ETA
El jefe de ETA que cayó por tomar el sol
Mikel Irastorza, detenido el pasado día 5, incumplía las normas de clandestinidad y salía al jardín a ponerse moreno
Mikel Irastorza, detenido el pasado día 5, incumplía las normas de clandestinidad y salía al jardín a ponerse moreno
Se aburría, estaba harto de escribir, de estar metido entre cuatro paredes, y adoptó una decisión: cada vez que saliera el sol, se tumbaría en el jardín de la casa a tostarse la piel y respirar el aire puro de la montaña. Fue su perdición.
El equipo conjunto de Guardia Civil y de la Dirección General de Seguridad Interior (DGSI) francesa, gracias a sofisticados sistemas de vigilancia, pudo confirmar que el misterioso inquilino de la vivienda en Ascain era el máximo jefe de ETA, Mikel Irastorza.
La operación para la captura de este individuo había empezado hace meses y se había intensificado en las últimas semanas. Se trata de un dispositivo compuesto por los llamados «grupos de montaña» que, haciéndose pasar por senderistas, buscadores de setas o cazadores, rastrean aquella zonas consideradas «sensibles» por existir sospechas de que los miembros de ETA pueden estar escondidos.
En una de estas batidas, uno de los equipos reconoció, indubitadamente, a Javier Arin Baztarrica, alias «Whisky», un viejo integrante de la «afición proetarra», que iba acompañado de otro individuo que se parecía mucho a Irastorza pero sin poder afirmarlo con absoluta seguridad. Baztarrika, de 59 años, es miembro de la izquierda abertzale desde hace muchos años.
Había regresado, en marzo de 2014, a su pueblo natal, la localidad guipuzcoana de Ataun, de la que huyó en 1974 a raíz de que fuera asesinado un guardia civil en Ordicia. Desde entonces residía en Francia, donde cumplió una condena de tres años por colaboración con asociación de malhechores. En 1999 actuó como portavoz de los huidos de la Justicia para rechazar un informe del Gobierno español en el que se contabilizaban 304 que carecían de causas judiciales y podían retornar sin problemas.
Los agentes franceses y españoles no se lo pensaron y siguieron, de forma discreta, a Arin y a su acompañante hasta una casa en la que, según se pudo comprobar después, vivía también una mujer.
Irastorza se aburría pero los guardias civiles y los miembros de la DGSI, no. Montaron, ayudados por los citados medios tecnológicos, una vigilancia permanente. Arin y la mujer salían de casa para ir a la compra o realizar otras labores, pero el misterioso tercer ocupante permanecía en su interior.
Los manuales de ETA sobre la seguridad que deben seguir sus militantes les aconsejan que ni siquiera se asomen a la ventana, pero Irastorza debió pensar que allí no le iba a encontrar nadie, que se estaba quedando pálido como un cadáver y que era necesario que le diera el sol. Dicho y hecho.
Para alegría de los agentes, el jefe de ETA, cuando el astro calentaba más, se tumbaba en el jardín, unas veces boca abajo, otras boca arriba (vuelta y vuelta, debió pensar alguno de los vigilantes), momento en que los aparatos tecnológicos que le observaban a distancia pudieron captar con nitidez su rostro. Sin duda se trataba de Mikel Irastorza.
Inmediatamente se dio cuenta a la autoridad judicial y a la Fiscalía, para que emitieran las correspondientes órdenes de detención, entrada y registro. La «operación Nérin», titulada así en honor del policía Jean-Serge Nérin, de 53 años, padre de cuatro hijos, asesinado por ETA, entró en su fase final con el resultado del nuevo descabezamiento de la banda criminal.
La anterior operación contra la «cúpula» etarra, en la que fueron capturados David Pla e Iratxe Sorzábal, hace más de un año, se llamó «Pardines», en honor al primer guardia civil asesinado por la organización criminal.
Irastorza no sólo no cumplía las normas básicas de la clandestinidad, sino que vivía con su propia documentación. Tal y como publicó LA RAZÓN, sólo tenía en su poder 500 euros. No disponía de carnets de identidad falsificados ni de un arma corta, algo impensable en los comportamientos internos de la banda criminal. La pistola o revólver es algo consustancial a los jefes de ETA. Además, al ser detenidos en Francia, se les condenaba por tenencia ilícita de armas, con lo que se alargaba el periodo de prisión y la fecha de su entrega a las autoridades españolas.
El cabecilla era de los que pensaban que ETA está cada día más cerca de lograr sus objetivos de independencia del País Vasco, con territorios de España y Francia, en el seno de una «república socialista y euskaldún (vascoparlante)». Y con él, como última «reserva» de la banda, los miembros de Ekin, el comisariado político, que huyeron a Francia tras anunciar a bombo y platillo su disolución.
Los expertos subrayan que la victoria operativa que se ha logrado sobre ETA le obliga, como le pasaba a Irastorza, a construir su mundo de fantasías independentistas en un ordenador, alejado de la realidad del País Vasco y Navarra, en definitiva de la realidad de España. Sin documentos falsos, con 500 euros en el bolsillo y sin un arma que llevar al cinto, lo cual no deja de ser una buena noticia que demuestra la eficacia de las Fuerzas de Seguridad, este «terrorista de salón», criado en la imposición cerril de las asambleas de militantes proetarras, se ha encontrado con la horma de su zapato, eso sí, tomando el sol al pie de los Pirineos y bajo la atenta vigilancia de los agentes de la Guardia Civil y de la DGSI.