Caso Pujol

El «no» a la independencia sube diez puntos desde la confesión de Pujol

Las corruptelas y el difuso camino hacia la independencia marcado por Artur Mas hacen que uno de cada dos catalanes esté en contra de la secesión.

El ex presidente catalán, durante su comparecencia en el Parlament para explicar sus cuentas en el extranjero
El ex presidente catalán, durante su comparecencia en el Parlament para explicar sus cuentas en el extranjerolarazon

Las corruptelas y el difuso camino hacia la independencia marcado por Artur Mas hacen que uno de cada dos catalanes esté en contra de la secesión.

Pasan las semanas, los meses, y Artur Mas se encierra más y más en su empeño por llevar a cabo la secesión de Cataluña del resto del territorio español. Cada nuevo paso del presidente de la Generalitat dibuja un final más incierto. Mas no ha tomado en consideración señales manifiestas que le indicaban que debía recular. Ni la autoridad moral del Rey Felipe VI, que desde su coronación ha lanzado reiterados mensajes apelando a la unidad y a la concordia, ni la autoridad legal de la Constitución, que impide la celebración de unos comicios de carácter plebiscitario, le han persuadido. Pero Mas tiene otro frente en contra aún más preocupante: el independentismo se desinfla a dos meses del 27-S y cada vez son más los catalanes que rechazan la independencia. El «no» ha crecido casi diez puntos durante el último año y se sitúa en la frontera psicológica del 50%.

El discurso monotemático del independentismo, las luchas entre Mas y Junqueras por ver cuál de ellos se erigía como líder del «procés», las corruptelas que se ciernen sobre la familia Pujol –y que esta misma semana han salpicado también a los Sumarroca, vinculados a CDC desde su fundación– y la ruta más que difusa definida para llegar a la independencia han motivado que el afán soberanista se encuentre en sus horas más bajas, arrastrando a quien abrazó la estelada desde el principio. Es decir, a Artur Mas y, por ende, a CiU.

Así se desprende de los sondeos demoscópicos publicados por este periódico en los últimos meses. Si bien en abril del pasado año el «no» cosechaba un exiguo 42,9%, las últimas encuestas apuntan a que la mitad de los catalanes elegirían ahora esta opción. Un incremento considerable que se ha producido de manera paulatina pero sostenida. Han tenido lugar, no obstante, ligeros repuntes en función de los acontecimientos políticos. Especialmente notable fue la subida del «no» entre agosto y septiembre de 2014, coincidiendo con la confesión del ex presidente catalán Jordi Pujol de que su familia había ocultado durante 34 años una herencia millonaria en Andorra sin declarar. Aquello supuso un duro revés para los ánimos independentistas y en tan sólo un mes hubo una subida del «no» de casi dos puntos, que llegó al 45,4%, mientras que el «sí» se situaba en sus cotas más bajas –38%–, según las encuestas de NC Report para LA RAZÓN.

Semanas antes de la consulta alternativa realizada el 9-N, los sentimientos salieron a flor de piel y subieron los porcentajes tanto de aquellos partidarios de la unidad del Estado como de los nacionalistas. A finales de septiembre, los que se mostraron favorables a la secesión dejaron atrás el lastre que suponía la investigación del ex «molt honorable» y el «sí» se recuperó levemente, al cosechar un 40,7%. El «no», entre tanto, seguía al alza –47,8%–. Además, una mayoría contundente de catalanes rechazaba la independencia en caso de que ello implicase que Cataluña quedase fuera de la Unión Europea. Hasta un 59,7% de catalanes se decantaba por votar «no» bajo esta premisa, siempre según los datos ofrecidos por NC Report.

Y el 9-N llegó, y con él, otro batacazo. Aunque el 80,76% –1,8 millones de personas– votó «sí-sí», dos de cada tres catalanes no acudieron a las urnas. De hecho, según una encuesta encargada por este diario la semana posterior a la consulta, el 76,3% de los que no votaron no estaba de acuerdo con la ruta independentista.

La división en la sociedad catalana no desapareció con el comienzo del nuevo año. En enero, un 46% de los catalanes consideraban que las demandas independentistas disminuirían en contraposición a un 42,3% que creía que el proceso iría a más. Asimismo, las encuestas ya apuntaban el batacazo que podría darse CiU en el Parlamento. Esquerra recogería una gran parte del electorado independentista en detrimento de la primacía de Mas, que perdería aproximadamente un tercio de los escaños que consiguió tres años atrás –50–, dejando así un parlamento muy fragmentado con la presencia de hasta ocho fuerzas. Por tanto, las perspectivas no muy halagüeñas del proceso han pasado factura a Mas también en el plano político. La ruptura de la federación CiU tras 37 años y el vacío programático de los independentistas han hecho que en estos últimos meses haya aflorado el discurso del «no», que ha sabido perfectamente sumar a los indecisos –en 2012 y 2013, los detractores no superaban la cuarta parte– gracias, en gran parte, a la cercanía de las generales, y ha supuesto que uno de cada dos catalanes se oponga a la secesión.