El Rey abdica
El mejor aliado de la marca España
A principios de 2011, nadie daba un euro por que España ganara la construcción de la línea de Alta Velocidad La Meca-Medina. Un jugoso proyecto de 6.763 millones de euros. La intromisión del entonces presidente francés, Nicolas Sarkozy, en favor del consorcio galo Alstom-SNFC estuvo a punto de decantar la balanza. «La intervención del Rey fue determinante a pesar de que nuestra oferta era mejor. Es nuestro mejor embajador», indica a LA RAZÓN una fuente gubernamental presente en las negociaciones con las autoridades saudíes. Con la habitual discreción, la Casa Real movió sus hilos y Sarkozy se quedó compuesto y sin novia.
No es un secreto el que las gestiones del Monarca han resultado cruciales como exponente más significativo de la marca España. Cuando los grandes contratos encallaban y era necesario un empujón adicional para decantar la balanza, las grandes multinacionales españolas siempre han recurrido a Don Juan Carlos. Sus contactos con las petromonarquías del Golfo Pérsico y los jefes de Estado de todas las naciones de América Latina han abierto campo a las grandes firmas de construcción e infraestructuras, necesitadas de contratos en el exterior con los que alimentar sus músculos ante la escasez de obra pública en España y en toda Europa. «Su figura aún es un plus extra, incluso en Estados Unidos», explica la misma fuente, «y no sólo para ganar contratos sino para cualquier negociación, sea en Bolivia, Ecuador o México».
En los círculos financieros y empresariales lo saben, el Rey abre todas las puertas. Por eso ninguna gran empresa se pierde las giras que encabeza. Desde el primer desembarco americano de los colosos españoles de las telecomunicaciones, el petróleo y la banca, que buscaban la expansión hacia su particular «El Dorado» a mediados de los años 90 del pasado siglo, la internacionalización de las empresas nacionales ha tenido en el Rey un apoyo fundamental. «Hay quien critica que haga 'lobby' en favor de empresas privadas, pero olvidan que hay miles de jubilados y ahorradores que tienen todo su patrimonio en acciones de esas empresas. Si a ellas les va bien, a toda España le va bien», sentencia este miembro del Gobierno.
En febrero de 2012, tres de las cuatro licencias de Movistar para operar en la red móvil peruana habían expirado. Se abrió un largo proceso de negociación que se dilató durante casi dos años. Desde 1994, en la primera gran operación internacional de una empresa española, Telefónica desembarcaba en Perú con una inversión de 2.002 millones de dólares, y se convertía en el principal operador del país andino al albur de la ola privatizadora en todo el continente. El litigio de la operadora española con el Estado peruano por una deuda tributaria de 200 a 600 millones de euros correspondiente a sus resultados del periodo 2000-2001 había empantanado la posibilidad de renovación.
Sin embargo, de nuevo la intervención del Rey fue determinante para que el presidente Ollanta Humala decidiera renovar por casi 19 años las licencias en cuestión.
Pero de sus gestiones a lo largo de estos 39 años no sólo se han benficiado los consejos de administración de las multinacionales o sus miles de accionistas, que han visto multiplicar sus beneficios varias veces, sino millones de empleados dentro y fuera de España. El caso más reciente es el del astillero público Navantia. Del éxito del último viaje por la Península Arábiga del Monarca dependen casi 5.000 millones de euros en la construcción de fragatas, patrulleras y otros buques de guerra. Sólo 2.000 millones están en juego en los Emiratos Árabes Unidos por la construcción de seis corbetas multifunción y varias lanchas de desembarco. Arabia Saudí tiene pendiente el otro gran pedido, diez fragatas F-100 de las que podría adquirir próximamente seis unidades. De nuevo Francia es el principal competidor, aunque no el único. La decisión del Rey de abdicar tras esta reciente gira podría augurar buenas perspectivas para Navantia y, lo que es más importante, para sus trabajadores, necesitados de carga de trabajo para no perder sus empleos. Para el astillero público trabajan nada menos que 5.500 personas.
El efecto bumerán que provoca la concesión de estas megaobras de ingeniería, explotación de hidrocarburos y otros contratos financieros o de telecomunicaciones es además inmediato. El prestigio que logran las grandes empresas españolas multiplica sus posibilidades de conseguir otros contratos menores pero también suculentos. Entre ellos, los metros de Riad y de Lima. Grandes infraestructuras en Brasil, Chile, Colombia, Estados Unidos, Reino Unido, Australia...
La importancia de la tarea de representación empresarial que ha venido desarrollando el Rey Don Juan Carlos, y que en menor medida ha venido acompañando el Príncipe de Asturias, queda reflejada en las grandes cifras de la economía española. En 2012, el stock de inversión española en el exterior (441.825 millones de euros) superó al de inversión extranjera en España (377.540 millones de euros). Sin la internacionalización de las empresas españolas, una tarea que la Casa Real ha desempeñado con nota, habría sido imposible la recuperación, al menos en los plazos en los que se está desarrollando, como reconocen fuentes de Economía.
La red de contactos con la que cuenta ya el futuro Rey, Felipe VI, unida a la experiencia de su padre, augura buenas perspectivas para una labor crucial para todos los españoles.
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