amplia que elimine de la ecuación las voces más disidentes con las directrices emanadas de la cúpula dirigida por un Iglesias que, desde ayer, controla de manera directa el aparato territorial del partido asediado por crisis en seis comunidades autónomas.

«La noticia ha caído como una bomba. Nadie se lo esperaba, ni siquiera tras la carta de Pablo», reconocía un miembro del partido perteneciente al Consejo Ciudadano de una Comunidad Autónoma. «Ahora nadie se atreve a pronunciarse a favor o en contra», confesaban las mismas fuentes.

La noticia de la destitución fue difundida por la maquinaria de comunicación del partido a las 23:30 del martes, con apenas tiempo para que apareciera una mención rápida en los periódicos de ayer. Si la maniobra –parecida al anuncio de la ruptura entre Pablo Iglesias y Tania Sánchez en plena noche electoral andaluza el año pasado– iba encaminada a que la decisión del líder de Podemos pasara desapercibida, está claro que no se consiguió el efecto deseado: el fulminante cese de Pascual polarizó la atención mediática durante todo el día y llegó incluso a desplazar la noticia de que, tras una conversación telefónica entre los secretarios generales del PSOE y Podemos, ambos líderes han acordado celebrar una reunión antes de Semana Santa a la que no asistirá el líder de Ciudanos, Albert Rivera.

La gota que ha colmado el paso de la paciencia de Pablo Iglesias en el largo culebrón de crisis territoriales del partido ha sido la dimisión en bloque de diez miembros del Consejo Ciudadano de Madrid. Iglesias, en la carta dirigida a las bases el martes, decía sobre estas dimisiones que «se produjeron en el peor momento posible y han puesto en bandeja el relato que interesa a los defensores del statu quo». «No debemos volver a cometer errores como éste y deberán asumirse las responsabilidades», sentenciaba.

Pascual, que no abandonará su escaño en el Congreso, era un hombre de la máxima confianza de Errejón y paladín como él del cosmético viaje al centro experimentado por Podemos a lo largo del ciclo electoral que finalizó el 20-D. El propio Errejón anunció la semana pasada cual sería la línea seguida por el partido para dejar la crisis interna atrás: «Ni caso, seguimos a lo nuestro. Trasladar un problema de Madrid a estatal es obviamente un arma que querrán arrojar (...). Pablo y yo hemos estado hoy un buen rato juntos pensando cómo salir al paso de este ataque y lo vamos a parar». Nada habla más a las claras de la gravedad de la fisura interna que padece Podemos que el hecho de que haya sido el propio Pablo Iglesias el que, con la destitución de Pascual, haya dado pábulo a la noticia y, precisamente, haya convertido en un fenómeno estatal las dimisiones del Consejo Ciudadano de Madrid. «Toca cabeza fría, mirada larga y paso corto», aconsejó Errejón. Justo lo contrario a la drástica medida de Iglesias.

Como era de esperar, el partido cerró filas tras la demostración de fuerza del secretario general. Carolina Bescansa, cofundadora del partido junto a Iglesias y Monedero, dijo que el cese era inevitable desde que se produjo una «pérdida de confianza» tras la «deficiente gestión» de Pascual. «Había necesidad de realizar cambios en el ámbito de la política organizativa», dijo Rafael Mayoral.

Errejón guardó silencio ayer. Tampocó asistió a la Comisión del Congreso a la que pertenece.