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El «mejor alcalde del mundo» que coronó la transformación de Bilbao

La Razón
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El fallecido Iñaki Azkuna, alcalde de Bilbao desde 1999, deja como legado su carisma y personalidad como político y el haber coronado la transformación urbanística de Bilbao, de una villa gris e industrial a una ciudad turística y ejemplo de arquitectura moderna.

Azkuna ha sido uno de los políticos vascos más valorados, lo que se tradujo en su victoria en los cuatro comicios municipales celebrados en los últimos quince años, cada vez con una mayoría más amplia que la anterior, hasta lograr la absoluta en 2011.

También le valió la concesión del premio "Mejor Alcalde del Mundo", brindado por la Fundación City Mayors en enero de 2013, en reconocimiento a la transformación urbana de la capital vizcaína, aunque desde el principio dijo que no era un premio para él, sino para "el pueblo de Bilbao por su paciencia y tesón".

Aunque natural de la localidad vizcaína de Durango, Azkuna siempre ejerció, y encarnó, al bilbaíno 'de toda la vida', aunque también pasó una etapa de su vida estudiando en Francia.

Licenciado en Medicina, su nombramiento como director de Hospitales del Servicio Vasco de Salud en 1982 le fue adentrando en el campo de la política y la gestión.

En 1999 y tras ser consejero de Sanidad durante ocho años, concurrió a los comicios y se hizo con la alcaldía, relevando a su compañero del PNV Josu Ortundo y estableciendo un punto de inflexión que marcaría su carrera política.

A su lenguaje claro y comprensible, unió su propensión a tener un trato directo con los vecinos y a acreditarse fama de haberse 'pateado' varias veces todos los rincones de Bilbao.

Ambas facetas le llevaron progresivamente a gozar de mayor aceptación entre los bilbaínos, más si cabe que en su propio partido.

De esta forma, el PNV pasó de tener nueve concejales en 1999 a hacerse con la mayoría absoluta en 2011 (15 de 29 ediles).

Otro de los aspectos que le llevó a contar con cada vez más apoyo popular fue su nacionalismo moderado, matizado por su extenso acervo cultural.

De su etapa en París, donde convivió con el espíritu de la revolución del 68, le vino su admiración por el país vecino y su cultura, lo que le llevó a ser distinguido con la Legión de Honor en 2011.

Amante de la ópera, la música clásica y la literatura del siglo XIX, en especial de Miguel de Unamuno, Azkuna también puede ser considerado uno de los últimos ejemplos de "nacionalista ilustrado", abierto al mundo -"mi espíritu es bilbaíno y ecuménico", como confesó- y a sus distintas corrientes intelectuales.

Esta tesis le llevó a alejarse de la idea de la secesión de Euskadi y a optar por la "interdependencia"de los pueblos.

Con esta filosofía, Azkuna no dudó en apartarse de la ortodoxia del PNV cuando no estuvo de acuerdo con su estrategia en ciertos momentos, sin que le preocupara el desencuentro con la dirección.

Tal fue el caso a finales de los años 90, cuando el PNV caminaba de la mano de Herri Batasuna (HB) gracias al llamado Pacto de Lizarra, firmado en septiembre de 1998.

Aunque los votos de Euskal Herritarrok, la sigla de HB en los comicios locales de 1999, le sirvieron para ser elegido alcalde, Azkuna dijo meses después sentirse "engañado"por la izquierda abertzale tras la ruptura de la tregua de ETA.

Más recientemente, defendió a toda costa la celebración en Bilbao de la Eurocopa 2020 aunque fuera con España de anfitriona y se negó de plano a descolgar del consistorio los cuadros de alcaldes franquistas como le reclamaba EH Bildu.

Tampoco tuvo reparos en expresar públicamente su amistad y respeto hacia la Familia Real y agradecer a otras instituciones del Estado su colaboración en todo aquello que beneficiase a Bilbao.

Otro rasgo que ha caracterizado a Azkuna ha sido su capacidad de capitalizar la importante transformación urbanística y social que ha protagonizado la ciudad en los últimos años.

Azkuna tomó el bastón de mando en junio de 1999, cuando ya el "efecto Guggenheim"era todo un éxito consolidado dos años después de su inauguración.

También por entonces la zona de la margen izquierda de la ría, donde se ha focalizado la transformación, ya contaba con el Palacio Euskalduna o la pasarela Zubi-Zuri de Santiago Calatrava y estaba inaugurado el metro diseñado por Norman Foster.

Sin embargo, con su aportación y con la de sus antecesores en la alcaldía, supo liderar y 'vender' en el extranjero una tarea colectiva y entre instituciones que renovó la imagen de Bilbao y lo situó de nuevo en el mapa del mundo.

Azkuna concluyó la actuación en la ría, acometió la actuación en Basurto-San Mamés, con el nuevo campo de fútbol, y el derribo del viaducto de Sabino Arana, en colaboración con otras instituciones.

Sus principales obras "exclusivas"del fueron la Alhóndiga, diseñada por Philippe Starck, el nuevo edificio de oficinas municipales tras la casa consistorial y la reforma del mercado de La Ribera.

Estas obras fueron financiadas por el ayuntamiento sin empeñarse, lo que permitió a Azkuna hacer bandera en España de la "deuda cero"del consistorio bilbaíno.

Azkuna ya no podrá ver el que iba a ser el último gran proyecto de regeneración urbana de Bilbao: la conversión de la península de Zorrozaurre en una isla en medio de la ría con la apertura del Canal de Deusto.

Con él en la alcaldía, Bilbao recibió más de 40 galardones, como el 'premio nobel' de las ciudades", el Lee Kuan Yew World City Prize, de Singapur, concedido en 2010.

De carácter fuerte -"soy brusco, es verdad, aunque es una brusquedad amistosa", solía decir- y devoto de la Virgen de Begoña, sus prontos se mezclaban con momentos de distensión, en los que no dudaba en cantar o bailar con alguna ciudadana en sus visitas a los barrios.