Cataluña
El «procés» hunde la independencia
En los últimos tres años la brecha entre los catalanes no soberanistas y los que apoyan que Cataluña sea un Estado independiente ha crecido hasta 13,1 puntos en favor de los que quieren seguir en España
En los últimos tres años la brecha entre los catalanes no soberanistas y los que apoyan que Cataluña sea un Estado independiente ha crecido hasta 13,1 puntos en favor de los que quieren seguir en España.
Tres veces al año el Centro de Estudios de Opinión de la Generalidad de Cataluña toma el pulso a la sociedad catalana mediante una muestra de tamaño importante, son 1.200 encuestas representativas de la sociedad catalana.
El pasado mes de febrero se dieron a conocer los resultados del último barómetro realizado por este centro en el transcurso del mes de enero. A un mes de la celebración de la elecciones autonómicas catalanas y a tres de la aplicación del artículo 155 de la Constitución. En este estudio se planteaba, como en anteriores, la cuestión de ¿Quiere que Cataluña se convierta en un Estado independiente?. Un 53,9% de catalanes respondió no y un 40,8% contestó sí.
«¿Quiere que Catalunya sea un Estado?» y «En caso afirmativo, ¿quiere que Catalunya sea un Estado independiente?» era el texto impreso en las papeletas del referéndum ilegal del 9-N de 2014. Desde que el CEO viene planteando esta cuestión, otoño de 2014, nunca se había alcanzado un porcentaje tan elevado de negativas. En el barómetro del CEO de octubre de 2014, previo a la farsa del 9-N el 45,3% de los catalanes se oponía a la independencia, frente al 44,5% que la pretendía. La distancia era mínima, de tan solo 0,8 puntos. En poco más de tres años la brecha entre ambas posturas antagónicas ha crecido hasta alcanzar una ventaja de 13,1 puntos de los contrarios a la independencia sobre los favorables a la misma.
En la tabla adjunta podemos observar la evolución del apoyo a la independencia de modo cuatrimestral en el periodo de los dos últimas años, los de mayor intensidad de la rebelión separatista.
La respuesta a la cuestión ha ido modificándose desde la primavera de 2016 hasta la fecha. El sí a la independencia ha bajado del 45,3% al 40,8%, mientras que el no a la independencia ha ido a más, pasando del 45,5% al actual 53,9%.
Los dos momentos en los que el independentismo estuvo más alto y por encima de los no independentistas corresponden al verano de 2016, con el 47,7% tras la victoria en las urnas del PP en las elecciones generales de junio y en otoño de 2017, con el 48.7%, en plena locura independentista de octubre.
Desde que el CEO formula esta pregunta nunca antes se había alcanzado un diferencial tan grande a favor del no. Estos datos facilitados por un organismo oficial catalán obligan a movilizar a sus tropas de choque, básicamente los individuos más fanatizados de Asamblea Nacional Catalana, Omnium y CUP. Los miembros de estas organizaciones constituyen el grueso de los que estos días intentan adueñarse de calles y carreteras de Cataluña. Este estudio sociológico realizado por la propia Generalidad demuestra la fractura social que vive la región y el elevado riesgo de «ulsterización». Además confirma que la mayoría de la ciudadanía rechaza la independencia. Lo que unido a la derrota consecutiva en las urnas del independentismo en las elecciones autonómicas de septiembre de 2015 y diciembre de 2017 (ganaron en escaños pero no en votos) empuja al separatismo a la desobediencia y a situarse al margen de la legalidad. Adoptando actitudes más propias de un régimen corporativista o totalitario fascista que de una democracia, como se puede comprobar por sus actuaciones recientes en el Parlamento.
Volviendo al último barómetro del CEO, el realizado el pasado mes de enero, obtenemos una radiografía muy completa de la sociedad catalana, la que mayoritariamente rechaza la independencia. El dato de apoyo o rechazo a la independencia por segmentos de edad es muy revelador; los contrarios a la independencia se imponen entre los mayores de 28 años con tasas ligeramente superiores al 50% entre los 25 y 49 años y alcanzan el 56,6% entre los 50 y 64 años y escalan al 59,1% entre los mayores de 64 años. Los independentistas son solo mayoría (53,3%) en el segmento de 18/24 años.
Sin embargo territorialmente nos encontramos con una importante diferencia, las dos provincias más urbanizadas y desarrolladas rechazan mayoritariamente la independencia. En la provincia de Barcelona el 60,1% dice no a la independencia, frente a un 39,9% favorable. En Tarragona el porcentaje contrario a la separación es del 49,6%, frente al 42,5% de secesionistas.
El sí triunfa en una de las dos provincias más rurales y menos desarrolladas; Gerona, capital de facto de Tractoria, en donde se alcanza un 55,7% de favorables a la independencia, frente al 36,6% anti independentista. Por lo que esta provincia se convierte en el principal foco de la insurrección.
En cuanto al uso preferente del catalán o del castellano, nos encontramos que hay una nueva división social, el 49,7% prefiere el catalán y el 46,7% el castellano, y un 3,6% le es indiferente.
Otra grieta que separa a los catalanes es su punto de vista en función del tamaño demográfico de su municipio. Que viene a ratificar la teoría de que el nacionalismo es una manifestación provinciana reñida con la globalización. Los municipios más pequeños de Cataluña registran el índice más elevado de independentistas, hasta el 65,1% de los que viven en aldeas o pequeños núcleos de hasta 2.000 habitantes.
Barcelona dice «no»
El porcentaje de independentistas también supera a los no independentistas en los pueblos de 2.001 a 10.000 habitantes, con el 55,3% de separatistas frente al 39,5% de unionistas. Pero a partir de 10.001 habitantes el independentismo es derrotado. En el segmento de 50.001 a 150.000 habitantes el 64,0% rechaza la independencia, se aproxima al 60% en los núcleos de 10.001 a 50.000 y en los de 150.001 a 1.000.000. Finalmente en Barcelona se impone por el 54,8% frente al 39,9%. Un elemento preocupante que detecta el barómetro del CEO es que el 74,6% de los catalanes considera que la situación política en Cataluña es mala o muy mala. Es el mayor de los porcentajes registrados en toda la serie histórica.
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